La clausura de la Universidad de Baeza y su reconversión en Colegio de Humanidades (1824-1831)
HISTORIA

La clausura de la Universidad de Baeza y su reconversión en Colegio de Humanidades (1824-1831)

    Aunque el peso de Baeza en la historia es muy fuerte y, a primera vista, puede parecer que todo está dicho y escrito sobre ella, la realidad dista mucho de que así sea. Hay muchas cosas de la historia de Baeza que permanecen en la oscuridad o tienen todavía un amplio campo que trabajar para su investigación y/o reinterpretación.

 

    Mucha gente, por ejemplo, desconoce que Baeza tuvo una universidad entre el siglo XVI y el siglo XIX. Pero, además, son muchas las cosas que hay que aclarar, reescribir, o descubrir de lo escrito y de lo que se cree saber sobre ella. El Colegio o Escuelas y Universidad de Estudios Generales Santísima Trinidad de Baeza (o Universidad Literaria, como se denominó durante el XIX) tuvo una larga existencia y su influencia se dejó sentir con fuerza durante varios siglos en el mundo cultural, intelectual, religioso, social y económico no sólo de nuestra ciudad sino también de Andalucía oriental y las regiones de La Mancha y Murcia. Su legado es, por tanto, parte de nuestro patrimonio histórico (también material) que nos debe ocupar y preocupar en la actualidad, aunque desgraciadamente una buena parte del mismo ha sido expoliado, usurpado o «perdido», fundamentalmente desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. 

 

    Aprovecho la ocasión de la publicación hace unos meses del libro «La Universidad de Baeza. Documentos para su historia» [1], y otras incursiones anteriores sobre este tema para iniciar una serie sobre la historia de esta institución. Serie que voy a presentar en varias entregas en forma inversa cronológicamente, empezando, precisamente, por la parte menos conocida y estudiada de la universidad baezana. Un epílogo que aún hoy no se ha cerrado correctamente.

 

El cierre definitivo de la universidad y la lucha por su legado.

 

    En septiembre de 1824 el Rector de la Universidad de Baeza recibe una cédula del Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia indicando que «el Rey N(uestro) S(señor) se ha servido resolver que no se abran las universidades del Reyno…» [2]. La próxima aparición de una nueva ley educativa fruto, entre otras cosas, de la reacción contra el trienio liberal estaba tras esta medida. El 14 de octubre se publica la Real Orden de Fernando VII que establecía un nuevo Plan General de Estudios del Reino, en cuya introducción queda meridianamente claro que el objetivo es eliminar del sistema educativo cualquier tipo de influencia del gobierno liberal que, según el rey, había conseguido «viciar y corromper las enseñanzas con la ponzoña de las doctrinas anárquicas e irreligiosas. Resintiéronse entonces todos los establecimientos literarios de la Monarquia con el choque de las ideas revolucionarias» [3].

 

    Entre las medidas se establece el cierre de muchas universidades, decretando que sólo «Subsistirán en la península las Universidades siguientes: Salamanca, Valladolid, Alcalá, Valencia, Cervera, Santiago, Zaragoza, Huesca, Sevilla, Granada y Oviedo. En las islas adyacentes queda la de Mallorca, y se establecerá otra en Canarias» [4]. 

 

    El texto de este Plan de Estudios «se olvida» de mencionar a la Universidad de Baeza, que no aparece ni entre las que perviven ni entre las que se reestructuran o clausuran definitivamente, lo que da una idea del grado de decadencia al que había llegado. Tras más de 280 años de vida, la querida obra del Maestro Juan de Ávila, afán de sus discípulos durante décadas y generadora de un prestigio que contribuyó al engrandecimiento del nombre de la ciudad de Baeza cerraba sus puertas de forma un tanto indigna.

