Retaguardia, dificultad y sufrimiento: 'La tumba de las luciérnagas'
CINE

Retaguardia, dificultad y sufrimiento: 'La tumba de las luciérnagas'

    Isao Takahata dirigió en 1988 Hotaru no Haka, un anime de calidad con el sello del Studio Ghibli, que trasciende la diferencia entre animación e imagen real para conformar una de las mejores películas antibélicas de la historia del cine.

 


        «El día 21 de septiembre de 1945, yo morí». (Hotaru no Haka)


    Hotaru no Haka es una auténtica joya del cine de animación, una obra espectacular en lo estético y en lo técnico, dirigida por Isao Takahata, cofundador de la ya mítica productora de animación japonesa Studio Ghibli. Esta película se realizó en una fecha muy importante para el estudio, coincidiendo con otro de los grandes títulos dentro del catálogo Ghibli: Tonari no Totoro (Mi vecino Totoro, dirigida por Hayao Miyazaki). Muy al contrario que la entrañable película de Miyazaki, esta producción destila un regusto amargo por su crudeza y realismo, alejándose de un público eminentemente infantil para adentrarse en una perspectiva plenamente adulta. El tema central ya es suficientemente revelador de su orientación hacia un público maduro: la supervivencia de un chaval de catorce años y su hermana pequeña de cinco en el Japón bombardeado sin piedad a finales de la Segunda Guerra Mundial.

 

 

 


    El argumento se basa en la obra homónima autobiográfica de Akiyuki Nosaka, publicada en 1967, aunque en los créditos el propio director aparece como coguionista. En el inicio, el cuerpo agonizante del joven Seita en un metro japonés centra la acción, mientras su espíritu se externaliza y pronuncia una frase lapidaria: «El día 21 de septiembre de 1945, yo morí». El núcleo de la narración se plantea en forma de flash-back, retrocediendo varios meses y posicionándose en la ciudad japonesa de Kobe, donde Seita y su pequeña hermana Setsuko viven junto a su madre, mientras su padre está sirviendo en la marina imperial. Al escuchar las alarmas de bombardeo, la familia se apresura a enterrar sus pertenencias y víveres, así como a coger lo necesario para dirigirse a los refugios. Mientras los aviones aliados asoman por el horizonte, los pequeños y su madre resuelven reencontrarse después, momento en el que una tupida estela de bombas incendiarias planeadoras cubre el cielo; para después crear un auténtico infierno que devasta el vecindario y gran parte de la ciudad. Seita es informado poco después de que su madre se encuentra gravemente herida en una escuela, así que se dirige hacia allí con Setsuko. Las quemaduras de su madre son tan terribles que ésta dura muy poco tiempo con vida, así que Seita decide, como habían previsto en casos extremos, dirigirse fuera de la ciudad, a casa de una tía lejana, mientras oculta la realidad a Setsuko para ahorrarle el sufrimiento. La vida con su tía se va haciendo cada vez más difícil, puesto que ella ve un deshonor en que Seita «no haga nada por su país». Los desplantes y el reparto desigual de las raciones (incluso las que el chico rescató de entre los escombros de su casa) provocan varios enfrentamientos hasta que finalmente Seita toma la decisión de abandonar la casa y establecerse por su cuenta con su hermana en un pequeño refugio abandonado. La vida no se presenta nada fácil para los hermanos, sin apenas dinero, ni pertenencias, ni facilidades para conseguir comida, pero Seita intenta por todos los medios seguir adelante, incluso animando a su hermanita con esas mágicas luciérnagas que rodean su nuevo hogar. Pero el esplendor nocturno de las luciérnagas es una magia que dura poco, así como la cruda realidad comienza pronto a hacer mella en los hermanos. Ni siquiera la lata de caramelos rescatada de las ruinas de su casa, recibida por Setsuko como un maravilloso regalo, sirve como consuelo ante el sombrío horizonte que tienen por delante.

 

 

 

 


        «No se trata de una película bélica más, sino de una producción que habla de forma directa y sincera de la trastienda de las guerras, esa realidad que no se suele ver, la que sufre la población civil, la que no suele salir en las estadísticas o es "letra pequeña" frente a las bajas en el frente».


    No se trata de una película bélica más, sino de una producción que habla de forma directa y sincera de la trastienda de las guerras, esa realidad que no se suele ver, la que sufre la población civil, la que no suele salir en las estadísticas o es «letra pequeña» frente a las bajas en el frente. Y, en este caso, la crudeza recreada a través de la animación se une a la inevitable emoción transmitida por sus protagonistas menores de edad. No es de extrañar que esta película sea considerada como una de las mejores producciones antibélicas del cine mundial, con el añadido de retratar una realidad que Occidente no conoce tan bien como el terrible frente europeo oriental, el Desembarco en Normandía o el Holocausto judío. En esta película se trata la dura situación sufrida por la población civil de Japón en la Segunda Guerra Mundial, en cuyas postrimerías ciudades enteras fueron arrasadas mediante bombardeos indiscriminados por parte de los aliados, que pretendían evitar de este modo una invasión por tierra del territorio metropolitano japonés, un proyecto descartado por los inadmisibles cálculos del coste en vidas humanas. En vez de eso, sabedores de la patente inferioridad de las diezmadas fuerzas militares japonesas y de la férrea voluntad de resistencia tanto de militares como de civiles, los aliados decidieron amedrentar en lo anímico y agotar en lo material a la sociedad japonesa para forzar la rendición del Imperio. Y todo esto sin contar las infames bombas atómicas lanzadas sobre territorio japonés en 1945, dos atentados a la humanidad que probablemente ahorraron más muertes en el frente, consiguiendo la rendición final de Japón, pero que se llevaron por delante la vida de cientos de miles de inocentes y generaron secuelas que llegan hasta nuestros días. En cualquier caso, el plano final de la película, en el que aparece la moderna ciudad de Kobe, habla mucho de la intención de recordatorio positivo y de superación de la adversidad que emana la película.

 

 

 


    Hotaru no Haka es probablemente una de las mejores películas de animación de la historia, un hecho refrendado por las muchas opiniones que la consideran desde hace tiempo como todo un clásico, y no sólo por su espectacularidad visual (con técnica tradicional, sin añadidos digitales), sino también (y sobre todo) por la enorme emoción que transmite, por ser una de las películas que han demostrado mayor espíritu antibélico, aunque sea por su absoluta y descarnada sinceridad. Una película esencial, aunque poco recomendable para un día de «bajón» anímico por ser tan directa y estremecedora, a no ser que el interesado se aplique en la misma jornada un visionado de la coetánea Tonari no Totoro como antídoto más cercano y lógico. Ver ambas cintas de una tacada es toda una experiencia.


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Pies de foto:


[Todas las imágenes] Isao Takahata (dir.) (1988) Hotaru no Haka (largometraje, 85'). Japón: Studio Ghibli.

 


Enlaces de interés:


Ficha técnica en IMDb. Recuperado el 12 de enero de 2014, desde: http://www.imdb.com/title/tt0095327/


Ficha técnica en FilmAffinity. Recuperado el 12 de enero de 2014, desde: http://www.filmaffinity.com/es/film582716.html

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