Franco en la catedral de Baeza
ARTE

Franco en la catedral de Baeza

    Este es el último artículo de la serie de tres que, sobre el patrimonio arquitectónico baezano en el siglo XX, he venido presentando en esta publicación, basados en la investigación desarrollada sobre el tema y que espero que pueda publicarse pronto in extenso. Seguramente resultará el más llamativo, polémico o discutible, y por consideraciones que no tienen que ver con el debate patrimonialista.

 

    La catedral de Baeza es uno de los edificios que, junto a la adyacente Plaza de Santa María y su fuente homónima, identifican la imagen actual del poderoso patrimonio arquitectónico de la ciudad. Sobre ella se ha escrito mucho, aunque siguen existiendo lagunas importantes, sobre todo respecto a sus primeros tiempos de los que se conservan restos mudéjares y góticos de notable interés (1). Lo que sí sabemos es que el actual edificio inició su construcción en 1.529 en estilo gótico tardío, pero el derrumbamiento parcial de la obra en 1.567 determinará su continuación según las nuevas tendencias renacentistas que impondrán la participación de Vandelvira, Francisco del Castillo el Mozo, Juan Bautista Villalpando y Alonso Barba, aunque integrando la cabecera gótica y los elementos mudéjares del sur y oeste. Se inauguró en diciembre de 1.593. Sabemos que durante los siglos XVII y XVIII se realizan actuaciones parciales en capillas, claustro, coro, pavimento interior y en la lonja, así como en la cubierta de la torre (2). Ya desde finales del siglo XVII la vida de la catedral empezó a decaer, como demuestran las quejas por la escasa dotación de la misma, las dificultades para su mantenimiento y el intento de unificación con la de Jaén a partir de 1.725, que se mantendría latente durante mucho tiempo.

 

    En 1.832 la torre es afectada seriamente por un rayo y, aunque reparada en parte, treinta años después se desploma como consecuencia de la falta de atención. Hacia 1.890 se propone la reconstrucción de la torre, eliminando los dos cuerpos superiores más dañados y rematándola con un tejado piramidal, rebajando notablemente su altura; así se mantendrá hasta 1.960. Entre finales del XIX y principios del XX la catedral sufre una definitiva decadencia consecuencia de la preeminencia de la de Jaén y de la coincidente absorción por el de la capital del Seminario de Baeza (que deja de funcionar en 1.900, aunque reabrirá momentáneamente como Seminario Menor entre 1.961 y mediados de los setenta), lo que conllevará el abandono de la actividad cultual cotidiana, el cierre de las dependencias salvo para actos muy puntuales, y la falta de mantenimiento del edificio (a pesar de su declaración como Monumento Nacional Histórico- Artístico en 1.931) hasta la segunda mitad del siglo XX.


  

La restauración de Prieto-Moreno.

 

    A partir del año 1.955 se inicia un proceso de restauración de la catedral que se extenderá, en lo fundamental, hasta 1.961 y que abarcará al conjunto del templo y sus alrededores. El conjunto de las actuaciones es dirigido por Francisco Prieto-Moreno y tiene su extensión en la remodelación de la propia plaza de Santa María.

 

     En el año 1.955 comienza la reurbanización de la Plaza de Santa María: se renivela la pendiente; se restaura la fuente de Santa María; se eliminan construcciones adosadas al Seminario y se abre una nueva calle que unirá la cuesta de San Gil con la plaza (a la que impondrá el nombre del obispo titular del momento, Romero Mengíbar ); se abordan trabajos de adecuación tanto del antiguo  Seminario como del palacio de Jabalquinto (ambos formaban parte del Seminario); y se abre una nueva escalinata central en la lonja original de entrada a la catedral (tal y como hoy puede verse).

