La realidad es a veces la más extraña de las fantasías
CINE

La realidad es a veces la más extraña de las fantasías

    Blow-up (Deseo de una mañana de verano) es una de las películas más celebradas de la carrera de Michelangelo Antonioni, convertida por muchos en un referente de las nuevas formas de crear cine que aparecieron a mediados del siglo XX. Basada en un cuento de Julio Cortázar, se trata de un particular retrato del Swinging London de los 60 a partir de aspectos como la fotografía profesional, la moda, la pintura o la música, pero esta cinta también consigue ser una interesante e inquietante película de suspense, además de animar al espectador a reflexionar sobre la percepción de nuestra mirada, a distinguir entre lo que es real y lo que simplemente creemos que es real.

 

Entonces todo se define y cobra sentido. Es como hallar una pista en una investigación.


 (Antonioni, 1966). 

 

    El director italiano Michelangelo Antonioni (1912-2007), que ya tenía tras de sí una sólida filmografía en su país de origen desde su debut en 1943 con el documental Gente del Po, se embarcaba en 1966 en su noveno largometraje. Sería el segundo que realizaría en color, pero también su primer rodaje fuera de Italia y su primera producción internacional en lengua inglesa, siendo ésta la primera de las tres películas que le fueron encargadas por la Metro-Goldwyn-Mayer, junto a las posteriores Zabriskie Point (1970) y El reportero (The passenger, 1975), todas ellas producidas por un Carlo Ponti en la cima de su éxito y ya ejerciendo como envidiada pareja de Sophia Loren. Para el título de la película se escogió un versátil phrasal verb de lengua inglesa, del que se aprovecharon al menos dos de sus acepciones para entroncar en cierto modo con su trama, puesto que por una parte «blow up» es un término referido a la ampliación de negativos a gran escala, pero también se refiere a una explosión o estallido. Coproducción entre Reino Unido e Italia, esta cinta se convertiría en el mayor éxito de Antonioni, consiguiendo la Palma de Oro en el Festival de Cannes, además de sendas nominaciones a los Oscar en las categorías de Mejor Director y Mejor Guión Original.

 

    El argumento se centra en Thomas, un reputado y bohemio fotógrafo profesional en el Londres de la década de 1960, dedicado sobre todo al mundo de la moda. Tras haber pasado la noche de incógnito en un albergue para transeúntes para tomar unas fotos, se pone al volante de su flamante Rolls Royce negro para volver a su estudio. Con prisas y ajetreos, Thomas llega tarde a una serie de sesiones fotográficas con jóvenes modelos, pero el cansancio y cierta desazón le sobrepasan y decide tomarse un descanso. Charla con su amigo pintor, quien le habla sobre su peculiar creatividad, que comienza de forma espontánea para, poco a poco, ir cobrando sentido, «como hallar una pista en una investigación». Tras una fugaz visita a una tienda de antigüedades, se adentra en un parque londinense para tomar instantáneas del entorno, hasta que en cierto momento centra el objetivo de su Nikon en un hombre y una mujer con actitud cariñosa y comienza a disparar. Este hecho incomoda a la chica retratada, que se dirige a él reclamándole que cese en su furtivo reportaje e intentando hacerse por la fuerza con la cámara. Tras abandonar el lugar para comer con su agente, el fotógrafo sospecha que le están siguiendo y, de vuelta en su estudio, la enojada chica del parque se presenta de improviso para reclamarle el negativo de las fotografías. Entre flirteo y flirteo Thomas consigue darle un cambiazo y conserva los negativos, desatando por completo su interés en lo que su cámara podría haber registrado. De hecho, tras diversos revelados y ampliaciones, las fotografías parecen mostrar algo que el fotógrafo no pudo discernir a simple vista en el parque. Sin saberlo, sin intención aparente, Thomas se encuentra frente a un extraño suceso.


 