 

    Pero la extinción oficial no podía olvidar unas propiedades y legados que había que gestionar y que generaron un interés, no siempre sano, que aún hoy perdura. En el artículo sexto de dicho Plan General de 1824 se establecía que  «Las rentas y efectos pertenecientes a las Universidades del todo suprimidas se adjudicarán por un decreto especial a las más pobres e indotadas o a los Seminarios más inmediatos y necesitados» [5]. Ello provocó la apertura de un proceso para la adjudicación del importante patrimonio que la Universidad de Baeza había acumulado en magníficos inmuebles, una notabilisima biblioteca, ajuares de sus capillas, propiedades urbanas y rústicas, derechos, etc. En noviembre de 1824 el Obispo de Jaén, Andrés Esteban y Gómez, presenta solicitud al Rey para agregar al Seminario Conciliar San Felipe Neri de la propia ciudad de Baeza las rentas y efectos de la extinta universidad, argumentando que el Seminario de Baeza es «de tan poca capacidad [que los alumnos] han experimentado quebrantos en su salud […]; carece también de un corral espacioso donde los jovenes egerciten sus fuerzas corporales para dar aliento a las del espíritu y meditación; y sus rentas están reducidas a la pequeña cantidad de diez y nueve mil doscientos setenta y tres reales con seis maravedíes…» [6]. 


    «Su influencia se dejó sentir con fuerza durante varios siglos en el mundo cultural, intelectual, religioso, social y económico».


 

    Para el Obispo la incorporación al Seminario de los bienes y rentas de la Universidad redundará en beneficio de «una generación nueba,  adiestrada en principios solidos de amor al trono y a la Religion». La mención a los principios ideológicos de la restauración absolutista no es gratuita pues está reciente el golpe de estado de Fernando VII contra el gobierno liberal, con la inestimable colaboración de las invasoras tropas absolutistas francesas de Los Cien Mil Hijos de San Luis (¡las vueltas que da la historia!: los anteriormente denostados invasores revolucionarios franceses, devenidos ahora en amigos invasores monárquicos, también franceses).

 

    El expediente que se abre a finales de 1824 y que tramitará la Real Chancillería de Granada recibirá también la solicitud de la propia Universidad de esa ciudad, cuyo Rector, Fernando Álvarez Chacón, envía al Consejo en abril de 1826 un completísimo informe en nombre del Claustro para reclamar para su universidad los bienes de la extinta Universidad de Baeza, aduciendo su prestigio, elevado número de alumnos, influencia sobre la ciudad y Andalucía y la falta de medios.

 

    A estas dos solicitudes el Ayuntamiento de Baeza, a quien también se ha dado audiencia en el proceso, se opondrá firmemente basándose en que dichas rentas no pueden dedicarse a fines distintos a los estipulados por sus fundadores. El memorial del Ayuntamiento, firmado el día 8 de diciembre de 1829, está magníficamente documentado histórica y jurídicamente (seguramente consecuencia de la más que posible participación en su elaboración de personas directamente ligadas a la universidad baezana). En primer lugar, para el Ayuntamiento el alegato central es que la Universidad de Baeza «fue y ha permanecido siempre de Patronato y fundación particular y como tal no puede disponerse arbitrariamente de sus rentas  para otros usos que para aquellos a que los destinaron esclusivamente sus fundadores…» [7]. 

 

    Aporta las bulas fundacionales y documentos referentes a la creación del Colegio y Universidad, el mantenimiento y expansión de la misma a costa de sus patronatos y la total independencia de la institución universitaria tanto de la Corona como de la Iglesia, para terminar señalando que la Universidad de Baeza «fue toda obra de los hijos de Baeza, hecha a sus propias espensas y para utilidad de sus descendientes y demás hijos de esta ciudad, sin que para su dotación haya contribuido la Corona Real en otra cosa que con el amparo  que los Señores Reyes han dispensado a este establecimiento» [8].


    «"El Rey N(uestro) S(señor) se ha servido resolver que no se abran las universidades del Reyno…"».


 

     El Ayuntamiento recuerda al Rey que se trata de un Patronato particular que debe tener igual tratamiento que otras universidades de la misma condición que la institución baezana [9] , pues «lo contrario sería un biolento despojo muy ageno de las intenciones de S. M.». Para el Ayuntamiento la conveniencia y utilidad públicas exigen el mantenimiento de las Escuelas, si no ya como Universidad (circunstancia ya sin retorno) sí transformado en Colegio de Humanidades a tenor de lo establecido en el Reglamento aparecido en 1826, lo que daría continuidad a la voluntad de los fundadores de las  primeras Escuelas y la Universidad, aunque adaptando sus contenidos a otros objetivos, otro tipo de alumnado y otras necesidades, pues «(...) apenas hay uno en que los Caballeros y hacendados cuyos hijos no se dedican a estas carreras, puedan colocarlos para que aprendan lo necesario a manejar sus haciendas, labrarlas y mejorarlas, ser buenos padres de familias y adquirir los conocimientos que debe tener todo hombre a quien la fortuna haya dotado de bienes» [10].

