La dualidad china: de Taipei a Pekín
¿Existen realmente dos Chinas? De Taipei a Pekín: la crónica espontánea de un pequeño viaje que me hizo apreciar de cerca las diferencias entre el «Made in Taiwan» y el «Made in China».
Hasta hace unos años no era consciente de la existencia Taiwán. Su nombre me sonaba, lo situaba en Asia y sabía que de allí venían muchos de los juguetes con los que jugaba cuando era niño. Si escuchaba Taipei seguro lo relacionaba con alguna ciudad de China o bien con algún remoto país de Asia oriental. La verdad, mi intuición no se alejaba mucho de la realidad. Efectivamente, en frente de China, bajo la municipalidad de Shanghai y justo en frente de la provincia de Fujian se encuentra la isla de Taiwán. Su singular capital, Taipei, se ha convertido por las corrientes del azar en el lugar de mi residencia actual.
Cuando la gente piensa en China y en los chinos, enseguida nos vendrán a la cabeza conceptos como la bandera roja estrellada, Mao, Pekín, Hong Kong, La Gran Muralla, un idioma complicado y un largo etcétera. Eso sí, sin olvidar los omnipresentes bazares «los chinos» que se sitúan en cada rincón de la geografía española. Sin profundizar más, podríamos establecer así la definición de China pero, evidentemente, nos quedaríamos cortos. Esta omnipresencia de los chinos se extiende al mundo entero. Sin ir más lejos, el sudeste asiático es casi como una extensión de China en ciertos puntos. Su notable legado cultural ha dejado huellas imborrables en países como Vietnam, Malasia, Tailandia o Filipinas.
Cuando elegimos viajar a China elegimos China, la continental. La que se ve en todos los mapas y se sitúa por detrás de Rusia en área territorial. El país más poblado del mundo. Sin duda una elección acertada si lo que queremos es vivir de cerca una verdadera fusión de culturas. El gobierno chino reconoce 56 grupos étnicos a lo largo del país y a cada uno se le atribuye un dialecto distinto.
¿Qué ocurre entonces con Taiwán?
Basándonos en los conceptos anteriormente mencionados sobre la idea de China podríamos hacer una especie de ridícula analogía en base a lo que es Taiwán. La bandera roji-azul soleada, Chang Kai-shek, Taipei, Tainan, el Parque Nacional de Taroko, el chino tradicional… Sin tratar de entrar en cuestiones políticas, existe de facto una dualidad entre China y Taiwán, entre sus capitales Pekín y Taipei.
«Lo primero que llamó mi atención al aterrizar en Pekín fue la nube de contaminación que se extendía por todo el cielo y pintaba la ciudad de un color grisáceo azulado».
A través de mi experiencia personal, puedo constatar que existe un hecho común a la hora de conocer a algún joven taiwanés. Si por algún casual sale el tema China, normalmente, tratarán de convencerte de que ellos son diferentes, cosa que no es de extrañar teniendo en cuenta la trayectoria que ha vivido cada lugar. La mayoría de ellos se identificarán no como chinos, sino como taiwaneses. Como consecuencia surgieron en mi cabeza numerosas dudas, preguntas acerca de las dos Chinas, quería ser conocedor de estas diferencias y de si realmente eran tan notables.
Al fin tuve la oportunidad con estas vacaciones invernales (enero-febrero). Después de varios meses viviendo en Taipei me decanté por visitar Pekín, el motor de China. Después de lidiar con los molestos trámites del visado durante casi un mes logré hacerme con uno. El viaje me trasladaría de un clima tropical, húmedo, montañoso, verde y lluvioso a un clima continental, seco, llano, gris y sin duda frío… muy frío. Con razón hay gente que ya establece una gran diferencia entre chinos del norte y del sur. Lo primero que llamó mi atención al aterrizar en Pekín fue la nube de contaminación que se extendía por todo el cielo y pintaba la ciudad de un color grisáceo azulado. Podía sentir la inmensidad del lugar en el que me encontraba. Las autopistas más anchas que había visto en mi vida, interminables filas de árboles que se alzaban sobre invernales llanuras, gigantescos bloques de edificios que se disolvían en el polvo del aire y una ligera sensación de vacío. Eran las 5 de la tarde y en pocos minutos el cielo se oscurecería.
