¿Au pair o criada?
En el contexto actual, ser au pair se ha convertido en una opción recurrente para muchas jóvenes españolas que desean mejorar un idioma y buscar oportunidades laborales y académicas en otros países. Se trata de una buena fórmula para tomar contacto de cara a una estancia más prolongada sin correr excesivos riegos económicos.
Si ves a una chica joven y española en una ciudad europea como Dublín, Londres o Edimburgo, tiene muchas probabilidades de que sea au pair.
Este programa te permite vivir con familias autóctonas, así como realizar una inmersión lingüística y cultural en el país de acogida. A cambio de cuidar a los niños durante unas determinadas horas al día y realizar algunas tareas de casa (el llamado «light housework»), las au pairs reciben una remuneración semanal, manutención y alojamiento.
Las condiciones varían dependiendo del país y la familia de acogida; sin embargo la regulación que envuelve este sector es prácticamente nula en la mayoría de los países, lo que genera que en muchos casos las condiciones pactadas terminen en casos más cercanos a la explotación que al intercambio cultural que inicialmente se persigue.
Por ello, vivir esta experiencia de manera más o menos gratificante termina siendo en gran medida una cuestión de suerte.
Término «au pair»
El término au pair es de origen francés y se traduce literalmente por «a la par» o «en igualdad» entendiéndose como el intercambio de servicios y de una aportación económica que se realiza entre el/la au pair y la familia de acogida.
El Comité Europeo de Au Pairs (eCaps) define au pair como una persona joven con una edad comprendida entre los 17 y los 27 años y soltera, que no debe trabajar más 30 horas semanales incluyendo babysittings (hacer de canguro por las noches). Su rol comprende la ayuda en algunas tareas del hogar y en la rutina familiar. La idea es que la au pair debe interactuar e integrarse como un miembro más de la familia.
Sin ánimo de discriminar, me referiré a las au pairs en femenino ya que la gran mayoría son chicas aunque también pueda ser desempeñado por chicos.
Regulación.
El Consejo de Europa incluyó la «Colocación de Au pair» en el Tratado Europeo el 24 de noviembre de 1969. A pesar de ser firmado por trece países, dicho acuerdo solo ha sido ratificado por Dinamarca, Francia, Italia, Noruega, España y Luxemburgo (que lo revocó en 2002). Bélgica, Bulgaria, Finlandia, Alemania, Grecia, Moldavia y Suiza firmaron el acuerdo pero no llegaron a ratificarlo. España se adhirió en el 1988.
En este acuerdo se recogen diferentes disposiciones con el propósito de evitar ciertos inconvenientes de la colocación de la au pair (al no considerarse ni trabajador ni estudiante). Por ejemplo, el requisito de que haya un acuerdo escrito, las normas relativas a las obligaciones de las dos partes en relación con las horas de trabajo, el tiempo libre, dinero de bolsillo, etc.
«El término au pair es de origen francés y se traduce literalmente por "a la par" o "en igualdad" entendiéndose como el intercambio de servicios».
En el caso de España, la normativa regula que los derechos y las obligaciones de la au pair y la familia de acogida «serán objeto de un acuerdo escrito concertado entre las partes de que se trate». También establece que la au pair «dispondrá de tiempo suficiente para asistir a cursos de lengua y para perfeccionar su formación cultural y profesional», así como que la participación en las tareas domésticas «no excederá en general de cinco horas diarias».
No obstante, este acuerdo ha demostrado no ser un mecanismo suficientemente eficaz para la regulación de las au pairs en el contexto actual. En 2004, la Comisión de Igualdad de Oportunidades entre Hombres y Mujeres informó sobre casos de abusos y explotación.
El espectacular crecimiento que se ha producido en las últimas décadas hizo que la Comisión Europea volviera a abordar en 2007 la vulnerabilidad de este sector a través de un estudio y recomendó el establecimiento de medidas para proteger sus derechos. Desgraciadamente sigue bastando con entrar en contacto con algunas experiencias para darse cuenta de que siguen sin existir unos límites claros entorno al papel de las au pairs y a las expectativas que deben cumplir ambas partes.
En el caso de las au pairs que proceden de países extracomunitarios la situación es mucho peor al no estar protegidos por la misma regulación que los ciudadanos europeos. En Alemania, Noruega y Dinamarca se les excluye de la protección como empleados por lo que su permiso de residencia depende exclusivamente de la familia de acogida. Este hecho hace muy difícil que las au pairs denuncien su situación ante casos de explotación o abuso.