    En la confección del guión de Blow-up participaron el propio director junto a Tonino Guerra (1920-2012), reputado guionista que precisamente comenzaría su prolífica y exitosa carrera en el cine escribiendo para Antonioni, pero que llegaría también a colaborar con grandes nombres como Fellini, De Sica, Tarkovski o Angelopoulos. Partiendo de «Las babas del diablo», un relato corto de Julio Cortázar (1914-1984) incluido en su recopilación Las armas secretas (1959), Antonioni se acercaba a la capital del Reino Unido (a pesar de que el cuento de Cortázar se ambientaba en París) para abordar, como en muchas de sus películas, un retrato de la alienación del individuo, ya que aunque el fotógrafo protagonista vive una vida desahogada de excesos, se muestra continuamente solo y desilusionado, como si estuviera harto de flirtear con chicas guapas, pero sin tiempo siquiera para operarse de apendicitis. Además, de nuevo realizaba una película con un fuerte sentido personal, interesándose en el desconcierto y la sorpresa, para lo cual planteaba dudas sobre nuestra percepción de la realidad. No en vano, un tráiler original de 1966 comenzaba con la frase «Sometimes reality is the strangest fantasy of all», avisando al espectador del juego mental que introduce la película. Antonioni volvía a plantear una producción muy visual en la que el argumento no se desarrollaba en exceso, sino que cierta ambigüedad y abstracción invitaban al espectador a pensar y reflexionar sobre la diferencia entre lo que percibimos como real o lo que simplemente creemos que es real. La cinta invita al público a hacerse partícipe del desarrollo argumental, a rellenar mentalmente los «huecos» que de forma consciente no se muestran en la pantalla, en una concepción que, sin llegar a ser meramente experimental, sí que se sale de lo habitual en muchas películas más «lineales». De hecho, Blow-up no sólo es una películas más originales de su tiempo y renovadora del lenguaje visual, sino que también su jugosa trama sobre la relatividad de lo percibido y las dificultades de separar realidad de fantasía (o ficción) sería revisada con mayor detenimiento en diversas películas posteriores, como por ejemplo La conversación (The conversation, 1974) de Francis Ford Coppola, Rojo oscuro (Profondo Rosso, 1975) de Dario Argento (en la que David Hemmings repetía papel protagonista)  o Impacto (Blow out, 1981) de Brian De Palma, que incluso parecía aprovecharse del título de la cinta de Antonioni.


    «Cierta ambigüedad y abstracción invitaban al espectador a pensar y reflexionar sobre la diferencia entre lo que percibimos como real o lo que simplemente creemos que es real». 


     En términos estéticos, la película es sobresaliente, como correspondía precisamente a la forma de hacer cine de Antonioni, que solía tener en sus producciones un especial cuidado en la puesta en escena y en el manejo de la cámara, poniendo mucho peso en la propia imagen. El responsable de ello es en gran medida Carlo Di Palma (1925-2004), que firma una espléndida fotografía en color, muy bien engarzada con un argumento que también se centra en cuestiones tan visuales como la fotografía o la moda. Pero al propio Antonioni se le debe también un especial esmero en el uso del color, como correspondía a quien se iniciara en la pintura en su juventud y se centrara en ella en la última etapa de su vida. Para esta película (recordemos, su segunda producción en color) su obsesión cromática se tradujo en decisiones como pintar de colores más fuertes algunos elementos que aparecían ante la cámara (casas, árboles, aceras…), llegando por ejemplo al extremo de colorear con un verde más intenso la hierba del parque londinense en el que Thomas realizaba sus fotografías furtivas de la pareja de enamorados, para así conseguir mayor «viveza» en lo rodado. En relación con el trasfondo del argumento, Antonioni también incluía un planteamiento visual que incidía en la incertidumbre de lo percibido, puesto que los puntos de vista de la cámara y sus movimientos casi siempre se realizan desde una perspectiva de tercera persona; es decir, la mirada del protagonista y la del espectador no llegan a coincidir y cuando parecen hacerlo algún travelling se encarga de introducir a Thomas dentro del plano por algún extremo de la pantalla. En relación con esta incertidumbre, la película plantea también escenas en las que algún escenario vacío y aparentemente estático se llena de algún modo con personajes hasta que éstos desaparecen y vuelven a dejarlo todo pausado, quieto, como si realmente no hubiera ocurrido nada reseñable, algo que se entiende perfectamente en la escena inicial protagonizada por un grupo de mimos [1]. Además, también en cuestiones estéticas, la película deja para la posteridad una visión bastante personal de ciertos lugares no demasiado turísticos de la ciudad de Londres, que parecen responder más a ser un mero decorado en el que la acción tiene lugar [2].


