Los ángeles no tienen sexo

Los ángeles no tienen sexo

Dicen que el más ciego es aquel que no quiere ver. Suele suceder, que lo más sencillo, lo natural, es lo más cercano a la perfección. Hoy, en el mundo moderno continuamos poniéndonos trabas, los unos a los otros. Se nos llenan las bocas hablando de igualdad y derechos, pero apenas comprendemos lo que es eso. 


    «Los ángeles no tienen sexo». La primera vez que escuché esta frase, cayó sobre mí como una lápida. No quise creer aquella afirmación. Me parecía igual de imposible como tantas otras que por ser así, afirmativas, entraban con vara de hierro en mi mente infantil. Supongo que desde el principio, el hombre se acostumbra al engaño, al autoengaño, aunque las primeras veces cueste. Yo, por aquel entonces, ya había aceptado que el mundo estuviese regido por un ser superior, del que dependíamos y al que nunca conoceríamos. O a que unos señores, de casi dos mil años, vendrían a mi casa una noche para dejarme regalos, consiguiendo entrar por las rejas de mis ventanas, porque eran magos. Así que, lo de los ángeles no podría resultar difícil. Sabía que existían los hombres y las mujeres. Incluso sabía que había mujeres atrapadas en cuerpos de hombres, y hombres encerrados en el de alguna mujer. Así conocí la homosexualidad, y lo aceptaba; lo comprendía y lo aceptaba. Pero, ¿cómo serían aquellos ángeles sin sexo? ¿Carecerían de más cosas? ¿De raza, de edad? ¿Cómo es algo que no es? Porque algo se ha de ser en la vida. ¿Cómo aceptar algo que no entiendo?

 

    Con el tiempo, todas mis dudas se disiparon o, más bien, fueron cayendo en el olvido. Acabé por tolerar que entre ellos no existían diferencias fisiológicas, que los ángeles serían como las muñecas con las que yo jugaba: de plástico y sin bragas, porque no las necesitaban.


        «La historia tristemente nos demuestra que la tolerancia no es afición de los hombres, quienes han dado forma a un mundo de desigualdad peyorativa».


    Sin embargo, algo me devuelve a pensar de nuevo en ello. Busco en la RAE la definición de «asexual» y me sorprendo al leer: sin sexo, ambiguo, indeterminado. Vuelven las dudas. Y pienso que «ellos», «los entendidos», se lo preguntan igual que yo: qué cosa es, lo que no es ni una ni otra.


    De nuevo, en mi cabeza las razas, los sexos, las religiones y todas las cosas que nos separan del resto de los seres humanos. Diferencias acurrucadas en el consuelo de que, a pesar de ellas, todos somos iguales y creo, definitivamente, que ésta es la gran mentira de la humanidad. Porque no. No es lo mismo un negro, que un caucásico; ni un judío, que un musulmán; ni un hombre, que una mujer. Y quien piense lo contrario vive atrapado en el juego infantil del autoengaño. Pero esas diferencias son las que nos hacen grandes, las que enriquecen a todas las partes y nos ayudan a avanzar en el camino colectivo que construimos. Sin embargo, la historia tristemente nos demuestra que la tolerancia no es afición de los hombres, quienes han dado forma a un mundo de desigualdad peyorativa, basado en la concesión, o no, de derechos.

 

    Cada 8 de marzo se celebra el día internacional de la mujer. Y si los «días internacionales» sirven de algo, no es más que para recordar la existencia de un hecho. El hecho de que, aún en el siglo XXI de lo que llaman era moderna, las mujeres siguen siendo diferentes a los hombres. Y no hablo de sus diferencias naturales, sino de la desigualdad en su valor. Porque a estas alturas ya deberíamos saber que sí, que la mujeres son iguales a los hombres en cuanto a seres humanos. Que tienen, o deben tener, los mismos derechos, las mismas oportunidades, las mismas obligaciones y que se les debe el mismo respeto. Que poseen voz, una voz propia e independiente, que son capaces y valientes, que merecen igual reconocimiento, y que pueden ser madres y mujeres a la vez. Que tienen derecho a decidir, a disfrutar consigo mismas y con la vida, a luchar por un porvenir en el que estas palabras no sean una utopía.


    Y así, llegará un día en que las mujeres serán pagadas y valoradas igual que sus compañeros varones. Un día, en que no se mire con odio a un musulmán, ni con futilidad a la raza negra. Un día, en que comprenderemos porqué no tienen sexo los ángeles, ni raza, ni religión, ni tendencia sexual.

 

    Porque no existen las fronteras entre los seres humanos; y las que hay, nos las inventamos.


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Pies de foto:


    [Imagen principal] Anarela. (2015).

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Comentarios
[02 mar 2015 10:52] Luiki Alonso escribió:
No sé si veremos el día en que esa igualdad ya ni se plantee, ni se reivindique, pero creo que algunos estamos en el camino. Toda la razón Sara.