«Cada uno vive el mundo que es capaz de imaginar». Con esta palanca emocional y con una timidez impropia, me dejo arrastrar hacia el fondo de los océanos cuan Capitán Nemo y me adentro en la exposición que el Espacio Telefónica dedica actualmente a Julio Verne y a los confines de su mundo e imaginación.
El pasado mes de septiembre tuve el privilegio de disfrutar de la primera exposición de fotografía individual de la magistral Vivian Maier en la Galería Bernal de Madrid. Este espacio que invita al mundo a soñar a través del arte en el corazón del barrio de Chueca, daba cabida a 30 fotografías y a un vídeo montado con imágenes en 8mm que destilaban una extraña poesía paliativa para el alma.
Y eso hago yo. Mantenerme detrás de la línea roja que nos separa de la espera y de la llegada a cualquier parte.
Todas las mañanas lo mismo. Mismo minuto en el despertador. Misma sintonía. La primera mirada siempre es hacia la ventana, ¿llueve? me pregunto.
Un día, por casualidad, llegó a mí el tráiler del documental «Tiempo entre Olivos», y dejándome llevar por el instinto de aquello que me evoca grandes emociones, quise conocer a la artista que estaba detrás de esta obra. Y encontré a Fany de la Chica.
Velarde y Daoiz, según cuenta la historia, fueron dos héroes militares que murieron el 2 de Mayo en el levantamiento contra las tropas francesas junto a otros muchos ilustres anónimos madrileños, como la joven y popular Manuela Malasaña. Ahora, frente al original arco de Monteleón ven la vida pasar, que fue lo mismo que perdieron aquel día de primavera de 1.808. Desde 1.932 son los cronistas mudos del Barrio Maravillas, Universidad o Malasaña.
Crear una lista de canciones con las que hacer un repaso a tu existencia a lo Nick Hornby o Kiko Amat es casi tan difícil como elegir entre tu padre o tu madre, porque los que amamos la música no concebimos los recuerdos sin ella, y si no la había nos encargamos de ponerla, como si nuestra vida fueran pequeñas películas grabadas en super 8.
Soy un navegante espacial cualquiera que cada cierto tiempo necesita volver a su casa, que en realidad es la casa de sus padres y la única que denomino como tal. Allí huele a aceite y a suavizante, y en diciembre a lumbre y a frío, que se cuela sibilino por la ventanas entre el sol de invierno.