 

 

    La fachada que hoy podemos contemplar no se tocó sustancialmente. Una fachada sobria y falta de homogeneidad, con un amplio paramento irregular (incluso con bastos refuerzos) en el que se aprecian arcos de descarga, la primitiva puerta geminada enmarcada por arco apuntado y una hornacina con escultura de la Virgen, y la monumental portada de Villalpando desplazada hacia la cabecera. Esta fachada principal (orientada al norte) no tiene vanos hasta la primera cornisa, donde destacan una serie de cuatro ventanales serlianos que tienen su correspondencia con otros cinco en la nave orientada al sur y que, junto al rosetón de la Puerta de la Luna y las ventanas de la cabecera son las que dotan de luz natural al interior de la Catedral. La restauración de la torre será, junto con la nueva escalinata, el elemento que más distinguirá la reforma exterior. Aunque basada en un grabado que muestra la torre derruida, la reconstrucción tampoco responderá fielmente a esa imagen.

 

    En el interior las reformas serán mucho más apreciables, entre otras cosas porque el casi abandono sufrido desde finales del siglo XIX había hecho mella. Se eliminó la cal que cubría la casi totalidad del interior, se acondicionan las cubiertas, se rehabilita el claustro, la sacristía y las capillas. Pero una de las modificaciones más impactantes fue la eliminación del coro, trastocando toda la distribución interna de la nave central y del conjunto de la planta: se elimina la sillería y desaparecen los dos órganos y el trascoro (los fustes de sus cuatro columnas se instalaron en el patio del Seminario, exentos y sin función alguna); la reja del coro se trasladó a los pies del templo, al igual que la del altar mayor que se instaló como cerramiento del recinto que alberga las capillas Dorada y de las Ánimas.


 

Las ventanas de la catedral y sus modernas vidrieras.

 

    Dentro de las obras menores de acondicionamiento, nos vamos a centrar en los cerramientos que se instalan en el conjunto de ventanas del cuerpo superior. Unas ventanas que en los numerosos trabajos realizados sobre la catedral y que hemos consultado sólo son mencionadas en relación a lo más importante, su factura; pero no en lo que parece accesorio (las vidrieras) y que, sin embargo, tienen un enorme valor simbólico en muchos aspectos. No obstante nadie hasta ahora ha hecho mención a ellas.

 

    Se trata de nueve ventanas serlianas con arco central de medio punto y dos huecos laterales adintelados (cuatro en la fachada principal, al norte, y cinco en el muro sur); una pequeña de las dos que flanquean la portada de Villalpando (la de la derecha está cegada) y otras cinco ventanas verticales en la cabecera, de un solo hueco de medio punto moldurado y con venera. En total quince ventanas que iluminan las naves de la catedral. En el momento de la restauración, dichas ventanas estaban cubiertas por paneles divididos en cuadrículas de vidrio blanco, la mayoría en muy mal estado. En 1.957, dentro de todo el proceso de restauración, se instalan las nuevas, siguiendo el plano de ubicación realizado al efecto (3).

 

    Las nueve ventanas serlianas que ocupan desde el crucero hasta los pies del templo están ocupadas en el hueco central con heráldica eclesiástica y en los laterales con escudos laicos. La heráldica principal hace referencia a nombres de cardenales, arzobispos y obispos de diferentes épocas históricas, naturales de la ciudad de Baeza o más o menos relacionados con ella. 

 

 

    Sin embargo, las vidrieras que cubren las ventanas de un solo hueco ubicadas en la cabecera ya son, en su mayoría, mucho más llamativas por su contenido y por ser alusivas a personas vivas en el momento de la restauración. La que se sitúa sobre la entrada principal del templo tiene en sus cristales representado el escudo del Papa Pío XII (que regía la iglesia Católica en ese tiempo); siguiendo el sentido de las agujas del reloj por la cabecera, la siguiente ventana contiene el escudo del obispo Félix Romero Mengibar (Obispo de Jaén en esos años); posteriormente encontramos el de un laico, Coca de la Piñera (Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento).  

