El alma infinita: un acercamiento a la esencia de Claude Cahun
ARTE

El alma infinita: un acercamiento a la esencia de Claude Cahun

    Aproximación a la obra polimórfica de la artista surrealista Claude Cahun. Destacando la poética personal que en el mismo desarrolla, siempre basada en la originalidad como principio de supervivencia y en el cuestionamiento del yo como método de estudio de los géneros impuestos y de la identidad del hombre. Siempre teniendo en cuenta las relaciones sociales y personales que le permitieron continuar su fehaciente búsqueda de sí misma.

 


        «Yo era incapaz de apreciarla, y se entiende: apasionada, casi histérica, indigna… ¡y muy lejos de envidiar, odiaba tanto toda la serenidad del mundo! El Andrógino».


    Hay siglos que no han sido justos con sus habitantes. Sobre todo si se trata del siglo XX, a partir de los años 40, cuando muchos de sus más célebres artistas tuvieron que salir de sus países, exiliarse en cuerpo y alma o, directamente, morir de pena.


    En el caso de la artista que nos ocupa, el trauma que supuso para ella la invasión nazi desempeño un papel revelador en su trabajo, así como en sus reivindicaciones y asociaciones políticas, tanto en los círculos literarios de Nantes y Paris, como en el grupo surrealista, con Breton a la cabeza, Contre-Attaque, fundado en 1935, y donde junto a su compañera sentimental, Suzanne Malherbe o Marcel Moore, como se hacía llamar, colaboró activamente con fotografía de denuncia.


        «Se podría decir que el principio de su trabajo fue la defensa a ultranza de la no existencia de verdades absolutas, todo para ella era poliédrico, con multiplicidad de visiones y complementarios géneros y valores».


    Se podría decir que el principio de su trabajo fue la defensa a ultranza de la no existencia de verdades absolutas, todo para ella era poliédrico, con multiplicidad de visiones y complementarios géneros y valores.


    Nuestra artista era judía, lesbiana, se llamaba Lucy. Cuando decidió ser ella misma, se cambió el nombre. Tomó uno que en francés sirve tanto para hombre como para mujer, Claude. Y en los años 20 decidió raparse la cabeza, para que nadie la catalogara por su apariencia. Por cierto, no ha sido reconocida hasta finales del siglo XX como una de las más importantes artistas surrealistas, no sólo por su trabajo individual, sino por las influencias que ejerció posteriormente en el ámbito literario, teatral y artístico en toda Europa.

 

 

 


   Todo su trabajo es una tesis sobre la personalidad y sus pliegues, sobre la identidad y su continuo esfuerzo por sobrevivir en una sociedad altamente condicionada por estereotipos y establecimientos ideológicos.


   Es curioso que esta mujer se relacionara desde un principio con el círculo surrealista de Paris, sobre todo porque, y a la relectura de Recherches sur la sexualité[1] de José Pierre me remito, era un entorno declarado heterosexual, misógino y machista.


   A pesar de ser uno de los grupos intelectuales donde más brillaban las mujeres, Dora Maar, Gertrude Stein, Lee Miller, no se trataba de un proyecto liberador, ni liberado sexualmente en cuestiones de género.


        «Claude Cahun ha sido recuperada de esta lista de grandes mujeres artistas, de muy diversas disciplinas, que no pasaban de ser consideradas simplemente amantes, musas, secretarias y un largo etcétera de adjetivos lejanos a su verdadera capacidad artística y personal»


   Gracias a la curiosidad de unos cuantos y a la justicia de los dioses, Claude Cahun ha sido recuperada de esta lista de grandes mujeres artistas, de muy diversas disciplinas, que no pasaban de ser consideradas simplemente amantes, musas, secretarias y un largo etcétera de adjetivos lejanos a su verdadera capacidad artística y personal.

 

 

 

 

   Habiéndose educado en una familia burguesa intelectual, sus primeras lecturas fueron directamente recomendadas por Gustave Flaubert, pues era íntimo amigo de su abuelo. Detalle que nos da pie a pensar en la fuerza con la que se inició en el mundo del arte y las letras. Siempre apoyada por su padre y ,ya más tarde, por la que sería su hermanastra y su compañera de por vida, Suzanne Malherbe, fotógrafa y diseñadora gráfica de gran talento y reconocido prestigio, cuyo trabajo inspiró a Michaux en Rêve de Moore. Ambas eran miembros en la Association des écrivains at artistas révolutionnaires de París.


