Volar

Volar

    Nuestra mente es una maravillosa máquina de ideas. Ideas, que no son más que sueños. Y sueños, que no son más que el deseo de una nueva realidad. Y la vida, al final, se convierte en un constante salto de fronteras entre estos dos mundos que ha inventado el hombre. 

 

    Estar en un avión no es igual que aprovechar una bandada de pájaros silvestres migratorios. La imagen del pequeño príncipe rubio despegando sus pies del suelo, agarrado a las diminutas patas amarillas de las aves, me inspira muchísima más confianza que este claustrofóbico tubo de hierro y plástico en el que estoy atrapada; a pesar de que jamás, en la vida real, un niño ha sido llevado por los pájaros.

 

   Otra vez el tonto juego de máscaras entre la realidad y la imaginación; la inconformidad de lo tangible y el apego a lo soñado. Obsesiones que parecen mucho más reales que la propia vida. Y, de un modo empírico, día tras día, compruebo que Pedro tenía razón, que «toda la vida es sueño y los sueños, sueños son».

 

    Supongo que esto no es más que un baile entre la ingrávida aspiración y el miedo a dejar de tocar el suelo. Imagino que es todo sólo cuestión de vértigo.

 

    Pues bien, es tiempo de que las pequeñas y tempranas flores de la primavera apenas alcancen a rozar el lugar donde se nos acaba la piel.

 

    ¡Echemos a volar!


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Pies de foto


    [Imagen principal] Inma Lorente (2015).

 

 

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Sara Deluis
Nací un día del verano andaluz. Exploro y escribo.
Llevar el Universo por cabellera
Júlia Solans Viñeta mensual