 

    Al otro lado del Altar Mayor, ya en el muro sur, continúa la serie con el escudo de Viedma (Alcalde y Jefe Local del Movimiento); después, el de Girón de Velasco (importante jerarca falangista y Ministro de Trabajo hasta 1.957); y por último, sobre la entrada a la sacristía y justo frente al del Papa, el escudo de Franco. Todos, a excepción del perteneciente al Papa, tienen la correspondiente cartela con el nombre que los identifica.


 

     A partir de aquí todo se vuelven incógnitas: ¿qué sentido tiene la presencia en la catedral de las heráldicas del Alcalde, Gobernador Civil, Ministro de Trabajo y del dictador?, ¿quién o quiénes determinaron el contenido iconográfico de los vitrales? ¿quiénes definieron la ubicación y el orden de los mismos?

 

    La lectura resulta evidente: se trata de todo un programa iconográfico que representa bien a las claras uno de los pilares sobre los que se basó la dictadura, el llamado nacional-catolicismo; un ejemplo de la integración e interacción entre el poder político y el religioso en el que sus altas jerarquías ocupan un lugar preeminente en torno al altar mayor; una expresión de la utilización política de la restauración de la catedral para la exaltación simbólica del poder; una plasmación de la consideración de esos sectores de su legitimidad para perpetuarse entre los símbolos de una catedral, como los Borgias y Médicis del nuevo Estado español.

 

    Para ofrecer todas las claves de esta intervención hemos de hacer mención a la figura de Francisco Prieto-Moreno, redactor y director del proyecto. Prieto-Moreno y Pardo había sido Gobernador Civil del bando franquista en la Granada de 1939 y jefe provincial de Falange, llegaría a ser nombrado procurador en Cortes y Consejero Nacional del Movimiento. Como arquitecto podemos considerarlo el ideólogo de la arquitectura oficial del Estado franquista, poniéndola en práctica desde la Dirección General de Arquitectura, sobre todo en lo referente a las  intervenciones en centros históricos (4), como en el caso de Baeza, donde creemos que actuó como en un laboratorio de ensayo de sus planteamientos, con resultados al menos discutibles.

 

Preguntas para la reflexión.

 

    ¿Qué sensación sentiría el turista que descubriera entre cualquiera de las magníficas vidrieras de la Catedral gótica de Colonia los escudos «nobiliarios» o las figuras de Adolf Hitler, Hermann Göering, Heinrich Himmler o Goebbels? ¿Qué diríamos si en la catedral de San Basilio de Moscú encontráramos los retratos de Lenin, Trotski, Stalin, Nikita Jrushchov, Gorbachov o la de un «alegre» Yeltsin entre las representaciones propias de la imaginería cristiana ortodoxa? ¿defenderíamos las «razones» que pudieran aducirse para conservar unas hipotéticas esculturas de Churchill o Thatcher en la abadía de Wetsminster o la Catedral de San Pablo en Londres? Acudiendo a ejemplos más cercanos: ¿qué diríamos de una hipotética presencia de la heráldica o las imágenes de Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy entre los relieves más destacados que adornan cualquiera de las catedrales españolas? ¿Sería lícito que la catedral de la Almudena tuviera entre sus decorados los escudos «nobiliarios» de Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes y Ana Botella? ¿Defenderíamos la inclusión en la Catedral de Sevilla de elementos «artísticos» que representaran las figuras de Chaves, Griñán o Susana Díaz? ¿Qué razones históricas o patrimoniales podrían justificar tal presencia? ¿Puede considerarse lícito que la realización de obras de acondicionamiento, restauración, reforma o intervención en un inmueble de valor histórico y artístico, patrimonio común de todos los españoles, sirva para la exaltación o reconocimiento de personajes de la vida política en espacios de valor histórico o artístico por el simple hecho de haberse realizado bajo sus gobiernos? ¿Por qué hay quienes justifican en España y para el franquismo lo que no hacen para otros países o para la España de la actualidad?