   La primera publicación que hizo Claude Cahun, pues su obra no es sólo fotográfica e ilustrativa, fue en el Mercure de France, el 16 de mayo de 1914, bajo el seudónimo de Claude Courlis. Es curioso que 'courlis' significa chorlito real, y es posible que hiciera mención a la curvatura de su cara, lo que se puede apreciar magistralmente en su, a mi juicio, mejor autorretrato que tiene, el de 1928.


   Sería en 1917 cuando comenzara una nueva vida, cambiando su nombre y, por consiguiente, su identidad. Tomando prestado el apellido de un tío suyo bibliotecario (dato revelador por el acercamiento hacia el ámbito intelectual tan importante para ella) que se llamaba Leon Cahun.


   Sus gustos literarios la permitieron una relación con Sylvia Beach, de quien tomó varias fotografías, y con Adrienne Monnier, la dueña de la librería Aux amis del libres, lugar de peregrinación de nombres como Rilke o Joyce. Ya en 1925 su imperiosa voracidad intelectual da más frutos que las esporádicas publicaciones en periódicos y revistas, e introduce en sus trabajo el teatro, con Théatre esotérique.


        «La obra de Claude Cahun fue una continua mascarada teatral, una práctica performativa con algo verdadero escondido muy dentro, sólo a ojos de unos pocos».


   Sin duda, la colaboración que más la marcó personal y profesionalmente, fue la que realizó en La disque vert, con Antonin Artaud, donde escribía sobre el mundo onírico en un espectacular texto mostrando a la familia como ralentizador de la individualidad del hombre.


   Si tuviéramos en cuenta la definición que da Judith Butler en El género en disputa (1990), podríamos tildar las siguientes acciones de Cahun como performativas, por su capacidad transformadora y su rechazo del realismo, así como la articulación excesivamente marcada en sus intervenciones, muy al estilo de Alfred Jarry.


   En realidad, la obra de Claude Cahun fue una continua mascarada teatral, una práctica performativa con algo verdadero escondido muy dentro, sólo a ojos de unos pocos. No es un palimpsesto que cuando se revela muestra la verdad absoluta, pero porque no la hay, porque Cahun, como Foucault, sabe que lo único que pretende la sociedad es identificar, categorizar o fichar los sexos verdaderos, para «secuestrar» la verdadera dimensión del sujeto que lo defiende.


   Por eso la distorsión de todo lo que hacía, como medio de supervivencia. En veinte años tendrá muchos colores de pelo, diferentes extensiones en el mismo, vestirá de muy diversas índoles, etc. Todo dentro de un travestismo buscado, con el único fin de entreverar fórmulas estilísticas que impidieran clasificar su trabajo en un género concreto. Algo así como la stream of consciousness que podíamos ver en su literatura.

 

 

 


   Porque la obra literaria de Claude Cahun es la gran desconocida de toda su producción artística, sin embargo, para ella el privilegio era escribir, de ahí la publicación en vida de tres libros y múltiples artículos, lo que la llevaron a ser definida por Dora Maar como «la filósofa». Toda su evolución literaria está llena de ambivalencias que, en ocasiones, no dejan a la vista sino un ápice de lo que verdaderamente ella quería. Es por esto que cuando escribía lo consideraba un acto de rebeldía hacia sí misma y un ejercicio de autoconocimiento: «Basta decir que escribo, que deseo escribir ante todo contra mí».[2]


   De hecho, la gran influencia literaria para Claude Cahun no fue sino su tío Marcel Schwob, a quien dedicaría un estudio en 1920 y que estaba considerado como uno de los más importantes representantes de la corriente simbolista francesa. Sus cuentos titulados Héroïnes estaban catalogados como biografía de ficción, no sólo por la representación de hechos reales en ellos, sino por la connotación poética de los desvíos sutiles que en el lenguaje textual se apreciaban.


   En todos ellos, la autora establece un juego de contrastes sobre la identidad de la mujer, que supusieron un desafío en toda regla para las teorías feministas. Seguiría escribiendo hasta 1929, cuando completa su obra escrita durante diez años y la acompaña con fotomontajes realizados por Suzanne. La obra se llamaría Aveux non avenus, y fue publicado por Ediciones Carrefour en 1930, en París. No se puede comprender ni aproximarse a la obra artística de Claude Cahun sin una lectura de esta autobiografía, dado que, por su sobredimensión psicológica, la poética de metamorfosis que en ella hace, así como la teatralización de los géneros que en ella se contempla, es y será el compendio perfecto de las claves de su esencia como artista.


