La despedida de un amante de la aeronáutica
El viento se levanta (Kaze tachinu) es el undécimo y último largometraje de Hayao Miyazaki, el gran genio japonés del anime, cofundador del prestigioso e influyente Studio Ghibli. Una auténtica obra de arte de la animación que cierra la brillante filmografía de este autor imprescindible para el cine mundial de las últimas décadas [1]. En esta ocasión Miyazaki se alejaba de sus típicos argumentos de cariz eminentemente fantástico para realizar una película totalmente madura sobre un tema que siempre le ha fascinado, un drama basado en la vida del ingeniero aeronáutico japonés Jiro Horikoshi, responsable del diseño de los cazas Mitsubishi A6M «Zero» que se harían famosos en la Segunda Guerra Mundial.
Los aviones no son una herramienta para la guerra ni un negocio para ganar dinero. Los aviones son hermosos sueños, y los ingenieros hacemos realidad esos sueños.
(Miyazaki 2013)
La película comienza en 1916, en una localización rural del Japón, donde el pequeño Jiro Horikoshi se muestra como un apasionado de la aviación. Los temores que le causan sus problemas de vista (es miope) se traducen en un sueño premonitorio en el que no puede pilotar su imaginativo avión de juguete por problemas con las gafas de aviador. En otra ensoñación, mientras mira las estrellas (sin gafas, para intentar «curar la vista»), se encuentra con Caproni, un prestigioso diseñador aeronaútico italiano al que considera como su ídolo. Caproni advierte a Jiro en el sueño que ser miope es indiferente si su verdadero sueño es crear aviones bellos [2], y que él diseña por entonces aviones de guerra, pero que espera a que acabe la guerra (la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial) para poder cumplir su sueño de construir grandes transportes, capaces por ejemplo de llevar 100 pasajeros y cruzar el Atlántico. Ante semejante perspectiva (real y onírica), Jiro decide poner todas sus fuerzas en crear bellos aeroplanos y resuelve dejar atrás sus ansias de hacerse piloto para convertirse en creador, en un ingeniero aeronáutico capaz de hacer realidad sus hermosos sueños [3]. Años después, en 1923, Jiro se dirige en tren a su facultad de ingeniería en la Universidad Imperial de Tokio. En el viaje demuestra ser una persona amable, desinteresada y atenta, y coincide por casualidad con una bella muchacha que coge al vuelo su sombrero, y que parece tener en común con él conocer un verso de Paul Valéry referente al viento y a la vida. Pero en pleno viaje les sorprende un terremoto (el «Gran terremoto de Kanto», el 1 de septiembre de 1923), que causa una gran destrucción tanto por sus temblores como por los incendios provocados por él, avivados por el viento. Jiro ayuda a la chica y a su acompañante, dejando a ésta a salvo por tener una pierna rota y acompañando a la chica a su domicilio para poder recoger a la mujer herida. Tras haber prestado toda esta ayuda a esta bella joven, Jiro se marcha sin haberse siquiera presentado a la chica. Ya en la universidad, se notan también los efectos del terremoto y lo duro que será volver a la normalidad, pero Tokio da muestras pronto de una recuperación a marchas forzadas tras la gran conmoción. En la escuela de ingeniería Jiro comienza a dar señales de ser un estudiante aplicado y ejemplar, aportando una gran valía y una aguda imaginación, como comprobamos cuando una simple espina de caballa le induce a pensar en el diseño curvo de un ala. Tras su graduación encuentra trabajo en la planta aeronáutica de Mitsubishi en Nagoya, donde se le reconoce su gran nivel y se le da un puesto bastante importante, desde el cual no sólo trabaja de forma incansable, sino que también imagina los progresos de sus diseños mediante ensoñaciones que parecen avisarle de posibles contratiempos. Y eso precisamente ocurre en las pruebas del primer prototipo en el que participa, que falla justamente en un lugar que él había previsto mientras soñaba despierto. A pesar de este fracaso, los directivos saben que es un auténtico genio, y le envían junto a su amigo Honjo a Alemania para visitar la factoría de la empresa aeronáutica Junkers en Dessau, dentro de un programa de cooperación tecnológica entre el país nipón y el europeo. Allí asisten anonadados al gran poderío industrial alemán, y no sólo en cuanto a aeronáutica, sino