En un país donde la emigración forzosa, aunque alguna ministra lo eufemice llamándolo 'movilidad exterior', empieza a arrojar datos preocupantes, aprender idiomas se ha convertido en un nuevo deporte nacional que casi todo el mundo practica. Sin embargo, una vez que alguien decide hacer la maleta para marcharse descubre que por más años que haya estudiado, enfrentarse a una lengua diferente a la suya es la primera frontera que debe traspasar.
Un poco de ese sabor profundo y aromático. No hace falta que te guste, calienta el cuerpo y aclara las ideas. Lo otro que se estila por aquí es el alcohol, como en cualquier paraje bohemio que se precie; pero la verdad, es que va perdiendo puntos.
Estamos viviendo un momento histórico. Poco a poco empezamos a enterarnos de lo se ha estado cociendo a nuestras espaldas; de repente aparecen nuevas caras, nuevas ideas. Como bien plateaba el periodista Javier Gallego en un artículo para eldiario.es, este puede ser «el año de nuestras vidas». El futuro no deja de ser incierto, pero al menos se presenta más apasionante después de muchos años en los que todo parecía estancado y adormecido.