El gobierno de Filipinas llegó a prohibir en 1997 que jóvenes de su país viajaran a Europa para convertirse en au pairs debido al alto nivel de explotación que muchas decían sufrir. Las restricciones fueron levantadas en 2010 únicamente con aquellos países que han establecido algún tipo de amparo legal como Suiza, Noruega y Dinamarca, donde han establecido protección legislativa y visas para las au pairs.
Irlanda es uno de los países que más au pairs demanda y también uno de los destinos más populares entre las jóvenes españolas que desean mejorar su nivel de inglés en un país con fama de hospitalario. Su caso es llamativo ya que a pesar de tener una de las tasas de natalidad más alta de toda Europa, el gasto público en educación temprana es muy reducido en este país, por lo que las familias irlandesas se enfrentan a costes de guardería bastante más elevados en comparación con otros países de la OCDE (entre 1.000 y 1.200 euros al mes). Ante esta situación contratar a una au pair se ha convertido en la opción más atractiva y por supuesto, asequible.
Un informe elaborado por el Migrant Rights Centre Ireland realizado en 2012 estima que más de 10.000 au pairs estaban trabajando en hogares en todo el país.
Según este informe, de las au pairs que fueron entrevistadas, el 75% de ellas manifestaba superar el máximo número de horas semanales de trabajo recomendado por el Comité Europeo de Au Pairs. Las encuestas mostraron que más de una tercera parte de ellas trabajan entre 40 y 60 horas semanales, con un número mayor que trabaja más de 60. A cambio de ello, la mayoría recibe unos 110 euros semanales (menos de 2 euros la hora).
«Siguen sin existir unos límites claros entorno al papel de las au pairs y a las expectativas que deben cumplir ambas partes».
Las experiencias narradas van desde lo excelente y razonable hasta la explotación extrema, es decir, cuando la au pair pasa de ser la cuidadora de los niños a una criada que tiene que hacer tareas como planchar, hacer la colada de toda la familia, cocinar, limpiar, cuidar de las mascotas, lavar el coche o hacer la compra.
Contratos verbales que terminan siendo ignorados y a los que se van añadiendo más obligaciones de las acordadas, jornadas de trabajo que superan los 8 horas diarias, fines de semana libres que no son respetados ni pagados, sentimientos de exclusión y de falta de respeto por parte de las familias, miedo a emitir alguna queja... son algunas de las causas que señalaban las entrevistadas. Algunos casos extremos llegaron a mencionar sentirse privadas de libertad y experimentar problemas para socializarse debido a las limitaciones impuestas por la familia de acogida.
Informes como este y diversos artículos publicados en diferentes medios irlandeses han llamado la atención sobre el abuso que sufren muchas au pairs, sin embargo el gobierno irlandés sigue haciendo oídos sordos llegando a manifestar no tener planes de introducir una legislación adicional y específica para regular los acuerdos relacionados con las au pairs en Irlanda.
Experiencias reales:
Elisa.
Elisa quería mejorar su inglés por lo que decidió irse de au pair. El plan no era especialmente emocionante para ella pero se trataba de la única forma de poder aprender «gratis». Después de hablar con varias familias encontró a la que parecía la ideal, tenían cuatro niños y vivían en Dublín. Tras varias semanas hablando vía Skype y a través de emails, Elisa decidió empezar su aventura el pasado octubre.
Las condiciones quedaron pactadas verbalmente. Solo debería ocuparse de todo lo que estuviera relacionado con los niños. Tendría las mañanas libres y cobraría 100 euros semanales. Sin embargo, poco a poco las tareas y el número de horas se fueron incrementando.
Hacer la compra, preparar la comida, duchas, cena, clases de español y francés, planchar, poner lavadoras, tender... En total Elisa trabajaba una media de 40 a 45 horas semanales más babysittings y aunque recibió un aumento de 20 euros semanales no sentía que su trabajo estuviera siendo adecuadamente remunerado. Elisa relata las sucesivas peleas que poco a poco fue teniendo con la madre de la familia por la carga de trabajo que tenía que asumir. «De repente tenía que hacer todo y a su forma porque si no estaba mal. Además pretendía que lo hiciera por las mañanas en mi tiempo libre. Me regañaba por cualquier cosa, como por ejemplo que los DVDs no estuvieran ordenados».
«"De repente tenía que hacer todo y a su forma, porque si no estaba mal"».
