La portada
En la era de internet, la información al minuto, el móvil y la tablet, aún queda un muro de contención que alberga en su interior un pequeño oasis de conocimiento y sabiduría. ¿Se animan a conocerlo?
Pasan los años y avanzan las tecnologías, y por lo tanto, la forma de ofrecer contenidos audiovisuales al ciudadano, con cada vez más puntos de acceso y más variabilidad a la hora de obtener información de actualidad al instante. Primero fue el boca a boca, posteriormente empezamos a impregnar tinta en papel, para después atacar esas ondas invisibles a nuestro ojo y deleitarnos con la radio. Más tarde llegó la televisión, ese inquietante invento que tanto bien y a la par tanto mal ha causado, hasta la llegada de Internet y todo lo que ello ha conllevado, ofreciéndonos muchos más contenidos de los que siquiera somos capaces de asimilar y con los que hay tener cuidado, ya que pueden transformarte en un ente paranormal y extraño que se cree borracho de conocimientos: el «listillo».
Decía alguien que hay tres tipos de personas: los que saben mucho de algo en concreto, los que saben menos pero de un campo espectral más amplio, y los que no saben de nada pero hablan de todo como si en sus manos estuviera la responsabilidad de hacerle entender al mundo cosas que el mundo no es capaz de entender por sí mismo. De estos últimos siempre ha habido, pero no van a negarme que hay muchos más desde que existe la Wikipedia.
«Decía alguien que hay tres tipos de personas: los que saben mucho de algo en concreto, los que saben menos pero de un campo espectral más amplio, y los que no saben de nada pero hablan de todo como si en sus manos estuviera la responsabilidad de hacerle entender al mundo cosas que el mundo no es capaz de entender por sí mismo».
Pero no iba por ahí en concreto, no. Hoy, estimados lectores, quiero romper una lanza a favor de los profesionales encargados de diseñar las portadas de los periódicos de información general. Esa pobre gente escondida tras el telón y que no ve recompensado como se merece tamaño trabajo. Esa gente que no sólo diseña una simple portada, sino que diseña un pensamiento, que capta la atención del lector y puede llegar a convertir el mensaje en un dogma de esos que son capaces de dividir un país entero. Esa gente que encuentra la imagen perfecta para acompañar los resultados de las encuestas totalmente neutrales, y que no están sujetas a ningún tipo de manipulación editorial. Esos enormes profesionales que, sólo con un pequeño retoque de edición, consiguen multiplicar a las personas en una foto, y multiplicar así el tamaño de la opinión que el lector rebaña de dicho diseño, y que le permite estar en posición de decirle a su colega en el bar que «no tiene ni puta idea» de sea cual sea el tema que estén discutiendo.
Ya no hace falta consultar internet, escuchar la radio o perder el tiempo entre anuncio y anuncio en la televisión. Les animo a todos a que se den una vuelta todas las mañanas por el quiosco de prensa del barrio, y les echen una ojeada a las portadas. Puedo asegurar que se bebe uno el café sabiendo un poco más, pero sabiendo lo justo, no como con internet, que te aporta tanto que acabas leyendo hasta los anuncios de corte dudoso que colocan en los laterales de las páginas. Les prometo que si algún día la vida me sonríe lo suficiente como para poder llegar holgado a fin de mes, me compraré uno por uno todos los periódicos españoles y recortaré las portadas durante un año entero, y con ellas haré un collage del tamaño del extinto Muro de Berlín. Después, les invitaré a todos para que vengan con gasolina y, en un gesto de simbolismo romántico, le prendan fuego.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Carolina Jiménez (2014) La portada.
Por Miguel Dávila, 12 ene 2014, en Cine.
Por Elvira Ramos, 13 ene 2014, en Arte.