 

    Se apoyan en la inexistencia de centros de este tipo en las provincias  de Jaén, La Mancha y Murcia, en la disposición de unos magníficos edificios y de unas rentas de cuatro o cinco mil ducados ahora dedicadas a las escuelas de primeras letras y latinidad (estos dos centros no dejaron de funcionar a partir de 1824). La petición del Ayuntamiento se acompaña de la presentada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Baeza con casi idénticos argumentos, e insistiendo en el beneficio que podría reportar un Colegio de Humanidades dependiente de la Inspección General de Instrucción Pública.

 

 

El Colegio de Humanidades, heredero de la Universidad.

 

    A la vista de todo ello, Fernando VII decide el 16 de enero de 1831, algo más de seis años después de la clausura oficial de la Universidad de Baeza («las cosas de Palacio van despacio»), aplicar «todas las rentas que pertenecían a la suprimida Universidad de Baeza al Colegio de Humanidades que, con arreglo a lo establecido en nuestra Real Cédula de diez y seis de enero de mil ochocientos veinte y seis, queremos se erija en la misma ciudad, puesto que su objeto es tan análogo y conforme a la voluntad de los fundadores» [11].

 

    El ominoso monarca, uno de los peores, mas sangrientos y reaccionarios gobernantes que haya sufrido España, tomó una decisión medianamente justa para con Baeza (entre otros motivos por la decidida actuación de su Ayuntamiento), negándose a adjudicar los bienes y rentas de la extinta universidad al Seminario de Baeza o a la Universidad de Granada, para aplicarlos a la creación de un Colegio de Humanidades (nuevo modelo de enseñanza secundaria) que empezará su andadura ya en 1834. Ese Colegio de Humanidades heredará los inmuebles de la universidad, sus bienes y rentas, su biblioteca y hasta su nombre: Santísima Trinidad.

 

    Así quedaron las cosas en el año 1831. Desde que en 1538 se diera el primer paso para erigir las Escuelas y Colegio que unos años después alcanzó la categoría de universidad, las ilusiones, experiencias, dificultades, logros, derrotas, persecuciones, enfrentamientos, decepciones, acomodamientos, rutinas, miedos y abandonos habían sido los propios de un ente con vida más o menos vigorosa. La criatura nacida en el seno de unas casas compradas en la collación de San Pedro de la mano del Maestro Juan de Ávila tuvo una infancia vigorosa, una juventud ilusionada y pujante, casi rebelde y con iniciativa, que llevó a una madurez espléndida. Pero se acomodó y no supo (no pudo, o no quiso) adaptarse a los nuevos tiempos. La última madurez y la senectud las pasó entre la autocomplacencia, la indolencia, la apatía y la decadencia acosada por conflictos y problemas, al final insuperables, que la llevaron a la muerte.

 

    Sin embargo no fue diluida ni absorbida por otra institución estatal o religiosa. Se refundó en un Colegio de Humanidades, centro público de enseñanza secundaria que perdura en nuestros días. 

 

    El camino que se abre a partir de 1831 será tortuoso y complejo, lleno de incógnitas, partiendo de una situación (social, política y de modelo educativo) notablemente modificada. En 1834 por fín inicia su actividad el Colegio de Humanidades que, con los continuos cambios en las leyes de educación (algo que parece una enfermedad endémica en nuestro país) pasaría a denominarse  Instituto Libre de Segunda Enseñanza en 1869, Instituto Oficial a partir de 1875, Instituto de Bachillerato, Instituto de Enseñanza Media o Instituto de Enseñanza Secundaria. 

