Todos somos memoria
Aproximación a la obra de David Catá considerando las emociones y la memoria, la base fundamental para comprender hacia dónde nos dirigimos, apostando por un intimista ejercicio de superación, introspección y aceptación de nosotros mismos.
La memoria es algo duro de mantener, puede llegar a transmitir tanto dolor que nos obliga en ocasiones a darle una tregua y permitirle olvidar retazos de vida, para poder continuar con ella.
La obra de David Catá (Viveiro, España, 1988) es un profundo ejercicio de memoria táctil y visual de quienes somos y por qué lo somos. Contemplar su trabajo ha supuesto para mí lo mismo que la primera vez que admiré las obras de Zurbarán o la Niña sobre pelota, de Pablo Picasso. Me provocaron tal lucidez, fue tal la bofetada que me dieron, que siempre llevo conmigo una reproducción para no olvidar nunca lo que sentí en esos momentos.
«Somos memoria, pero cuando la perdemos o no recordamos algo, ¿dejamos de ser?, ¿somos otra persona?, ¿ realmente somos o tan solo estamos?»
La base artística de Catá es multidisciplinar, inició su formación en música, y tras licenciarse en Bellas Artes comprobó que la fotografía y el retrato se acercaban más a lo que él quería y necesitaba transmitir con su trabajo. El hecho de que su madre sea costurera le ayudó a la hora de comprender que los hilos mantienen unidos los puntos de las prendas de la ropa, y que también sirven para marcar por siempre en la memoria física de nuestro cuerpo quiénes y qué nos forma y deconstruye a partes iguales.
El poder de evocación de su trabajo, enriquecido soberbiamente al ser su cuerpo, casi siempre, el soporte artístico utilizado, hacen que lo más evidente que representa, lo efímero de la vida, la huella inmaterial del dolor, confluyan en una maravillosa búsqueda estética que supone tanto para él como para el espectador, un sublime ejercicio catártico que planta cara al olvido y la tristeza que causa lo físico y lo emocional de todo ser humano.
En su proyecto, A flor de piel, escribe la historia de su vida. Por medio de puntadas, absolutamente reales, en sus manos, va formando rostros de personas importantes para él; son aquellos que le han ayudado a vivir, para bien o para mal y que ahora son la base fundamental de quien es y quien llegará a ser: familia, amigos, profesores o parejas, son los baluartes de todo lo que tiene David Catá en su interior. Son, a su vez, las marcas proyectadas en él e igualmente en cada uno de nosotros. Lo que consigue con este proceso es separar físicamente el dolor y la emoción, pues en el momento en el que termina su retrato y lo plasma para la posteridad, comienza un proceso de cicatrización que ayudará a aceptar todo lo que le aporta ese ser querido. No es sino una acción preformativa y ritual que proporciona una secuencia temporal al proceso de curación adscrito a la memoria del dolor y el correspondiente olvido. Somos memoria, pero cuando la perdemos o no recordamos algo, ¿dejamos de ser?, ¿somos otra persona?, ¿ realmente somos o tan solo estamos?
Estar con quien nos ha marcado para siempre no siempre es suficiente para aceptar lo que realmente hemos sido con ellos, también es importante comprender que no somos sino producto del lugar en el que hemos vivido, las raíces que una vez echamos y después necesitamos arrancar, las personas que una vez dejamos marchar y a las que siempre hemos echado de menos.
La obra de David Catá nos ayuda a saber lo que realmente hace que vivamos aferrados al olvido, digo bien, el olvido, pues distinguiendo lo que se fue, podremos vislumbrar lo que está por venir.
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Pies de foto:
[Imagen principal] David Catá (2013) Mi piel es tu piel. Baritado sobre dibond. 60 x 90 cm.
[Segunda imagen] David Catá (2012) «Mi bisabuela Perpetua», en la serie A flor de piel. Baritado sobre dibond. 50 x 50 cm/cu.
[Tercera imagen] David Catá (2011) Cimientos 02. Baritado sobre dibond. 70 x 70 cm.
Enlaces de interés:
David Catá. Página web del artista. Recuperado el 28 de marzo de 2014, desde: http://davidcata.com
Por Simón Rodríguez, 24 mar 2014, en Cultura.