Un animal en el ring, un animal en casa
CINE

Un animal en el ring, un animal en casa

    ¿Puede un biopic descarnado y directo sobre una persona despreciable convertirse en una obra maestra cinematográfica? Martin Scorsese como director y Robert De Niro con una sensacional interpretación lo hicieron posible en Raging bull.

 


        «Me llaman animal. Yo no soy un animal, yo no soy un animal… ¿Por qué me tratan así? Yo no soy tan malo, yo no soy tan malo, yo no soy tan malo… Yo no soy lo que creen… Yo no soy lo que quieren…» (Scorsese 1980)


    Una de las obras maestras en la filmografía de Martin Scorsese, un biopic duro en su argumento y muy directo en lo visual. Su argumento se basa en Raging Bull: My Story, la autobiografía del boxeador neoyorkino Jake LaMotta, que llegaría a ayudar como supervisor en la película, mientras que la adaptación para el cine contó como guionistas con Paul Schrader (en su época de plenitud, 4 años después de firmar para Scorsese el guión de Taxi driver) y Mardik Martin (compañero de facultad de Scorsese y guionista de varias producciones de sus inicios). La película está dedicada a Haig Manoogian, quien fuera mentor de Scorsese en la Escuela de Cine de la New York University, y que falleció unos meses antes del estreno.

 

 

 


    Tras los títulos de crédito, la acción se sitúa en 1964, con un Jake LaMotta muy maduro y con el físico muy estropeado, muy lejos de la gran forma necesaria para practicar el boxeo a un alto nivel profesional. Jake aparece en un camerino preparándose para una función cómica, y es capaz de recitar algunas rimas, mientras recuerda su pasado. Es el momento de comenzar el desarrollo narrativo principal, volviendo a 1941, y qué mejor manera de hacerlo que en mitad de un combate de boxeo, que LaMotta pierde a los puntos tras una decisión polémica de los jueces. De vuelta en su casa del Bronx, Jake se desnuda ante la pantalla: es una persona violenta, temperamental, de un profundo machismo, ambiciosa, insegura e incapaz de atender a nada que no sea su propia voluntad. No es de extrañar que se comporte como «un animal» tratando a su esposa como escoria, una actitud que le enerva en demasía y que causa el rechazo de Joey, su hermano y entrenador, quien le recomienda abandonarla y no seguir aguantando esa situación. La vida en el barrio parece fácil para él, aunque le molesta que los mafiosos que pululan por el lugar intenten acercarse a él, sobre todo a través de su hermano. Jake es también un depredador sexual, que se queda prendado de Vickie, una bella rubia de 15 años que vive en el barrio y coquetea con esos mafiosos a los que tanto detesta. Jake hará lo posible por irse acercando a Vickie, hasta que consigue que ella le corresponda. Mientras tanto, su carrera como boxeador sigue en progresión ascendente y, tras una discutible derrota contra Sugar Ray Robinson (su Némesis en el cuadrilátero), comienza a encadenar victoria tras victoria. La vida le va bien, y hacia 1945 se casa con Vickie, instalándose la familia en Pelham Parkway, una zona residencial más rica que su barrio de origen, aunque todavía dentro del distrito del Bronx. Pero Jake sigue teniendo sus arrebatos violentos causados por los celos, que le llevan a sospechar de su bella mujer y de todos los que tienen alguna relación con ella, una actitud que le llevará incluso a destrozar sin piedad la cara de uno de sus contrincantes tras escuchar de su mujer que era «un chico guapo». Joey comprueba de nuevo cómo estos problemas pueden frenar la carrera de su hermano y sabe que la situación de Vickie tampoco es fácil, puesto que el exagerado machismo de Jake y sus celos sin fin provocan que se quede encerrada en casa y no pueda relacionarse con el mundo exterior. Joey decide tomar partido e involucrarse para intentar frenar al matrimonio en sus peleas, lo que le lleva a agredir a uno de los mafiosos del barrio con los que Vickie (sin Jake) se sentaba durante una velada en el mítico night-club Copacabana. A pesar de las reticencias de Jake respecto a la Mafia, esta agresión de Joey les involucra a ambos en asuntos turbios, y su carrera se verá emborronada al tener que aceptar dejarse perder una pelea por orden del capo de turno. Es un precio que Jake debe pagar para optar en alguna ocasión al título, dando a entender que la Mafia es quien controla los combates según su conveniencia. Totalmente desolado, Jake accede y se deja perder de una forma harto deshonrosa, pero su actuación no pasa desapercibida para el Comité, que le suspende durante un par de años. A su vuelta, Jake consigue de nuevo alcanzar la cúspide deportiva, mientras sus arrebatos celosos siguen pasando factura a su vida familiar. Y, cuanto más alto se llega, más dura será la caída, algo que LaMotta se encarga de demostrar con su descenso a los infiernos desde mediados de los años 50.

