Valores y conflictos
Muchos aseguran que estamos atravesando una auténtica crisis de valores, pero ¿qué son los valores?, ¿cómo se originan?, ¿están nuestros valores por encima de los de los demás? Los australianos Karnivool nos aseguran en We are, el primer single de su último trabajo, que lo que más temen, la mayoría del tiempo, es lo que nosotros mismos somos, y no les falta razón.
En estos tiempos que nos ha tocado vivir, en los que la economía mundial se halla sumida en una profunda crisis, hay una frase que se ha vuelto extremadamente recurrente y que es repetida hasta la saciedad por todos aquellos que quieren mostrar su descontento con la situación actual. Esta frase es: «No se trata solamente de una crisis económica, estamos ante una crisis de valores». Pero para hablar de valores y juzgar si están en crisis o no, primero debemos preguntarnos, ¿qué son los valores?
Los valores de un individuo concreto surgen de la interacción de la cultura y las costumbres, de su elección personal y de su propia experiencia moral. Los valores son el resultado del comportamiento humano, de su ingenuidad, de sus deseos, de sus necesidades y de sus proyectos. Los valores ponen de manifiesto que el ser humano no coincide con el ambiente biológico o natural que lo define como ser vivo. Esta realidad se hace visible cuando entendemos que los valores son más amplios que la moral individual. Éstos son además compartidos y de ahí nace la comunicación que a su vez hace posible que un ser individual pueda integrarse en una comunidad.
«Los valores son el resultado del comportamiento humano, de su ingenuidad, de sus deseos, de sus necesidades y de sus proyectos».
Por lo tanto, los valores son algo que nos es dado, pero que en una medida importante elegimos nosotros mismos al hacerlos nuestros y consecuentemente existen dos concepciones respecto a ellos: La concepción pasiva, que consiste en ajustarse o adaptarse a lo que la mayoría considera como el Bien, el Orden y lo beneficioso para la sociedad ; y la concepción activa, que consiste en producir o construir lo que nosotros consideramos el Bien, el Orden y lo beneficioso para la sociedad.
Dicho esto, a nadie se le escapa que existen numerosos temas de actualidad en nuestra sociedad occidental que ofrecen múltiples lecturas, y que la mayoría de ellas son contradictorias según quién haga el examen de la situación y eso es, sin duda, el fruto de los valores que tiene cada uno de los intérpretes del problema en cuestión. Algunos ejemplos ilustrativos en el que los valores entran en conflicto son:
Una multinacional farmacéutica se encuentra en una de las fases de investigación para el desarrollo de un nuevo fármaco para el tratamiento de una enfermedad «rara» (se entiende por 'enfermedad rara' aquella que afecta a menos de 5 individuos de cada 10.000), pero al calcular el coste-beneficio que este fármaco les va a suponer se dan cuenta de que el coste va a ser bastante más elevado que el beneficio que puedan obtener de las ventas potenciales: el proceso de desarrollo se detiene. Evidentemente, el desarrollo de este tratamiento supone un claro beneficio para los pacientes con esta enfermedad, pero la empresa farmacéutica es al fin y al cabo eso, una empresa, que subsiste a base de hacer negocio y obtener beneficios de los productos que elabora. ¿Es ético que esta empresa deje evolucionar a estos pacientes en su enfermedad cuando ellos conocen la clave para curarla? ¿Quién debe afrontar el coste que le suponga a esta empresa el desarrollo de este fármaco para que ésta pueda subsistir?
