'El teatro de los prodigios', Ramón Merino
Ramón Merino Collado se alza como un prometedor escritor, dando buena cuenta de su maestría a través de un puñado de relatos, dejándonos con hambre de más.
Cuando hablamos de originalidad en una obra todo el mundo entiende que se trata de una creación ex novo, inexistente hasta el momento y diferenciable del resto; es decir, que surge de la nada como una entidad propia y única, solo reconocible a una autoría exclusiva. Podemos entender que existió originalidad en sentido estricto cuando se inventó la rueda, y aún así no tenemos la certeza de si su invención procede de un invento previo o surgió de la idea de un solo humano; de ahí que cuando hablemos de originalidad de una obra literaria dudemos de que la misma sea íntegramente original, pasando a entender la originalidad desde otra perspectiva conceptual.
De antemano reseñar que el libro de Ramón Merino Collado es original, y lo es si tenemos en cuenta la originalidad como «el arte de saber ocultar las propias referencias», siendo «el talento para innovar una cuestión de sustracciones y disfraces»; palabras éstas expresadas por el propio autor, que considero muy acertadas. Su originalidad por tanto procede del reconocimiento justo a los maestros, del beber de las fuentes primordiales de la literatura y de su habilidad de ensamblar géneros, estilos e influencias variadas (desde la música al arte, hasta los viajes y la ciencia); cuestiones que dejan su impronta en cada relato.
El teatro de los prodigios es una antología de cuentos fantásticos, más cercanos al estilo fantástico de autores como Cortázar, Calvino, Murakami o Kafka, que a las prescindibles y previsibles novelas superventas que todos conocemos. El libro se estructura en nueve relatos sobre los que Ramón Merino Collado despliega todo su arsenal de recursos literarios bien trabados, seguidos de una escritura amena, cercana al lector, tanto que a veces se dirige al propio lector, como ocurre en el cuento de terror «Los arquitectos del Infierno»; nos deleita con estructuras circulares donde las historias ni empiezan ni acaban («Si en la noche un extraño», «Círculos»); metaficción con tintes de género negro («Negro caldo primigenio»), imposibles romances virtuales («El verso que me dio el viento») y ciencia ficción en toda regla («Magna veritas»).
«Un universo encerrado en un teatro de variedades donde a pulso de relato se desentraña los más oscuros sentimientos y miserias, verdades ocultas de la condición humana; donde el autor actúa como perfecto conductor entre acto y acto, haciéndonos pasar del vómito a la risa, del terror a la fascinación sin que podamos despegar los ojos de su prosa».
Un universo encerrado en un teatro de variedades donde a pulso de relato se desentraña los más oscuros sentimientos y miserias, verdades ocultas de la condición humana; donde el autor actúa como perfecto conductor entre acto y acto, haciéndonos pasar del vómito a la risa, del terror a la fascinación sin que podamos despegar los ojos de su prosa.
Ramón Merino Collado se alza como un prometedor escritor, dando buena cuenta de su maestría a través de un puñado de relatos, dejándonos con hambre de más. Por otro lado, aunque convence en su manejo de los diferentes estilos literarios, su personalidad aún sigue fragmentada en cada cuento, sin que acertemos a adivinar quién es en su escritura. Esperemos que pronto nos deleite con una nueva obra «que al parecer está en camino—, donde pueda traspasar los géneros y ser él mismo: original.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Ryohei Hazze. Portada de El teatro de los prodigios (edición Ajec).
Por Xisco Garcia, 17 mar 2012, en Música.