también en equipamientos domésticos, puesto que pueden comprobar en persona la eficacia de los radiadores metálicos (también fabricados por Junkers) frente a las obsoletas estufas de madera japonesas. De hecho, se dan cuenta de que en Japón casi todo está hecho de madera, pero en el campo de la aviación advierten que su ligereza podría ser un importante aliado. Ambos reflexionan sobre las verdaderas razones de su viaje allí, puesto que todo parece indicar que Japón se está empezando a armar de aviones para una eventual guerra, un conflicto que, según ellos mismos ironizan, acabaría en fracaso en el caso de enfrentarse a Estados Unidos. E incluso toman la paradoja de Aquiles y la tortuga como ejemplo de que Alemania siempre irá un paso por delante de Japón en avances tecnológicos, pero también se convencen de que harán lo posible por reducir esa desventaja con su esfuerzo y dedicación. Un nuevo sueño de Jiro con Caproni incide en esa idea, puesto que el nipón reconoce provenir de un país pobre y tecnológicamente «a años luz de Europa», pero el ingeniero italiano le anima igualmente a continuar con su tarea [4]. De vuelta en Japón, la Marina Imperial encarga a la empresa Mitsubishi un avión de combate embarcado, pero las pruebas en un portaaviones resultan ser un nuevo fracaso. Hacia 1938 Jiro puede disfrutar de unas merecidas vacaciones en un hotel, y allí la pura casualidad de una sombrilla arrastrada por el viento le vuelve a poner en contacto con la chica que conoció en el tren y a la que ayudó durante el terremoto. Así, Jiro puede presentarse por fin a la bella Naoko, que se encuentra allí con su padre para intentar descansar debido a su frágil salud, y se enamora perdidamente de ella, renovando así el impacto iniciado 15 años atrás. El encuentro en el mismo hotel con un enigmático turista alemán pone sobre aviso a Jiro de los problemas provocados por los nazis en la factoría Junkers y en toda Alemania, advirtiendo que el futuro del país europeo y el japonés será catastrófico, puesto que empiezan a sonar tambores de guerra. Pero, a pesar de que la policía secreta Tokko le pisa los talones desde su viaje a Alemania (y tras su contacto con el alemán en el hotel), Jiro aún tiene que realizar uno de esos «hermosos sueños», su verdadera obra maestra y una obra avanzadísima de la aeronáutica que será utilizada por la Marina de Guerra Japonesa: el caza Mitsubishi A6M Zero.
El título de la cinta proviene del verso «Le vent se lève, il faut tenter de vivre» («El viento se levanta, hay que intentar vivir»), escrito por el francés Paul Valéry hacia 1922. Pero el guión, también obra de Miyazaki, se basa en la novela Kaze tachinu (1936-1937) de Tatsuo Hori, a quien está dedicada la película (junto, claro está, a Jiro Horikoshi). De la novela, que ya tomaba su título del poema de Valéry y se ambienta en un sanatorio de tuberculosos, se extraería la importante parte ficticia de la película, sobre todo en lo tocante a la vida personal de Jiro Horikoshi y su amor por Naoko, lo cual casi no coincide con la realidad [5]. Pero la cinta es sobre todo una muestra bastante veraz de la carrera de Horikoshi, y por ello es muy probable que las memorias del ingeniero, publicadas en Japón en 1970, sirvieran como base para los aspectos aeronáuticos. Puede hacerse la salvedad de las diferentes ensoñaciones de Jiro que aparecen a lo largo de la película como los elementos fantásticos que no podían faltar en cualquier película de Miyazaki, pero incluso en ellas aparece otro personaje real, el ingeniero aeronáutico italiano Giovanni Battista Caproni (1886-1957). Jiro es mostrado en la película con uno de los caracteres típicos del pueblo japonés, una extrema cortesía y educación que se traduce en continuas muestras de respeto e incluso un espíritu altruista y defensor de los débiles, conformando así un personaje admirable, a pesar de que a veces permanezca enfrascado en sus asuntos y estudios, que a veces le abstraen de la realidad y le convierten en una especie de «genio despistado». Así mismo, Jiro aparece en ocasiones agotado por tanto trabajo y esfuerzo mental. «¡Qué manera de dormir! Como si el futuro de la aviación japonesa pesara sólo sobre sus hombros», llega a comentar su compañero Honjo durante la visita de ambos a Alemania, en una premonición del ilustre futuro de Jiro.
