Cimentando a Conciencia
Así, sin darme cuenta, caí en la cuenta de que se había convertido en el eje de todo mi universo, yo ahora era una satélite que daba vueltas sobre ella, mi planeta, mi cuerpo celeste.
Desde que ha hecho acto de presencia en mi anodina existencia todo mi prisma y mi escala de valores se ha dado la vuelta con la facilidad que alguien le da la vuelta a un calcetín. Ha venido a remover todo lo que hasta este momento para mí había sido importante, haciendo que quede en un segundo plano; ni siquiera yo mismo soy mi prioridad desde hace un tiempo.
Todo lo que hago, desde el momento en que la vi por primera vez, es por y para ella, mi único motor es hacerla feliz, que sea feliz, y es así desde el momento en que cruce mi mirada con la suya; recuerdo con total claridad el día que la olí por primera vez, quedé paralizado por la fuerza del lazo más fuerte que había sentido en mi vida. Despertaba pensando en ella, me acostaba pensando en ella y soñaba con ella; esa manipulación involuntaria que ejercía sobre mí me decía que nunca volvería a ser el mismo, pero no me importaba, esclavitud y sacrificio sonaban de otra manera en mi cabeza.
Podía pasar las horas viéndola dormir, tocándole el pelo o viéndola andar por la casa con ese aire de fragilidad y de vulnerabilidad que le daban esos enormes ojos que me miraban sin prejuicios, con amor sincero. Podría morir por ella, incluso matar por ella pensaba en momentos de insana ternura y devoción.
Oír en su boca los mil nombres y apelativos que me pone cada día, es el mejor sonido que un hombre puede imaginar que va a escuchar en su vida, ni siquiera me resulta irritante escucharla quejarse de su día cuando llego a casa hastiado del mío; nada me apetece más que dejarla caer sobre mi hombro y permitirle martillear mi ansiado silencio con su dulce tono. Me hace feliz ser el refugio de alguien que a la vez es el mío; me enorgullece sentirme válido y necesario para alguien con la total seguridad de que eso es así, de que ya nunca más voy a creer eso de que nadie es imprescindible, yo lo soy para ella, y tengo la certeza de que eso no va a cambiar nunca.
Siempre he menospreciado a esos ñoños enamorados del amor, siempre he pensado que eran débiles y patéticos en su intento por encontrar una motivación que no pudieran alimentar mediante sus propios egos, por eso no me imaginé a mi mismo como un adicto a un sentimiento, pero es que nunca lo había sentido así de irracional e incomprensible.
Tengo que dejar mi mente en blanco por un momento y concentrarme en lo único que importa en este momento; tengo que hacer que la historia de hoy sea mejor que la de ayer y asegurarme de que ella va a soñar bien; sólo quiero que duerma profundamente después de escucharla decirme papá por última vez hoy; tranquila que yo me quedaré un largo rato velándote y pensando en que cosas pasan por tu pequeña y preciosa cabeza.
«El mundo interior de un niño es uno de los misterios más grandes de la humanidad».
El mundo interior de un niño es uno de los misterios más grandes de la humanidad. A pesar de que todos hemos vivido esa etapa, los pocos recuerdos y emociones que llevamos grabados a fuego de esa vida que vivimos se van disipando por el caos y el estrés de la vida adulta. Nuestras malsanas preocupaciones muchas veces nos hacen olvidar lo que sienten ellos, en qué piensan, por qué actúan o reaccionan de una manera u otra ante situaciones que nosotros ya no sentimos con esa olvidada intensidad.
¿Dónde quedó la magia que todos hemos sentido ante determinadas situaciones? ¿Dónde está la pasión, la risa y la energía del que descubre por primera vez y llena su pecho de oxígeno e ilusión porque la vida es maravillosa? No sé, puede que aunque siga siendo un escéptico y un cínico, empiece a creer en que el verdadero poder de ese sentimiento que estoy harto de nombrar tenga como principal poder y cualidad la comprensión, si lo usamos indiscriminadamente, quizás no tengamos que usar tanto la cabeza para razonar cuestiones, quizás lo entendamos todo.
Por eso no hay que olvidar que un día fuimos un niño, pero sobre todo no hay que olvidar que dentro de cada uno sigue todavía vivo y probablemente perdido, esperando a que alguien lo entienda.
INSIDE OUT (DEL REVÉS, 2015).
Hace ya mucho tiempo que las películas de animación no son sólo carne de consumo para los más pequeños de la casa lo que es un consuelo para todos esos padres que acuden abnegados a las salas con sus retoños para que vivan la magia de la pantalla grande.
