La crítica
SOCIEDAD

La crítica

    Crónica de la utilización de la destrucción como arma arrojadiza de palabras bastardas.

 


    Heredaron una bonita casa en un buen barrio de la ciudad, y decidieron abandonar la suya para poder mudarse al nuevo hogar, pensando que quizás habitando una casa de buen ver en una zona exclusiva, pasarían a convertirse, por lo tanto, en gente de bien. La casa, aunque bonita, estaba ya un poco marcada por los años, por lo que decidieron hacer unas leves reformas para adaptarla correctamente y que no fuese tan evidente el golpe inexorable del tiempo contra sus paredes.

 
    Vivieron años allí, en paz y gloria, refugiados en su maravillosa nueva vida en su exclusivo barrio; acallando los gritos y tapando las grietas.

 

    El día en que los padres murieron, la hija mayor fue la elegida para seguir conservando la preciosa morada. Evidentemente, los años que pesaban en la piel de la hija también pesaban en las paredes de la casa, a la que otras cuantas reformas dieron una nueva cara; pero sin embargo ya no podía disimular la vejez ante los vecinos que paseaban alrededor.

 

    La evidencia empezó a hacerse notar en forma de tuberías rotas, una instalación eléctrica más que anticuada que hacía que la luz desapareciese a la mínima carga, humedades sangrantes en todas las habitaciones...

 

    Aguantó y aguantó. Reformó y reformó y durante más años de los que incluso parecía, la hija seguía defendiendo su hogar y vendiéndolo como el más bonito del barrio. La pasión por su hogar tornó en locura, y la locura en depresión. La casa ya no sólo no estaba de buen ver sino que decoloraba el barrio entero, hasta el punto de que los vecinos, reunidos en comunidad, decidieron tomar la decisión que ella debería haber tomado hacía ya muchos años: destruir la casa.

 

    La depresión volvió a tornar en locura en la castigada mente de la propietaria, ya que para ella no tenía sentido destruir la vivienda, por el simple hecho de que después no tendría una en la que vivir.

 

    Los vecinos, como siempre organizados en comunidad, explicaron a la mujer que, en la mayoría de las ocasiones, no se destruye por destruir, convirtiendo este hecho en algo gratuito y banal. La destrucción implica construcción. La construcción tras la destrucción implica mejorar lo que de otra forma ya no se puede mejorar, porque si algo está podrido, podrido se quedará.

 

    Y entre todos construyeron un nuevo hogar, mejor y más bonito de lo que nunca fue antaño la casa. 


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Pies de foto:


[Imagen principal] Carol Jiménez (2014) La crítica.

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Kike López
Guitarrista en MundoZero. Técnico en Sistemas de Telecomunicación. Técnico de Sonido. Melómano empedernido.
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Nicolás CastellViñeta mensual