Uno de los aspectos más interesantes de la película es mostrar la increíble capacidad de superación y adaptación del pueblo japonés ante la adversidad (el terremoto), la pobreza (agudizada tras la crisis provocada por el crack bursátil de 1929) o el atraso tecnológico frente a Occidente. La película es un excelente retrato del espíritu trabajador, solidario y colaborativo de los japoneses, una característica que históricamente ha definido a muchos pueblos asiáticos, pero que en el caso de Japón adquiere un sentido muy acusado. La razón precisamente tiene cabida en esta película en el campo de la ingeniería aeronáutica, puesto que Jiro y su amigo Honjo son conscientes al inicio del metraje del atraso industrial de Japón, como cuando comprueban la paradoja de que tengan que ser bueyes los que lleven los prototipos de aviones a la pista de pruebas. E incluso en su viaje a Alemania, pensando que podrían ser capaces de acercarse hasta unos cinco años (o incluso un año) de desventaja con Occidente, pero nunca ponerse a la par del desarrollo tecnológico. Al final del metraje esta idea de la desventaja será superada cuando los inventos de ambos se convierten, tras haber empeñado un enorme esfuerzo, en productos tecnológicos punteros a nivel mundial.
«La película es un excelente retrato del espíritu trabajador, solidario y colaborativo de los japoneses, una característica que históricamente ha definido a muchos pueblos asiáticos».
Como siempre ha sucedido en el cine de Hayao Miyazaki, el capítulo visual es sencillamente excelente, una auténtica delicia para los ojos con un nivel de detalle difícil de conseguir y un sentido dinámico avanzadísimo en el campo de la animación tradicional. Porque bien es cierto que hay cierto apoyo digital en las últimas películas de la carrera de Miyazaki, y ésta no es una excepción, pero la tecnología digital en este caso sólo recrea parte de los muchos fondos naturales, e incide sobre todo en permitir unos planos muy vivos. En todo el apartado visual destaca el retrato de una naturaleza que cobra vida en los dibujos de Miyazaki, unos trazos capaces de recrear perfectamente el movimiento del agua o las nubes, las hojas de los árboles o la hierba agitándose con el viento, las ondas del agua levantadas por un vendaval, así como la caída de la lluvia, una de las constantes más destacables de su filmografía. De hecho, no sólo hay un retrato atractivo de lo rural o natural, sino que los espacios urbanos también ganan mucho mediante la naturalidad de Miyazaki y su minuciosidad en retratar detalles decorativos o de texturas de materiales, con momentos estelares, por ejemplo, en los interiores de las habitaciones o los talleres aeronáuticos, así como en la delicada plasmación de la creación del cuadro al óleo por Naoko en las inmediaciones del hotel. A través de la certera mirada de Miyazaki podemos conocer de una forma muy realista el Japón de inicios del siglo XX, así como de forma fugaz la localidad alemana de Dessau. Otro de los grandes logros del cine de Miyazaki es el retrato magistral del movimiento, pero no sólo del causado por el viento en la naturaleza o en los cabellos de las personas (por ejemplo), sino también en todos los medios de locomoción que aparecen en sus películas, en este caso por supuesto los aviones, pero también coches, bicicletas, tranvías y trenes. E incluso el movimiento de la tierra, las vías del tren y las casas durante el gran terremoto, una escena con una belleza visual incomparable.
En cuanto al sonido, en la película se utiliza un recurso bastante original, ya que muchos de los efectos de «ruidos» se hacen de forma vocal, ya sean las hélices de los aviones o el terremoto y el fuego consiguiente. Al principio puede parecer chocante, pero a lo largo de la cinta se repite varias veces y permite acostumbrarse e incluso reconocer que su uso aporta una perspectiva bastante novedosa, apoyando en parte a lo poco que tiene de fantástica la película.
