La farsa
Crónica de una revolución a través de la pantalla del ordenador, solucionando los problemas del mundo a golpe de ratón.
La primera vez que tuve acceso a Internet se abrió un mundo nuevo para mí, y supongo que lo mismo les ocurriría a todas las personas en el momento en que hicieron doble clic en ese misterioso icono con una «E» azul en el escritorio de su ordenador.
En los primeros años no parabas de entrar en páginas y más páginas absorbiendo información y descubriendo ese nuevo universo que se abría ante ti, y te planteabas filosóficamente cómo habíamos podido llegar a crear algo así. Noticias de actualidad, deportes, música y sobre todo mucho porno. Era genial.
Cuando pasó un tiempo, yo personalmente reduje mi navegación a 4 ó 5 páginas que me proporcionaban la información que consideraba necesaria, aderezada con muchas descargas tanto de música como de cine y televisión. Espero por Dios que el gobierno no me encarcele por lo que acabo de escribir.
Era reacio a introducirme en el mundillo de las redes sociales hasta que un día estaba dando mis datos a vaya usted a saber quién para poder crearme una cuenta de Facebook. Desde entonces sumé a mis 5 páginas de cabecera este nuevo gigante virtual, unido a 200 millones de páginas más a las que entro gracias a los enlaces que van publicando amigos y conocidos.
«Si un "amigo virtual" descubre una información y la comparte en alguna red social, sus 200 contactos pueden consumirla en cuestión de segundos».
Es aquí donde me empieza a resultar curiosa la manera en la que funcionamos en estos años en los que todos estamos cabreados y hastiados de los problemas e injusticias que hay en el mundo. Gracias a las redes sociales el nivel de acceso a la información ha subido en gran cantidad respecto al que había antes, ya que si un «amigo virtual» descubre una información y la comparte en alguna red social, sus 200 contactos pueden consumirla en cuestión de segundos, adquiriendo ese toque viral que tantos calentamientos de cabeza le suponen al gobierno de turno.
Todo esto es bueno hasta que la situación se repliega en sí misma, convirtiéndonos en revolucionarios de tecla y ratón que creemos arreglar el mundo compartiendo una noticia, tirándonos un cubo de agua helada por encima, escribiendo en la «biografía» una reflexión que a pocos nos importa lo más mínimo, dando a «Me gusta» en determinadas páginas o escribiendo un artículo para un magazine cultural criticando todo lo anterior desde la comodidad de tu sofá.
Veíamos cantidades ingentes de pornografía, pero no éramos tan hipócritas.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Carol Jiménez (2014). La farsa.
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Por Giuseppe Brunetto, 30 sep 2014, en Cultura.