 

 

 

 

    La película es un tratado radical sobre la autodestrucción, y puede llegar a sorprender que este biopic, que retrata a un personaje real de forma cruda y directa como una persona despreciable, violenta y abyecta, cuente con el propio personaje como participante del proyecto no sólo a través de su autobiografía, sino también como ayudante y supervisor en algunos aspectos. De hecho, el carácter negativo de la vida de LaMotta llevó al equipo a sufrir algunos problemas de desarrollo del guión con Robert De Niro, que fue el impulsor real de la película. De Niro ya le había presentado el proyecto a Scorsese en 1974, pero no sería hasta después del fracaso de New York, New York cuando el director italoamericano decidiera finalmente aceptar ponerse manos a la obra con él. En cualquier caso, a pesar de crear una de las grandes películas de los años 80, Scorsese tuvo que volver a enfrentarse a un fracaso de público, que quizá no entendió cómo podía hacerse una obra de gran belleza sobre un personaje tan despreciable.


        «A pesar de crear una de las grandes películas de los años 80, Scorsese tuvo que volver a enfrentarse a un fracaso de público, que quizá no entendió cómo podía hacerse una obra de gran belleza sobre un personaje tan despreciable».


    Al analizar esta película es necesario detenerse con interés en la excepcional interpretación de Robert De Niro como Jake LaMotta, por la que obtuvo el Oscar al mejor actor protagonista. De Niro llevó a cabo una concienzuda preparación que daría como fruto un papel muy emocional que capta perfectamente el temperamento errático, desagradable y volcánico de LaMotta, sus celos, sus obsesiones sexuales, su decadencia física y psíquica… A destacar que De Niro consigue en versión original ser aún más convincente por su peculiar forma de hablar y su exagerado acento neoyorkino (en teoría muy fácil para alguien nacido allí). A esta excelencia emocional hay que unir el gran trabajo físico de De Niro para las escenas en las que su personaje estaba en plena forma, una puesta a punto seguida de cerca por el propio LaMotta, que llegó a declarar que el actor podría haber pasado por ser uno de los mejores pesos medios del momento. Aunque tampoco hay que olvidar otro esfuerzo de De Niro: ganar 30 kilos de peso para las escenas de decadencia de LaMotta, un sacrificio enorme que incluso le acarrearía problemas cardíacos. En cuanto al resto del reparto, sobresale Joe Pesci con su buen papel de Joey, un preludio (algo menos violento) del personaje de Tommy en Uno de los nuestros con el que ganaría el Oscar al mejor actor secundario 10 años después.

 

 

 


    La magnífica fotografía en blanco y negro firmada por Michael Chapman es otra de las señas de identidad de la película, que se alejaba así de otras cintas coetáneas en color sobre el mundo del boxeo; realmente es muy difícil imaginarse una narración semejante en color. Sólo algunas imágenes de tomavistas con recuerdos de la familia aparecen con tímidos colores en un corte muy pequeño del metraje. Precisamente el blanco y negro permite centrarse en lo que más interesa, en los personajes, además de conseguir una belleza difícilmente igualable en las escenas de los combates, que cuentan con un uso muy inteligente de la cámara lenta y unos primeros planos de auténtica impresión, dejando para la posteridad fotogramas bellísimos, como aquél en el que una cuerda blanca del ring gotea la sangre. También existen varios recursos visuales que agilizan la narración y permiten ahorrar metraje, como los citados recuerdos de tomavistas, o el resumen de varios combates con sucesión de fotos fijas de gran belleza.


    La banda sonora, tal como acostumbra Scorsese en sus películas, tiene un gran peso en la cinta, y ya se hace patente desde los títulos de crédito, en los que melodías de música clásica acompañan a un recurso muy utilizado por el italoamericano, las imágenes a cámara lenta.


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Pies de foto:

 

[Todas las imágenes] SCORSESE, M. (director) (1980) Raging Bull (Largometraje, 129 min.) Estados Unidos: United Artists. 

 

 

Enlaces de interés:

 

Ficha técnica en IMDb. Recuperado el 18 de febrero de 2014, desde: http://www.imdb.com/title/tt0081398/


Ficha ténica en FilmAffinity. Recuperado el 18 de febrero de 2014, desde: http://www.filmaffinity.com/es/film789039.html

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Comentarios
Miguel Dávila
Disfruto el cine desde siempre. Lo investigo, escribo y charlo sobre él desde hace mucho.
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Néstor F.Viñeta mensual