     La música cobra especial importancia en una película concebida precisamente al estilo de Antonioni, de forma muy visual y con escasos diálogos en su desarrollo. La banda sonora corre a cargo del pianista y compositor de jazz Herbie Hancock, que con esta película inauguraba su vinculación al séptimo arte, una relación en la que multitud de temas suyos se han incorporado a bandas sonoras colectivas, mientras él mismo ha firmado una veintena de ellas, siendo su mayor éxito al respecto la que realizaría para la película de Bertrand Tavernier Alrededor de la medianoche (‘Round midnight, 1986), que sería recompensada con un Oscar. Las piezas de Hancock aparecen en Blow-up en contadas ocasiones y no de forma independiente, sino apoyando al desarrollo narrativo de la película, como puede comprobarse en los temas que suenan desde el reproductor del apartamento/estudio de Thomas. Pero en el terreno musical hay también que destacar la aparición estelar del mítico grupo The Yardbirds en una escena de la película, que recrea una actuación suya en un conocido local. Antonioni quedaría impresionado en un concierto de esta banda, a la que pertenecieron grandes músicos como Eric Clapton, Jeff Beck o Jimmy Page, y decidió que aparecieran en su producción como otra muestra más de ese Swinging London en el que se ambientaba. De este modo, con Page y Beck en escena, The Yardbirds aparecía interpretando el tema «Stroll On» [3], aunque Antonioni quiso que Jeff Beck emulara a Pete Townshend, el también mítico guitarra de The Who que solía destrozar guitarras y amplificadores en sus actuaciones, una decisión que Beck parece haberse tomado al pie de la letra durante el rodaje, puesto que es visible su enfado, probablemente causado por tener que ponerse frente a las cámaras para hacer de alguien distinto, miembro de otra banda que no era la suya.


 

    En cuanto al reparto, se encuentra encabezado por David Hemmings interpretando de forma muy correcta al distante, arrogante y solitario fotógrafo protagonista, en un papel que le convertiría en un icono cultural británico y en un actor solicitado [4]. En los créditos viene acompañado por Vanessa Redgrave, que realizaría un correcto e inquietante papel de Jane, la esquiva chica del parque retratada por Thomas [5]. Otro de los nombres destacados del reparto es el de Sarah Miles, a pesar de su escueto papel como Patricia, la pareja del pintor que vive en la casa contigua al estudio de Thomas (Bill, interpretado por John Castle). En el resto del elenco, merece la pena destacar el papel de la modelo real Veruschka von Lehndorff haciendo de sí misma en la escena en la que era fotografiada por Thomas con enorme carga erótica, o el pequeño papel de una jovencísima Jane Birkin como la chica rubia que intenta llamar la atención de Thomas, aunque sólo consigue de él acabar sin ropa tirada por el estudio.


    «La cinta invita al público a hacerse partícipe del desarrollo argumental, a rellenar mentalmente los huecos que de forma consciente no se muestran en la pantalla».


 

    En resumen, una película muy interesante, muy visual, con una fotografía espléndida y un desarrollo narrativo inquietante en el que se agradece que no todo sea demasiado evidente. Nuestras neuronas deben ponerse en funcionamiento para complementar lo que Antonioni a veces nos muestra de soslayo y seguir de cerca tanto lo que se muestra en pantalla como lo que simplemente se intuye, hasta llegar a una escena final que puede resultar muy esclarecedora y cerrar el círculo argumental. Considerada hoy como una auténtica obra de culto, supone también un valioso retrato del ambiente del Swinging London de los 60 en aspectos como la música o la moda, a pesar de que precisamente la idealización de Londres en manos de un italiano también recibió críticas, por mucho que el cineasta se adentrara en la noche londinense durante el rodaje para empaparse de ese ambiente de modelos y clubes nocturnos. Además, conforma un peculiar acercamiento a la fotografía profesional del momento, inmiscuyéndose en los procesos creativos y técnicos asociados a este arte antes de la irrupción implacable de lo digital. Y no hay que olvidar la polémica que suscitó en su momento por algunos desnudos frontales femeninos (el más explícito, el de la mencionada Jane Birkin, frente a cierta insinuación de desnudez por parte de Redgrave o Veruschka), los primeros que aparecían en el cine comercial británico. El éxito de esta película permitiría que su desinhibición en cuanto a sexualidad y desnudez femenina socavara la credibilidad del rígido y muchas veces irracional Production Code o Código Hays sobre moralidad en las producciones cinematográficas [6]. Blow-up ha quedado por tanto para la posteridad no sólo como una gran película de peculiar narrativa y excelente capítulo visual, sino también en un hito en la expresión de la sexualidad en el cine mundial que ayudaría a que el Código Hays desapareciera en 1967 para dar paso a las actuales calificaciones por edades.


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Pies de foto:


    [Imagen principal] M. Antonioni (1966) Blow-Up (Blow-up. Deseo de una mañana de verano).

 

    [Segunda imagen] M. Antonioni (1966) Blow-Up (Blow-up. Deseo de una mañana de verano).