Vivimos en una «prisión electrónica» en la que nuestra existencia se encuentra totalmente ligada a los dispositivos electrónicos, internet y las redes sociales. Hace un tiempo se formó un gran revuelo (parece que hasta que no se hizo oficial a nadie se le había ocurrido que esto estaba sucediendo) cuando se demostró que el servicio de inteligencia americano había espiado y solicitado información de numerosas cuentas de Facebook y Google, supuestamente, para velar por la seguridad colectiva del conjunto de los ciudadanos de los Estados Unidos. Como medida preventiva para evitar un posible ataque terrorista como el que ocurrió el 11 de septiembre de 2001. Pero, ¿dónde está el límite? Sabemos que no es lícito, pero ¿es ético acceder a la información personal de decenas de miles de ciudadanos para estar prevenidos ante un hipotético ataque terrorista? Este caso vuelve a tener varias lecturas, como ciudadanos de un Estado todos queremos que éste vele por nuestra seguridad, sin embargo, ¿si el precio a pagar es la confidencialidad de nuestra información personal, estaremos dispuestos a aceptarlo? Por otro lado, ¿en qué lugar quedan las empresas que han facilitado esos datos cuando hacen creer a sus usuarios que su información personal es privada?
Un hombre que se encuentra en el corredor de la muerte, por haber asesinado a varias personas, padece una enfermedad renal crónica e irreversible, y se encuentra en lista de espera para recibir un trasplante de riñón que pueda salvar su vida ¿Es ético que este hombre se encuentre al mismo nivel en la lista de espera que un ciudadano de bien que necesite ese mismo riñón para poder continuar con su existencia? ¿Sería ético negarle este tratamiento al recluso por los malos actos que cometió en el pasado? Si utilizamos el hecho de que él infligiera la ley y arrebatara la vida a varias personas como juicio de valor para negarle el trasplante en cuestión, ¿no estaríamos actuando de una forma similar a él en el momento en que cometió sus crímenes y que hoy nos sirve como argumento para negarle la posibilidad de vivir? Y por último, ¿es justo que un preso condenado a muerte reciba un trasplante para salvar su vida, cuando sabemos que esta va a tener una duración limitada, habiendo otras personas que pueden llevar una vida plena durante un tiempo indefinido con ese mismo trasplante?
«¿Estamos frente a una crisis de valores? Mi opinión es que sí y esa crisis consiste, precisamente, en considerar los nuestros más válidos, evolucionados y extensibles que los del resto».
Como se puede vislumbrar con la simple lectura de estos tres hipotéticos casos, los juicios de valor y los valores que se aplican en cada situación deben ser cuidadosamente examinados, escogidos e individualizados a cada realidad en concreto. Y esa es, precisamente, la falacia de los tiempos que corren, que pretendemos o pretenden hacernos creer, tanto por una parte como por la otra, que los valores son algo inamovible, estándar y expansible a cualquier situación, y mucho me temo que esto no es así. Siendo esto cierto, todo sería mucho más fácil de lo que en realidad es y no existirían conflictos que perduran durante décadas o incluso siglos. Por eso, ante la pregunta ¿estamos frente a una crisis de valores? Mi opinión es que sí y esa crisis consiste, precisamente, en considerar los nuestros más válidos, evolucionados y extensibles que los del resto, por el simple hecho de que sean nuestros. Por eso, nuestra aspiración debe ser conseguir un Mundo en el que los valores que imperen no sean necesariamente los nuestros, sino un Mundo poblado por mentes pensantes y críticas, que basen su potencial en la razón y la tolerancia para que, de esta forma, la violencia y la soberanía queden relegadas a la expresión miserable y cobarde de una minoría que carece de esa capacidad de discusión y discurso constructivo, basado, precisamente, en eso que hemos venido a llamar como valores.
Como expresión de esta decadencia, e impregnada de un tono apocalíptico, los australianos Karnivool, nos regalan en su último y enorme trabajo el tema We are (http://www.youtube.com/watch?v=V_E5ae9ZTwk), en el que nos dejan estrofas tan contundentes y desesperanzadoras como «Who we are I fear most of the time / Carry on shuffling in order and in line» o «I want us to break the case we're in / With one of the tools of this catatonic skin». No perdamos la esperanza, y hagamos de esta canción un himno para revolver la conciencia de las masas.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Diego Naguel (2014) Valores y conflictos.
Por Miguel Dávila, 12 ene 2014, en Cine.
Por Elvira Ramos, 13 ene 2014, en Arte.