        «Tantos encuentros fortuitos-necesarios se producen para cada uno de nosotros, y tan precarios, que el día más bello de nuestra vida, el más triste, bien podrían pasar desapercibidos».


   Me aventuro a pensar que la lectura de Rimbaud fue decisiva para ella, sobre todo por la escenificación de las identidades, no sólo en sus poemas, cuentos o aforismos, sino también por lo mostrado en casi toda su obra fotográfica.


   A partir de 1932, con su acercamiento espiritual a André Breton, donde publicaría de nuevo un trabajo artístico conjuntamente a Suzanna Malherbe, sería cuando comience a radicalizar los principios artísticos que a posteriori la harían única.


        «Todavía espero de la vida la circunstancia fulminante que, sirviéndome de criterio, me permita dar definitivamente el paso a tal o cual encuentro cuya importancia y significación no han dejado de iluminase, de oscurecerse a mis ojos, de ganar y de perder. El único encuentro que ha presentado un papel capital en todos los instantes de mi vida se produjo antes de mi nacimiento. Sin duda no se me ocurriría este hecho común, evidente, y que sólo puedo utilizar retóricamente si, desde que yo recuerde, no tuviera el sentimiento familiar, pero siempre irritante, de que mi destino se juega en gran parte al margen de mí y casi sin saberlo. Esta irritación me lleva a oponer dos términos "fortuito" y "necesario". Desde un punto de vista subjetivo y fragmentario todo me parece idealmente fortuito y examino los innumerables móviles que lógicamente deberían contrarrestar la irrupción de cualquier coincidencia aislada de sus causas. Pero, a poco que me remita materialmente al conjunto de los objetos y a poco que encadene, por fuera de lugar, por desproporcionados, por imponderables que me parezcan algunos eslabones, se impone la necesidad de la aproximación más fortuita. Y lo que todavía se me escapa ya no es nada más que ignorancia. Tantos encuentros fortuitos-necesarios se producen para cada uno de nosotros, y tan precarios, que el día más bello de nuestra vida, el más triste, bien podrían pasar desapercibidos. Así pues, admitiré que lo viví atravesándolo sin verlo, ese encuentro capital, si nombrarlo así no me indicara suficientemente que no se puede sobrevivir a él».[3]


   Sería el principio de algo infinito, un encuentro entre Claude Cahun y su potencialidad artística, personal, espiritual. En palabras de André Breton: «Encuentro también —y no hago más que repetírselo— que debería escribir y publicar. Sabe muy bien que pienso que es uno de los espíritus más curiosos de este tiempo (de los cuatro o cinco) pero calla usted a placer».


   Es la obra literaria de Cahun la contrapartida indispensable del trabajo fotográfico que realizó a lo largo de su vida. No podría decir si cayó en las redes del surrealismo, del simbolismo o de cualquier otro ismo artístico. Sí podemos concluir que, por su parte, nunca cedió a éticas que le quitaran un ápice de singularidad y originalidad a todo lo que hiciera. La prueba es que a pesar de lo que poco que fue considerada su obra, sigue siendo, actualmente, el foco de todo buscador de libertad.


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Pies de foto
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[Imagen principal] Claude Cahun (1947) Autorretrato. Gelatina de plata sobre papel, copia de época. Jersey Heritage Trust.


[Segunda imagen] Suzanne Malherbe (1930) «Plancha de collage a partir de fotografías de Claude Cahun». Serie Confesiones mal avenidas. París.


[Tercera imagen] Victor Brauner (1936) Sadismul Adevarului. París. 


[Cuarta imagen] Claude Cahun (1929) Autorretrato. Gelatina de plata sobre papel, copia de época. Museé des Beaux-Arts de Nantes.

 


Bibliografía:

 

[1] Pierre, José. Recherches sur la sexualité. Archives du surréalisme, París. 1990.


[2] Cahun, Claude. Comunne, nº 4, diciembre 1933. Paris.


[3] Cahun, Claude. Minotaure, nº 314, diciembre 1933. París.

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Elvira Ramos
Creadora, humanista y nada teórica. Enamorada de Antonin Artaud y de Alejandra Pizarnik. Escribe mentiras para hacerlas realidad, o eso dice.
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