    [Tercera imagen] M. Antonioni (1966) Blow-Up (Blow-up. Deseo de una mañana de verano).


Notas:

 

    [1] El tratamiento visual de la película es tratado en profundidad por Ismael Marinero en “’Blowup’ y ‘La ventana indiscreta’. El enigma de la imagen fotográfica”, un artículo para Miradas de Cine (n. 58, enero 2007) que pone en relación estas dos películas en las que la percepción es parte importante de sus argumentos, y que coinciden en tener protagonistas fotógrafos.

http://www.miradas.net/2007/n58/clasico.html

[consulta 2015-11-01]

 

    [2] Para conocer las localizaciones londinenses de la película, merece la pena un vistazo al artículo de Pedro Torrijos en Jot Down Magazine “Si van a Londres y sólo pueden ver una cosa, que sea Blow-Up”.

http://www.jotdown.es/2015/09/si-van-a-londres-y-solo-pueden-ver-una-cosa-que-sea-blow-up/

[consulta 2015-10-29]

 

    [3] “Stroll on” es una canción grabada por The Yardbirds en 1966, que suponía una revisión con nueva letra de su propia versión del conocido tema “Train kept a-rollin’”, registrado por primera vez en 1951 por Tiny Bradshaw y que ha sido interpretado en numerosas ocasiones por multitud de bandas, algunas tan notorias en la escena del rock como Led Zeppelin, Aerosmith o Motörhead

 

    [4] David Hemmings (1941-2003), tras haber pasado por producciones teatrales y televisivas, recibiría un espaldarazo definitivo como protagonista de Blow-up para llevarle a ser un actor recurrente para papeles protagonistas durante una década aproximadamente, destacando por ejemplo en Alfredo el Grande (Alfred the Great; dir. Clive Donner, 1969) o en la mencionada Rojo oscuro de Argento en 1975. A partir de entonces, alternó papeles menos importantes con su faceta de director tanto en cine (por ejemplo, Gigolo en 1978, con David Bowie como protagonista) como en televisión (dirigió episodios de diversas series, entre ellas Magnum o El equipo A). En sus últimos años siguió interpretando pequeños papeles secundarios, pudiendo destacarse su participación en títulos conocidos como Gladiator (Ridley Scott, 2000) o Gangs of New York (Martin Scorsese, 2002).

 

    [5] Nacida en 1937, Vanessa Redgrave es sin lugar a dudas una de las actrices más conocidas de la historia del cine británico (y, por extensión, mundial). Proveniente, como otros muchos intérpretes británicos, de las tablas teatrales (que no ha abandonado nunca), realizaría en Blow-up uno de sus primeros papeles destacados en el cine sin llegar aún a los 30 años. Su ilustre y prolífica carrera en la gran pantalla (que aún desarrolla) incluye memorables papeles tanto protagonistas como secundarios, siendo galardonada con el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto por su participación en Julia (Fred Zinnemann, 1977). Como curiosidad, que entronca con el sólido compromiso y activismo político de Redgrave a lo largo de los años, precisamente su papel en Julia provocaría fuertes (e irracionales) críticas por parte de sectores judíos sionistas, algo que ella misma censuraría en su discurso al recoger el citado premio en la ceremonia de 1978, en el que homenajeó el valor y el sufrimiento de los judíos frente a la barbarie nazi.

 

    [6] El MPAA Production Code, conocido también como Código Hays, fue un sistema de censura de la Asociación de Productores Cinematográficos de Estados Unidos (MPAA), una serie de restricciones a las películas realizadas en Hollywood o provenientes de otros países. Partiendo de estrictas reglas de todo tipo en el lenguaje utilizado en los diálogos, en lo que podía o no mostrarse en pantalla e incluso condicionando los guiones, este código surgido en 1930 tendría vigencia real entre 1934 y 1967. Como ejemplo de su irracionalidad, una escena de la película Hitchcock (Sacha Gervasi, 2012) reproduce una conversación de los censores advirtiendo a Alfred Hitchcock sobre la inconveniencia de la inclusión de un inodoro en Psicosis (Psycho, 1960).

 

    ANTONIONI, M. (director) (1966) Blow-up (Largometraje, 106 min.) Reino Unido, Italia: Bridge Films, Carlo Ponti Production, Metro-Goldwyn-Mayer.

 


    Ficha técnica en IMDb: http://www.imdb.com/title/tt0060176/

 

    Ficha técnica en FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film488376.html

 

 

 

 

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