En el apartado musical, como no podía ser de otra manera, Joe Hisaishi es el creador de la banda sonora, una labor que ha llevado a cabo en todos y cada uno de los largometrajes de Miyazaki desde Nausicaä del Valle del Viento (Kaze no tani no Naushika, 1984). Como es de esperar en estas colaboraciones, y más viniendo de un artista enorme como Hisaishi, el resultado es una música perfecta para la película y muy bien engranada con el desarrollo argumental. La canción principal, «Hikouki Gumo» («Estela de vapor»), interpretada por Yumi Arai, posee una letra que compara la vida de una chica con una estela de vapor (ya sea la emitida por un tren o, preferiblemente, por un avión), relacionándose con el papel de Naoko en la película. Escucharla al final del metraje durante los títulos de crédito puede llegar a conmover a cualquiera.
En resumen, El viento se levanta es un broche genial para un cineasta genial, quizá el gran director de animación de las últimas décadas. Y una prueba más de que el cine de animación no tiene por qué estar supeditado a contenidos infantiles, sino que realmente es un medio para realizar películas de todo tipo. Además, teniendo las manos de Miyazaki a los mandos, no cabe duda de que se puede hacer una película de animación visualmente genial y totalmente seria, incluso muy emotiva en algunos momentos. Y esta emoción no sólo responde a la historia de amor entre Jiro y Naoko, sino también a la admiración que demuestra Miyazaki por los aviones, por esos hermosos sueños que van más allá de su uso civil o militar para convertirse en obras de arte de la ingeniería. El conocimiento de Miyazaki sobre el mundo de la aviación es algo que le venía desde pequeño, puesto que su propio padre trabajó en una factoría aeronáutica, por lo que no es de extrañar que en su filmografía muestre un interés continuo en los aviones y en todo tipo de artilugios voladores (de aeronaves futuristas a ciudades flotantes, pasando incluso por escobas mágicas). Resulta lógico por tanto que el sentido homenaje al mundo de la aeronáutica en esta última película de la carrera de Miyazaki sea la culminación lógica de su pasión por el vuelo. Precisamente una de las imágenes finales de la película, que muestra una especie de «cementerio de aviones en el cielo», es una manera perfecta de resumir este sentimiento de Miyazaki. Y, la película en su conjunto, se muestra imprescindible para comprender algunos de los aspectos más imprescindibles y destacados de su filmografía.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Hayao Miyazaki (2013) Kaze tachinu (El viento se levanta).
[Segunda imagen] Hayao Miyazaki (2013) Kaze tachinu (El viento se levanta).
[Tercera imagen] Hayao Miyazaki (2013) Kaze tachinu (El viento se levanta).
Notas:
[1] En 2002 recibió el Oscar por El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001) y en 2014 otra estatuilla honorífica por toda su carrera. Para conocer más sobre una de sus primeras películas, puede consultarse la entrada en este mismo magazine sobre Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988): «Respeto por la naturaleza y fantasía en el Japón Rural»
[2] «Yo jamás he pilotado un avión. No, no sé. Muchos hombres tienen las aptitudes necesarias para pilotar. Yo tengo lo que hay que tener para crear aviones. ¡Soy ingeniero aeronáutico!» (palabras de Caproni en un sueño de Jiro).
[3] «Los aviones no son una herramienta para la guerra ni un negocio para ganar dinero. Los aviones son hermosos sueños, y los ingenieros hacemos realidad esos sueños» (palabras de Caproni en un sueño de Jiro).
[4] «Las personas creativas lo somos como mucho durante una década. El mismo principio se aplica a ingenieros y artistas. Tu deber es dar lo mejor de ti durante esta década» (palabras de Caproni en un sueño de Jiro).
[5] Spoiler: la mujer de Jiro Horikoshi no tuvo en la realidad tuberculosis (la enfermedad de Naoko en la película) y juntos tuvieron varios hijos.
Bibliografía y enlaces de interés:
MIYAZAKI, H. (director) (2013) Kaze tachinu (Largometraje, 121 min.) Japón: Studio Ghibli
Ficha técnica en IMDb
Ficha técnica en FilmAffinity
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