El acento, nuestra herencia fonética
Es cierto que se puede saber mucho de alguien si analizamos su habla, pero su nivel cultural no se determina por el acento que tenga al expresarse. Existen tantas diferentes formas de pronunciar una palabra casi como número de personas que hablan el idioma al que pertenece el vocablo. Porque a pesar de lo que dictan las reglas fonéticas, no hay una manera oficial de pronunciar las palabras ya que todo el mundo, absolutamente todas las personas, hablan con acento.
Como si de una herencia fonética se tratara, cada persona, casi desde el mismo momento en el que empieza a hablar tiene un determinado acento. Con el paso de los años, detalles como la pronunciación, la fuerza de las jotas, la apertura de las vocales finales o la entonación más o menos musical que hacemos al expresarnos pueden determinar nuestra procedencia de igual modo que la riqueza del vocabulario utilizado, la concordancia de las frases y la fluidez en el habla dicen mucho de nuestro bagaje cultural.
En definitiva, somos lo que hablamos. Porque es en la comunicación en la que se demuestra la capacidad de cada persona para adaptarse a uno u otro entorno, y no me refiero a hablar otros idiomas, sino a entendernos con personas que hablan el mismo que nosotros, algo que a veces no es tan simple como podríamos pensar.
En español, como en cualquier otra lengua, existe una gran variedad de acentos, los cuales normalmente se circunscriben a un determinado lugar. No se puede generalizar diciendo, por ejemplo, que los andaluces tienen un acento muy marcado, porque dentro de una Comunidad Autónoma tan grande existen multitud de características lingüísticas y fonéticas propias que en algunos casos se diferencian sustancialmente de un pueblo a otro aunque se sitúen a pocos kilómetros. No todos los andaluces hablan igual, por lo tanto, como tampoco todos los canarios o gallegos tienen el mismo acento.
Hay quien se empeña en degradar a una persona por el acento que tiene, pensando que tener uno más marcado es signo de una mayor incultura, pero una persona con acento más pronunciado no habla peor que otra que tenga lo que se denomina acento neutro. Denominación incorrecta porque es imposible que alguien no tenga una forma personal de pronunciar las palabras, aunque sí sea cierto que algunos detalles en el habla sean más apreciables en unas personas que en otras.
«La tolerancia también debe existir en el lenguaje, porque hay que entender que todas las variedades de un mismo idioma son medios igualmente aptos para desempeñar la función principal del lenguaje: la comunicación».
Los acentos históricamente, además, se han utilizado como arma arrojadiza contra algunas comunidades, convirtiéndose incluso en la excusa para crear estereotipos o incluso jerarquizar territorios según su forma de hablar.
No es más culto quien mejor habla sino quien mejor se comunica. Y no lo es menos alguien, por ejemplo, que sesee mucho porque puede que alguien que no lo hace no tenga la cultura suficiente como para respetar esta característica lingüística. La tolerancia también debe existir en el lenguaje, porque hay que entender que todas las variedades de un mismo idioma son medios igualmente aptos para desempeñar la función principal del lenguaje: la comunicación.
La diferencia no es un pecado, el acento es un signo de identidad que debería ser conservado y del que sus hablantes deberían estar orgullosos, siempre claro está que no se incumplan las reglas gramaticales y al escribir se haga de forma correcta. El habla es parte de nuestra herencia, y en un mundo cada vez más hiperconectado y más global, mantener estos rasgos locales es una de las fórmulas más valientes de aferrarse a nuestras raíces fonéticas.
_______________
Pies de foto:
[Imagen principal] Inma Lorente (2015).
Volver al número actual