Soledad en una ciudad superpoblada
CINE

Soledad en una ciudad superpoblada

    «Lost in translation» (2003) es el segundo largometraje dirigido por Sofia Coppola, tras su ópera prima «Las vírgenes suicidas» («The virgin suicides», 1999) y tras haber abandonado por completo una carrera interpretativa que se inició con pequeños papeles sin demasiado éxito [1]. Superando definitivamente el incómodo lastre y las implicaciones muchas veces negativas de ser hija del ilustre Francis Ford Coppola, esta película le confirmaría como una prometedora cineasta y sobre todo le destaparía como gran guionista, puesto que con esta particular visión de la capital de Japón a través de los ojos de unos turistas solitarios y en crisis ganó el Oscar al Mejor Guión Original.

 

 

- ¿Qué haces aquí?

- Un par de cosas. Descansar de mi mujer, olvidar el cumpleaños de mi hijo... y cobrar dos millones de dólares por promocionar un whisky, cuando podría estar actuando en cualquier otra parte.

- Oh.

- Pero bueno, el whisky funciona. 

 

(Coppola 2003)

 

    La cinta comienza con una limusina adentrándose en la noche de Tokio, cuyas calles se animan con un denso tráfico de vehículos y peatones y están flanqueadas por modernos edificios recargados con luces de neón que recuerdan al espectador que la acción tiene lugar en una de esas grandes ciudades «que nunca duerme». En el interior de la limusina viaja Bob Harris, un maduro actor estadounidense recién aterrizado en el país nipón y dispuesto a rodar un anuncio publicitario de un whisky japonés de fama mundial. A su llegada al hotel comprueba la típica hospitalidad japonesa y el respeto que se profesa a los visitantes, aunque el viaje le tiene algo atolondrado y el jet lag empieza a tener sus consecuencias en forma de insomnio. Su descanso dura poco, y su jornada laboral comienza temprano, lo que le permite comprobar el frenético ritmo diurno de esta moderna y bulliciosa metrópoli. El anuncio que debe rodar, remunerado por cierto con una cantidad astronómica de dinero, parece estar perfectamente programado y todo parece «muy japonés» en su minuciosidad y profesionalidad, pero Bob comprueba por sí mismo cómo siempre hay algo que se pierde en las conversaciones con traductores de por medio, lo cual le incomoda. En su mismo hotel se aloja Charlotte, otra estadounidense mucho más joven y recién casada con un fotógrafo musical, que está realizando una serie de trabajos en Japón. Ella también demuestra los efectos del jet lag en forma de insomnio y ocupa las largas ausencias de su marido por cuestiones de trabajo pasando las horas sola en su habitación o explorando la capital nipona. Bob y Charlotte son dos personajes solitarios con situaciones de crisis similares que inevitablemente coincidirán en un contexto tan poco familiar para ellos. Ambos comienzan a compartir su desorientación y soledad, con Bob arrastrando a duras penas y a distancia un matrimonio que, tras 25 años, se encuentra en punto muerto, mientras que Charlotte tiene muchas dudas tras haberse casado muy joven y no saber muy bien qué hacer con su vida, ni siquiera qué hacer sola sin su marido. A pesar de estar fuera de sus respectivos elementos, ambos se unen para apoyarse mutuamente e intentar superar sus dudas vitales y sus respectivas crisis, mientras se convierten en unos peculiares turistas que huyen de su soledad adentrándose de forma anónima en la vida de la gran metrópoli nipona, paradójicamente una de las urbes más pobladas del planeta. 

 

 

    Sofia Coppola partió para realizar esta producción de un presupuesto bastante bajo [2], con el inconveniente de tener que rodar en un país extraño y, en ocasiones, carecer de permiso de rodaje en las calles céntricas de Tokio. En este sentido, es curioso comprobar cómo algunos planos en el metro o en el animado distrito de Shibuya tuvieron que rodarse de forma rápida y casi a escondidas, pero precisamente ese rodaje «nervioso» hizo mucho más realistas algunas de estas escenas. Además, el rodaje en una ciudad tan bulliciosa supuso un verdadero reto para el equipo, que tuvo que hacer un gran esfuerzo, por ejemplo, en temas de sonido ambiente. Y todo ello en menos de un mes de rodaje, lo cual le da aún mayor valor si cabe a semejante esfuerzo, aunque esta rapidez también responde a la buena planificación de Coppola, que recopiló durante semanas fotografías de localizaciones en la ciudad para ir adelantando trabajo.

 

    Con esta película Sofia trataba de hacer partícipe al espectador de una peculiar forma de hacer turismo por la capital del Japón, en la que los dos protagonistas son extranjeros en una de las grandes megalópolis del planeta, con dificultades de adaptación al ritmo de vida (mucha culpa la tienen sus respectivos jet lags) o al idioma. Fuera de la moderna ciudad hay también lugar para una visita fugaz al Japón más profundo, más calmado, pausado y bello; es el caso de la histórica ciudad de Kioto, a la que Charlotte realiza un viaje en el legendario «tren bala», visitando por ejemplo un santuario sintoísta; mientras, Bob regalará a los ojos del espectador un pausado entrenamiento en un campo de golf a los pies del Monte Fuji.


        «Aparte de su condición de solitarios, Bob y Charlotte se muestran también como personas "en punto muerto"».