 

    Desde entonces a la actualidad los cambios han sido importantes. Y el celo por el mantenimiento de su patrimonio no ha estado, precisamente, entre las preocupaciones de las instituciones responsables (Ministerio y Consejería de Educación) facilitando su pérdida y expolio. Las nuevas circunstancias pueden explicar la definitiva desaparición, entre finales del siglo XIX y principios del XX, de las propiedades rústicas y urbanas que generaban los ingresos que sustentaron a la universidad. Pero nada puede explicar que su imponente biblioteca se expoliara, desperdigara y «desapareciera» a finales del siglo XX (aunque sabemos dónde se encuentran buena parte de sus más de 5000 volúmenes de obras impresas desde el siglo XVI, con grandes autores entre ellas); que los bienes muebles, alhajas, ornamentos, vestimentas, efectos, etc.) propios de sus capillas se cedieran a la Iglesia por la misma época en un acto impropio e ilegítimo; o que, hace solo unos años se perpetrara la mutilación del propio edificio universitario (cuerpo único, indivisible arquitectónica y jurídicamente) con la incomprensible cesión a la Iglesia de la capilla de San Juan Evangelista (fundación privada que es parte consustancial de la Universidad como una más de sus dependencias) en base a unos supuestos «derechos» de dudosa procedencia. Por ello resalta aún más la comparación entre un Ayuntamiento de principios del siglo XIX cuya firme actuación salvó para el uso público un importantisimo patrimonio, con las instituciones de finales del siglo XX y de principios del XXI que han permitido la usurpación, expolio y privatización de parte de ese patrimonio. De todo ello aún queda mucho por decir. Pero será en otro momento.

 

    Al menos la primera fundación (en la calle Atarazanas) se salvó como propiedad pública. Y el archivo histórico de la universidad (aunque muy necesitado de un espacio adecuado y un cuidado especializado) aún sigue vivo y siendo una importante herencia de uso público no expoliado por otros organismos y/o particulares [12].


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Pie de foto:


    [Imagen principal]: Carol Jiménez (2016).


Notas al pie:

 

    [1] La Universidad de Baeza. Documentos para su historia (2015). Estudio y edición de Antonio Ortega Ruiz. Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía.

 

    ORTEGA RUIZ, A. (2011): «Baeza, ciudad universitaria» en La sede universitaria Antonio Machado de Baeza. Historia y patrimonio. López Guzmán, R. (Coord.) Jaén, Universidad Internacional de Andalucía. Pp. 41-84

 

    ORTEGA RUIZ, A. (2014): «La Universidad de Baeza: de la plasmación del ideal avilino a su clausura», en  El Maestro Juan de Ávila (1500?-1569) Un exponente del humanismo reformista. Madrid, FUE-Universidad Pontificia de Salamanca. Pp. 593-618.

 

    [2] Comunicación del Secretario del Despacho de Gracia y Justicia ordenando el cierre de las universidades del Reino. Es de 22 de septiembre de 1824. Archivo del Instituto de Enseñanza Secundaria Santísima Trinidad de Baeza. Legajo nº 1. (Inédito).

 

    [3] Real Cédula de S.M. y Señores del Consejo por la qual se manda observar en todas las universidades y demás establecimientos literarios del Reino el nuevo Plan General de Estudios. Edición impresa. Imprenta Real de Madrid. 1824

 

    [4] IBID.

 

    [5] IBID.

 

    [6] Cédula de Fernando VII para que las rentas de la extinta universidad de Baeza se apliquen por ahora al Colegio de Humanidades que ha de establecerse. Es de 10 de enero de 1831. Archivo del Instituto de Enseñanza Secundaria Santísima Trinidad de Baeza. Legajo nº 1. (Inédito).

 

    [7] IBID.

 

    [8] IBID.

 

    [9] Es el caso de los Colegios de Valencia, Vergara, Santiago de Bilbao, y Monforte de Lemos

 

    [10] Cédula de Fernando VII para que las rentas de la extinta universidad de Baeza ….Archivo del Instituto de Enseñanza Secundaria Santísima Trinidad de Baeza. Legajo nº 1. (Inédito).


    [11] IBID.


    [12] En el año 2011 iniciamos un proyecto de la UNIA (Universidad Internacional de Andalucía) para la digitalización de los fondos documentales del archivo de la antigua Universidad de Baeza, parte de los cuales ya pueden ser consultados en el repositorio de la UNIA accesible desde su web.

 

 

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Comentarios
Antonio Ortega
Historiador por convicción, trabajo en la universidad en esas cosas de investigar y formar sobre el patrimonio cultural.
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Ángeles DíazViñeta mensual