El día en que me paralizaba la muerte de David Bowie, me planteaba que la muerte es la único que aún no hemos terminado de asimilar. Muchos queríamos creer que el Duque Blanco era inmortal, que la magia que nos había hecho sentir era real, pero un puto cáncer acabó humanizándolo, mostrándolo por primera vez como alguien vulnerable y susceptible de los males terrenales; la realidad volvía a actuar como una máquina demoledora de sueños.
Segundo largometraje del director estadounidense Damien Chazelle en el que se acerca a las artes musicales y a los límites que puede rebasar la búsqueda de la perfección, desarrollando un cortometraje suyo con la misma temática, donde regala al espectador una cinta bien realizada que consigue mantener la atención y el suspense de principio a fin.