A pesar de todo, Elisa decidió no rendirse, pero la situación solo fue a peor. Después de trabajar una semana durante 12 horas seguidas cada día, y no cobrar por ello, explotó. «En esa semana sentía que no podía más». Elisa tenía que trabajar fines de semana y en días festivos como St Patrick’s day. «Me llegó a decir que quién me creía para decidir cuándo podía salir, que tenía que avisarla antes porque a lo mejor ellos querían salir». Aunque su plan era estar hasta junio, Elisa decidió irse a los 6 meses. «Llevaba días con mucha ansiedad, no podía respirar, pensaba que como llevaba tanto tiempo mala de la garganta, que era por eso, pero en cuanto llegue a Madrid, esa asfixia desapareció».
Rocío.
Después de estar con una familia como au pair durante 7 meses Rocío decidió buscar otra familia para continuar su estancia en Irlanda. Encontró a una madre soltera con dos niños que vivían cerca de Cork. Acordaron que trabajaría 20 horas semanales a cambio de 80 euros a la semana. Sin embargo, poco a poco las horas se incrementaron. «Cobraba 80 euros y pasaba días enteros con los niños». Rocío decidió pedirle que le pagara por las horas extra. Ante esta petición la madre le dijo que tenía que firmar un nuevo contrato o irse de la casa. «En ese contrato ponía que tenía que hacer babysittings cuando fuera requerido entre semana y durante el fin de semana y que no tenía derecho a pedir dinero por ello. También me podría echar por cualquier cosa que ella me pidiera y yo me negara a hacer o hiciera mal».
La situación se fue complicando hasta el punto de que Rocío tuvo que llamar a la policía porque su host mother (madre de acogida) no quería darle sus maletas ni pagarle las últimas semanas de trabajo antes de marcharse definitivamente. «Cuando llamé a la policía y les conté todo me preguntaron cómo se llamaba, les dije su nombre y me dijeron "ya sabemos quién es, pero no podemos hacer nada"».
Miriam.
Ante la falta de oportunidades laborales en España, Miriam decidió marcharse a Alemania y para ello optó por hacer un au pair en Múnich. Se trataba de un hombre divorciado con cuatro hijos, la menor de ellos de 14 años. «Vivíamos en un apartamento en el centro de la ciudad de casi 300 metros cuadrados y yo tenía que sacar al perro a pasear, limpiar el apartamento todos días, de lunes a viernes, de 8.00 a 13.00, también lavar, planchar, cocinar...». Miriam cobraba 700 euros al mes y en un principio le ofrecieron un contrato de au pair y un seguro médico, que nunca llegó a ser realidad.
«Poco después, nos mudamos a una casa nueva de cuatro plantas, de la cual también me tenía que ocupar. Por otro lado, las cosas iban cada vez peor, él siempre me mandaba las cosas en mal tono y después me venía al rato de buenas como si nada. En la casa nueva yo tenía mi apartamento con cocina y no me permitía comer o cenar con ellos. Tampoco me ayudaron con el idioma, siempre me decía que jamás iba a aprender alemán».
«Las experiencias negativas no son la normal general, aunque pueden ir generalizándose si el sector de las au pair, claramente en alza, no empieza a regularse de una forma más definida».
La situación llegó a un punto en el que Miriam ya no podía más. «Le dije que me sentía como una empleada del hogar más que como una au pair y que se estaba ahorrando mucho dinero sin hacerme un contrato. Él me dijo que nunca había querido contratar a una empleada porque no quería asumir esos gastos y por eso miraba en páginas de au pairs».
Le pidieron que se fuera de casa en un plazo de 15 días como máximo. Por suerte, Miriam contó con la ayuda de una española que le ofreció vivir en su casa. Ahora trabaja como limpiadora en varias casas de españoles, de friega platos y de ayudante de cocina en un restaurante a la espera de encontrar algo relacionado con sus estudios cuando domine más el idioma.
Alba.
La historia de Alba no sigue el mismo ejemplo que las anteriores y es que la experiencia au pair no tiene por qué ser mala. Alba decidió irse de au pair porque no tenía claro qué carrera estudiar, además de que su situación económica no le permitía pagarse sus estudios. Eligió Alemania pensando en la oferta laboral que podría ofrecerle este país, así como en la idea de continuar aprendiendo alemán.
Desde el comienzo de su estancia se sintió como una más. «Siento que estar aquí me está abriendo muchas puertas, llevo ya 8 meses y voy bastante avanzada con el idioma, estoy viajando sin necesidad de gastar grandes cantidades de dinero y estoy conociendo gente de muchos lugares, algo que, bajo mi punto de vista, solo puede enriquecerte».
