Progreso técnico y acumulación de capital
Hoy en día estamos acostumbrados a vivir en una sociedad de continuo cambio donde la tecnología no deja de sorprendernos una y otra vez incrementando nuestra frontera de posibilidades de producción. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, esta situación es muy reciente.
En la etapa del Paleolítico, según los historiadores la definen desde 2,5 millones hasta 10000 años A.C., que abarca nada más y nada menos que el 99% de la Historia del Hombre, la actividad económica se limitaba a la pesca, la caza y la recolección. En general, todos los productos eran consumidos en el acto, por lo que no existía el concepto de excedente.
El concepto de excedente, parte de lo producido no consumida, no aparece hasta la etapa del Neolítico (10000 hasta 4000 A.C.). Se produce una revolución tecnológica. En esta época era frecuente que los productos obtenidos se compartiesen entre todos los miembros de las tribus, existía pues, la propiedad común. Sin embargo, unas tribus comienzan a especializarse en la agricultura, otras en la ganadería y otras en la pesca. Fruto de esta especialización surgen nuevos instrumentos más eficaces, que son aplicados en dichas actividades. La productividad se dispara. Por primera vez en la historia, el Hombre del Neolítico produce más de lo que consume, surge la posibilidad de acumular el excedente económico.
Esta acumulación del excedente económico, impulsa el intercambio entre las distintas tribus lo que incentiva todavía más el progreso técnico. Por tanto, el intercambio surge por la acumulación del excedente, por la posibilidad de sacar provecho de aquello que no se consume. Este intercambio potencia la especialización y ésta, a su vez, el intercambio. Producto de este círculo virtuoso es el continuo crecimiento del excedente económico.
Con la aparición de los metales (4000 A.C.) es posible fabricar herramientas mucho más eficaces. Este progreso técnico es muy importante ya que posibilita un nuevo incremento de la productividad y éste, a su vez, el crecimiento del excedente. Comienza el intercambio de materias primas por productos elaborados entre distintas regiones del mundo. Los metales eran extraídos y comprados en unos países (Persia, España, Britania y Bohemia) por aquellos otros países que poseían el conocimiento técnico (Egipto, Grecia, Mesopotamia y Roma). Estos países pagaban con productos elaborados las materias primas compradas en aquellos otros países.
Con la acumulación significativa de excedente, aparece el concepto de riqueza y el surgimiento de una sociedad desigualitaria, frente a la sociedad del Paleolítico en la que todos eran iguales, eso sí, igualmente pobres. El estudio del Neolítico muestra que el intercambio no aparece hasta que no existe el excedente y éste es producto del progreso técnico.
De este modo, durante 6000 años, la agricultura generaba la mayor parte de puestos de trabajo a nivel mundial. En 1800, el 75% de la población mundial trabajaba en el sector primario, el 15% en el sector secundario y el 10% en el sector terciario. Sin embargo, un nuevo progreso técnico hace que la productividad se incremente de forma exponencial, motivando que la industria comience a absorber población agraria: irrumpe la primera revolución industrial.
«El intercambio surge por la acumulación del excedente, por la posibilidad de sacar provecho de aquello que no se consume. Este intercambio potencia la especialización y ésta, a su vez, el intercambio».
Cada vez más capitales y fuerza de trabajo se invierten en la industria, ya que las mejoras tecnológicas y en la organización industrial, hacen que la productividad aumente y con ella el excedente económico. Con la automatización, es posible obtener la misma cantidad de productos empleando un menor número de trabajadores y en menos tiempo.
Durante los siguientes 150 años, la evolución del sector secundario fue tomada como índice máximo de progreso económico de un país. Sin embargo, desde mediados del S.XX el sector terciario empieza a coger el relevo incrementando progresivamente su peso en la creación de puestos de trabajo. En la actualidad, dos de cada tres nuevos puestos de trabajo son creados por este sector. Este proceso de paso de recursos del sector primario al secundario y de éste al terciario se conoce como terciarización de la economía y es un claro signo de progreso económico.
Al inicio del S.XXI internet transforma el mundo. Con las nuevas tecnologías el tiempo y las distancias dejan de ser grandes obstáculos en las transacciones económicas, por lo que el intercambio se vuelve completamente global. Progreso técnico, productividad y excedente no paran de crecer.
Charles Wheelan en su libro “Economía al desnudo” (2002) describe mediante un claro ejemplo, el impacto del progreso técnico en el excedente: «En 1870, un hogar medio, necesitaba 1800 horas de trabajo simplemente para adquirir la alimentación necesaria para todo un año. Hoy se necesitan 260 horas. La media anual de horas trabajadas, a comienzos del S.XX, eran 3100. Hoy son 1730. El PIB per cápita, ajustado a la inflación, era de 4800$ hoy es de 31500$. En la actualidad, la línea de pobreza está al nivel de ingresos reales que apenas alcazaba el 10% de la población mundial hace un siglo».
Keynes decía: «A largo plazo, la productividad lo es todo» y hoy somos más productivos porque estamos mejor formados, estamos más sanos, tenemos mayor acceso al capital y a la tecnología y disponemos de una infraestructura pública mejor.
En mi opinión, la gasolina de este círculo virtuoso es la especialización. Creo que nos dirigimos hacia una sociedad en la que el Hombre del futuro será muy bueno en algo, pero eso sí, sólo en ese algo. Si esto sucediese, la dependencia respecto a los demás sería aún más intensa de la que es a día de hoy. Ante un problema, por más sencillo que fuese, es muy probable que nos viésemos obligados, debido a nuestro desconocimiento, a contactar con un especialista para que lo solventase. Además, no puedo dejar de acordarme, con cierta añoranza, de aquellos pensadores de antaño que tenían una sólida formación en múltiples disciplinas. Tener una formación extremadamente sólida en una materia requiere, ya que el tiempo de que disponemos es un recurso muy escaso, renunciar al aprendizaje de otras muchas disciplinas y, consecuentemente, creo que es muy probable que la percepción individual que pueda tener la sociedad del futuro sobre la propia vida varíe significativamente. Dependencia extrema y desaparición de un aprendizaje multidisciplinar, son pues, dos de los grandes peligros a los que se enfrenta la sociedad del futuro, siempre y cuando continúe repitiéndose este círculo virtuoso que ha tenido lugar una y otra vez a lo largo de la historia: división del trabajo, especialización, progreso técnico, productividad y excedente económico.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Sara Andújar (2014). Sobreproducción.
Por Giuseppe Brunetto, 30 sep 2014, en Cultura.