El máximo exponente de estas cintas para todos los públicos, en el más amplio sentido del término, es el mundo Pixar (ahora, Disney Pixar); John Lasseter y su privilegiado equipo de animadores son conocedores al máximo de cómo hacer las delicias de la familia con películas como Toy Story o Wall E que son éxitos de público y crítica a partes iguales por el verdadero trabajo de artesanía que suponen o el mensaje sutil y las moralejas que lanzan, pero sobre todo porque están hechas desde el corazón y la cabeza y es la verdadera causa de que tengan alma.
Del revés (a.k.a Inside out, Intensa mente, Divertida mente) es la última virguería de la Pixar y, sin duda, una de las mejores películas de este año. Narra la historia de cómo una niña, Riley en el umbral de la adolescencia, debe dejar su ciudad natal cuando su padre consigue un nuevo trabajo en San Francisco. Desde ese momento las emociones («personajeficadas») de su cabeza, Alegría, Miedo, Ira, Asco y Tristeza deben lidiar con todas las acciones y la adaptación que Riley en su nueva vida debe afrontar.
«Pixar pone a disposición de esta idea toda su imaginería y su poderío visual para explicarnos de manera, en apariencia, sencilla cómo funciona nuestra mente, cómo gestiona los recuerdos y las emociones más básicas».
Con esta premisa tan fresca y original y un planteamiento que haría enrojecer al más curtido guionista, la Pixar pone a disposición de esta idea toda su imaginería y su poderío visual para explicarnos de manera, en apariencia, sencilla cómo funciona nuestra mente, cómo gestiona los recuerdos y las emociones más básicas, de una manera nada básica, y es que me imaginé viéndola, lo que deberían de disfrutar los psicólogos con esta peripecia y las lecturas que deberían captar y que a los demás se nos escapan embelesados por lo preciso y precioso del conjunto.
Una obra maestra que es una auténtica montaña rusa de emociones, literalmente hablando, llena de matices y sutilezas a todo color. Es de esas pelis que se hacen para hacer feliz a la gente, hasta el punto de que te hacen empatizar hasta con la necesaria tristeza, como servidor no veía desde Mi vida sin mí de Isabel Coixet. Difícil de superar Mr. Lasseter, aunque pongo todas las emociones de mi cabeza en alerta a la espera de que lo haga.
MOMMY (2014).
El joven director canadiense Xavier Dolan es uno de mis vicios confesables desde que descubrí su mundo con Los amores imaginarios (2010. En 2014 nos regalaba a todos sus seguidores y a todos sus detractores (que también los tiene) Mommy la cinta que probablemente nos reconcilió y nos descubrió un Dolan mucho más maduro narrativamente y que, lejos de todo el postureo que tan irritante resulta para algunos, se postula como un director de actores con un pulso firme, pero sobre todo un mago que utiliza todos los recursos a su alcance para describir emociones con una habilidad innata para conmover.
La acción se desarrolla en una Canadá ficticia y nos cuenta la problemática relación entre Die (Anne Dorval) y su hijo Steve (Antoine-Olivier Pilon), un adolescente que quedó profundamente marcado por la muerte de su padre y que es incapaz de controlar su ira y sus impulsos violentos mientras lucha por ser una buena persona y proteger de la vida a su madre a la que ama sin concesiones. Todo tomara un cariz mucho más racional cuando entre en juego Kyla (Suzanne Clément), una vecina y profesora que se ha tomado un año sabático incapaz de seguir en su empleo porque vive terriblemente acomplejada por su tartamudez. La relación entre los tres se hará cada vez más estrecha y entenderán en su micro universo la lucha diaria que supone la vida y lo importante que es tener al lado a alguien que se ponga en nuestro lugar y entienda como asimilamos el dolor y como nos influye en nuestra manera de actuar.
«Dolan utiliza todos los recursos a su alcance para describir emociones con una habilidad innata para conmover».
Todo el cine de Dolan está perfectamente calculado, el mobiliario, la ropa, los encuadres, la música (¡qué música!) pero es la labor actoral el plato fortísimo de la película. Las dos actrices fetiche del director están insuperables en el papel de ángeles de la guarda del enfant terrible Steve (el personaje de Die es el papel con el cualquier actriz soñaría) y el mismo Steve sabe dar a la perfección el justo equilibrio que su personaje demanda para que lo odiemos y amemos al mismo tiempo.
Ojalá ser feliz, ampliar las miras, ensanchar la perspectiva o abrir el alma y el corazón fuera tan fácil como convertir un fotograma cuadrado en rectangular con un simple movimiento de manos, a ritmo del Wonderwall de Oasis.
Mommy es inmensa y guarda un par de ases en la manga en forma de escenas inolvidables que te ayudan a entender por qué Dolan se está labrando una de las carreras más prometedoras del cine actual a golpe de una perspectiva de una sensibilidad extraordinaria.
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Pie de foto:
[Imagen principal] Joaquín Aldeguer (2015).