En el contrato que firmó con la familia establecieron que trabajaría una media de 3 a 4 horas diarias cuidando a los niños y ayudando en pequeñas tareas a cambio de 260 euros mensuales y cuatro semanas de vacaciones pagadas. «Esas pequeñas tareas se ha convertido en limpiar, pasar la aspiradora dos veces por semana y planchar la ropa de todos cada vez que salga una lavadora. También sacar la basura y limpiar la cocina después de cada comida». A pesar de ello, Alba valora positivamente el trabajo que tiene que realizar, por lo que prorrogará su estancia con la intención de empezar una carrera allí. «Me gustaría quedarme aquí estudiando puesto que las
condiciones en mi caso son mucho más accesibles que en España hasta el momento».
Las experiencias negativas descritas no son la normal general, aunque pueden ir generalizándose si el sector de las au pair, claramente en alza, no empieza a regularse de una forma más definida. Ser au pair es una experiencia muy recomendable que enriquece en muchos aspectos. No obstante, es cierto que la elevada demanda de jóvenes dispuestas a conseguir un puesto a toda costa, genera ciertos excesos por parte de muchas familias que aprovechan la situación y convierten a las au pair en empleadas del hogar.
Es también responsabilidad de las interesadas en vivir esta experiencia el de ser cautas y consecuentes, analizando detenidamente las responsabilidades que van a contraer para no llegar a tener que soportar situaciones desagradables.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Joaquín Aldeguer. 2015.
Referencias:
Informe de Migrant Rights Centre Ireland: Part of the family? The experiences of Au Pairs in Ireland.
European Agreement on «au pair» Placement.
Informe: European Parliament. Citizens’ rights and constitucional affairs. Abused Domestic Workers in Europe: The case of au pairs. 2011.
ABS-CBNnews.com. (2 de noviembre de 2014). DFA urged to check on Pinoy au pairs in Denmark. ABS-CBNnews.com. Recuperado el 25 de abril de 2015, desde:
Cliodhna Russell. (17 de febrero de 2015). Expensive childcare is leading to an increase in underpaid au pairs in Ireland. The Journal. Recuperado el 25 de abril, desde:
Niamh Horan. (22 de febrero de 2015). Live-in au pairs paid €2 an hour in 'slave wages'. Irish Independent. Recuperado el 25 de abril de 2015.
Mark O’Regan. (6 de marzo de 2015). Young women working as au pairs are demanding the introduction of a minimum wage to combat growing exploitation. Irish Independent. Recuperado el 25 de abril de 2015.
Evelyn Ring. (7 de marzo de 2015). Labour of Love campaign fights for rights of au pairs. Irish Examiner. Recuperado el 25 de abril de 2015.
Volver al número actualPor Miguel Dávila, 29 may 2015, en Cine.
Desgraciadamente, son más los casos que has comentado (quizás algunos no llegan hasta esos extremos) que los que realmente la experiencia resulta plenamente positiva, y con eso me refiero a que se cumplen en gran parte los criterios acordados.
Lo peor de todo es que las aupair somos chicas jóvenes (me incluyo porque el año pasado también lo fui) que apenas conocemos de nuestros derechos, somos, por regla general personas preparadas y motivadas, intentamos buscar un sitio donde desarrollarnos y aunque la experiencia sea negativa y de todo se aprende, en el momento es difícil verlo.
Increíble que el gobierno eche la mirada hacia otro lado...¿no habría manera de regular legalmente eso? Y no me refiero a agencias, sino algo regulado adecuadamente, si lo hubiese o se pusiera en marcha alguna iniciativa seria la primera en formar parte y colaborar.
Un saludo
Estando allí conocí a otras au pairs y muchas de ellas estaban viviendo una experiencia completamente distinta. Una de ellas trabajaba 8h/día ganando 50 libras a la semana y siempre le pedían más. Se acabó cambiando de familia; otra empezó siendo todo de color de rosa y a los dos meses estaba desquiciada. También se cambió; algunas aguantaron hasta el final por diversos motivos.
Si echáis un vistazo a la web que he puesto, veréis que es un blog que relata experiencias de au pairs (las primeras entradas), escribíamos entre varias personas y, claro, hay de todo.
Deberían obligar a hacer un contrato a nivel europeo para au pairs, por lo menos para asegurar un mínimo de protección.