 

    Dejando de lado las valoraciones morales o políticas sobre cualquiera de esos personajes (evidentemente no todos son comparables), desde el punto de vista de la intervención patrimonial resulta de todo punto injustificable que la contemporánea restauración de una catedral sirva como excusa para introducir elementos de exaltación de personajes políticos de la dictadura franquista y que se pretenda utilizar el inconsistente argumento de “eso es historia” para mantener o conservar lo que desde el terreno patrimonial es un verdadero atentado.

 

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Pies de foto:

 

    [Imagen principa] Antonio Ortega (2014). Escudo de Franco, vitral en la Catedral de Baeza.


    [Segunda imagen] (Izquierda) Litografía de la catedral y torre, tercer tercio del S.XIX. Archivo familia Lucena Parrilla. (Derecha) Catedral y torre, década de 1930. Editorial Oriol.

 

    [Tercera imagen] (Izquierda) Plaza de Santa María. Tarjeta postal, fototipia Hauser y Menet, 1902. (Derecha) Plaza de Santa María. Antonio Ortega, 2015.

 

    [Cuarta imagen] Vistas del desaparecido coro, órganos y reja. Fotografías Enrique Romero de Torres, 1913-1915. Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén. Instituto del Patrimonio Cultural de España.


    [Quinta imagen] Vista exterior de las ventanas de un hueco y de las serlianas de la fachada norte de la catedral. Antonio Ortega (2.015).

 

    [Sexta imagen] Hueco y vitral con la heráldica de Antonio de Raya Navarrete, natural de Baeza y Obispo de Cuzco entre 1594 y1606. Flanqueado por los escudos laicos de Lorite y Vela.

 

    [Séptima imagen] Escudos del Papa Pío XII, del Obispo Romero Mengíbar y del Gobernador Coca de la Piñera.

 

    [Octava imagen] Escudos del Alcalde Viedma, del Ministro Girón de Velasco y del dictador Franco.

 

Notas al pie:

  

 

    (1) LÓPEZ GUZMÁN, Rafael: “El mudéjar baezano” En Baeza histórica y monumental. M. MORAL (coord.) Diputación de Jaén-Ayuntamiento de Baeza. Baeza, 2010.

 

    (2) LORITE CRUZ, P.J. : “Las capillas de la catedral de Baeza según la visita realizada en 1625”. Revista de Claseshistoria. Art. No 216, agosto 2011. http://www.claseshistoria.com/revista/2011/articulos/lorite-capillas-catedral-baeza.pdf

 

    (3) MONTORO DE VIEDMA, J. Y VIEDMA, F.: Baeza de 1950 a 1970. Baeza, 2007. Pp 131-132

 

    (4) ROMERO, Aroa: Apuntes y reflexiones en torno a la obra restauradora del arquitecto Francisco Prieto-Moreno y Pardo”. E-rph, Revista Electrónica de Patrimonio Histórico, no 7, diciembre, 2010.

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Comentarios
[01 feb 2015 12:58] Miguel Dávila escribió:
Gran artículo sobre una realidad desconocida.
Me quedo sin duda con las "Preguntas para la reflexión". Dan mucho que pensar.
Enhorabuena.
[02 feb 2015 14:27] Antonio escribió:
Gracias Miguel. Para mí también fue una sorpresa su descubrimiento. Pero más aún lo fue estudiarlo y comprobar los aspectos simbólicos y las conclusiones respecto a la intervención patrimonial durante buena parte del franquismo en nuestro pueblo. Desgraciadamente el espacio no da para extenderse en todo lo que llevo investigado pero espero que se publique pronto todo el cuerpo del trabajo. Creo que es muy interesante, aunque no sea "politicamente correcto" poner en cuestión muchas de las cosas que han creado la imagen de Baeza. Pero todo forma parte de su naturaleza.
Antonio Ortega
Historiador por convicción, trabajo en la universidad en esas cosas de investigar y formar sobre el patrimonio cultural.
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