Al subir en el tren que me llevaría a la ciudad no pude pasar por alto el idioma. No se trataba de un idioma distinto, aunque lo parecía. Esto hacía que me sintiera todavía más alejado de Taiwán. El norte de China tiene una peculiar forma de hablar; más gutural, más enrevesada, más tonal y más rica en fonemas. Estoy seguro que cualquiera podría apreciar esta diferencia. La sonoridad del «pekinés» hace hincapié en su personalidad. En contraposición al carácter reservado y prudente de los taiwaneses, los pekineses son gente muy amistosa y no tienen pelos en la lengua.
Los gastronomía es otro de los puntos fuertes que me hizo sentir lejos de casa. En Pekín encontraremos los platos más clásicos de la cocina china como el pollo gongbao, el mapo tofu, los clásicos fideos fritos y también los más locales como los chuar de cordero (pinchos de cordero), el pez ardilla, el hotpot y como no, el pato laqueado. Sin olvidarnos tampoco de los escorpiones, arañas y gusanos fritos que podemos encontrar en los bulliciosos mercados de Wangfujin. En Taipei lo más desagradable que llegué a ver fue un cubo transparente lleno de ranas vivas dispuestas a ser cocinadas… Taiwán posee numerosos platos con base de arroz y vegetales a diferencia de Pekín. Su gastronomía está ampliamente influenciada por las gentes de Fujian y la etnia Hakka de la misma manera que la cocina de Pekín posee una importante influencia mongola y musulmana.
«Tanto Pekín como Taiwán hacen uso de naves industriales abandonadas para transformarlas en distritos de arte. Algo que me pareció bastante innovador ya que el «abandono» artístico, el escenario donde se exponen las obras las dota de un aire más especial».
La capital de China es una ciudad donde podemos pasar de la aglomeración a la desolación en cuestión de segundos. Basta con perderse un poco por sus inmensas avenidas y laberínticos hutongs y ya nos costará incluso horas regresar a casa. Pekín posee una red de metro de 16 lineas en comparación a las apenas 6 lineas que hay en Taipei, donde salir con 30 minutos de antelación para una cita puede ser más que suficiente y nadie te empujará para entrar o salir del vagón. Como es propio, Pekín todavía conserva aires comunistas en su arquitectura modernista que hace frente a los palacios y escasos templos tradicionales. Por ejemplo, su Ciudad Prohibida. Es inmensa. Se asemeja a un compendio de muros y pasillos que nos conducen a interminables patios interiores que en nada se diferencian el uno del otro. A menudo me preguntaba si ya había pasado por allí antes o no… Lo que no se puede negar es que la Ciudad Prohibida es como un pequeño viaje al pasado, a la China dinástica. Dos mañanas necesité para recorrer el lugar. Fue suficiente.
Tanto Pekín como Taiwán hacen uso de naves industriales abandonadas para transformarlas en distritos de arte. Algo que me pareció bastante innovador ya que el «abandono» artístico, el escenario donde se exponen las obras las dota de un aire más especial. Nada que ver con el concepto de ir a una galería en medio de la ciudad. Si tuviera que quedarme con uno me quedaría con el distrito 798 de Pekín. Pero no por las galerías en sí, a las cuales no pude acceder por ser año nuevo en China, sino por el paisaje. Podría resumirlo en dos palabras: óxido y desolación. Lástima que el frío y el cansancio me impidieran sacar la cámara.
El veredicto. Sí. Taiwán y China, Taipei y Pekín son lugares diferentes. Diferentes gentes, diferentes ideas y en definitiva diferentes sistemas de vida. Lo que encontraremos en Pekín es la China más típica, la de las películas, las flautas chirriantes y Mao Ze Dong. Una China «roja» repleta de gente optimista que alza sus banderas por doquier y celebra orgullosa el hallarse en auge económico.
En Taiwán encontraremos la otra China. La que no ha conocido a Mao pero también ha vivido su propia represión social, la que ha preferido seguir los modelos japonés y americano. El capitalismo se presenta de otra manera aquí pero en cuestiones de publicidad no existe una ganadora. Taiwán vive en el mundo globalizado a pesar de ser una pequeña isla. El mar que la rodea no parece ser obstáculo para traer la cultura más refinada y selecta a sus gentes.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Miguel Ángel Vázquez Vera (2014) La dualidad china.