 

    Pero esta cinta es sobre todo un retrato de la soledad, que contrasta fuertemente con la vida de una ciudad atestada de gente. Al desarraigo en un país extraño de los protagonistas se suman sus propias crisis existenciales y sus incertidumbres respecto al futuro, lo que apuntala su condición de personajes solitarios. Bob y Charlotte sólo parecen sentirse cómodos en el microcosmos que constituyen sus respectivas habitaciones del hotel, a pesar de que sigan resultándoles extrañas respecto a sus hogares. Pero es sobre todo en el exterior donde descubren que son simples «hormiguitas» en mitad de una marabunta peatonal, y su nimiedad respecto al conjunto de lo que les rodea les obliga de forma natural a tener que relacionarse entre ellos para no estar totalmente perdidos en un lugar en el que no hay horizonte, sino sólo edificios con fachadas atestadas de luces de neón, ya sean de karaokes, restaurantes o salas de juego. De hecho, será Charlotte la que parezca más curiosa y más abierta a hacer turismo de forma anónima, lo que le lleva a animar a Bob a acompañarla. Además, el propio Bob tiende a hacerse anónimo, puesto que rechaza todo lo que se exagera a su alrededor cuando se le reconoce como un personaje famoso. Aparte de su condición de solitarios, Bob y Charlotte se muestran también como personas «en punto muerto», en un callejón sin salida, estancados por sus dudas y, en cierto modo, con ganas de conocerse mejor a sí mismos y saber qué hacer en el futuro para ganar en seguridad y poder crear un muro alrededor que les proteja de las cosas que le incomodan.

 

    En el capítulo estético, hay que valorar de forma muy positiva la fotografía de la película, que capta perfectamente la inmensidad de la ciudad sin horizonte y atestada de edificios, algo que puede comprobarse en bellos planos tomados desde el interior del hotel Park Hyatt, en el que se rodó gran parte de la cinta. También hay que mencionar la enorme profusión de luces, acentuada por ambientar casi todas las escenas durante la noche. Hay incluso momentos de gran belleza cuando las perspectivas juegan con los reflejos en cristales o espejos, creando un ambiente casi irreal en el que esas luces de neón adquieren mayor protagonismo si cabe.

 

 

    En cuanto a las interpretaciones, para Scarlett Johansson éste fue su primer papel protagonista de renombre cuando aún contaba con 19 años, tras haber realizado anteriormente algunos papeles secundarios. Pero sobresale el excelente papel dramático de Bill Murray, que parece hecho a la medida de su personaje [3] y demuestra tener mucho más que ofrecer que simples papeles cómicos. Por cierto, el hecho de que su personaje tuviera que rodar un anuncio de whisky Suntory está inspirado en el caso real del padre de la directora, puesto que Francis Ford Coppola protagonizó en la década de 1970 un anuncio para esta marca nipona de bebidas bajo la dirección de un clásico del cine mundial como Akira Kurosawa. De hecho, hay más referencias en la película al mundo del cine, como las películas que Bob y Charlotte ven en el televisor de sus habitaciones, que son sin duda un homenaje de la directora a dos grandes como el propio Kurosawa al mostrar Los siete samuráis (Sichinin no samurai, 1954) y como Fellini con su gran película La dolce vita (1960)

 

    Ahora merece la pena ahondar en uno de los aspectos más destacables e interesantes de la película, su música. Se trata de un ejemplo más de una de las constantes en la filmografía de Sofia Coppola, el cuidado que pone en sus bandas sonoras y el atractivo uso que hace de la música moderna incluso en cintas con ambientación en el pasado [4]. No es de extrañar el extremo interés de la directora en ese aspecto, puesto que su relación con la música es muy estrecha desde su juventud. Sofia participaría en algunos vídeos musicales como actriz, por ejemplo en «Mildred Pierce» (1990) de Sonic Youth o «Elektrobank» (1997) de The Chemical Brothers. Precisamente el videoclip de esta última canción sirve para explicar otro de los aspectos de la vida de Coppola que la relaciona con la música actual, puesto que estaba dirigido por Spike Jonze, el experimentado director de vídeos musicales [5] que también dio el salto a la dirección cinematográfica en 1999 [6], y con quien Coppola se casaría en 1999. De hecho, la propia Sofia ha hecho también sus pinitos como directora de videoclips para The Flaming Lips, Air o The White Stripes, y precisamente desde 2011 está casada con Thomas Mars, el líder del grupo francés Phoenix, al que también dirigió el vídeo “Chloroform” en 2013. Como puede comprobarse por todos estos datos, la relación de Sofia Coppola con la música de las últimas décadas es muy estrecha, y eso se traduce en que Lost in translation muestre a lo largo de su metraje temas de shoegaze, dream pop o música electrónica, por parte de grupos como Death in Vegas, Peaches, Air, The Chemical Brothers o también Phoenix. Parte importante de la banda sonora corresponde a temas de Kevin Shields, el líder de My Bloody Valentine [7], cuyas composiciones hipnóticas casan perfectamente con el universo nocturno de la ciudad de Tokio que muestra la película, y cuyo tema principal, «City Girl», cuenta con un videoclip también dirigido por Sofia Coppola.

 

 

    Queda claro que la música es muy importante en la vida y la filmografía de Coppola, pero en esta película en particular adquieren también gran importancia las letras de algunas de las canciones, que se relacionan de forma muy estrecha con la evolución narrativa, e incluso con la situación emocional de sus personajes principales, Bob y Charlotte. En este sentido, hay una escena nocturna en un karaoke que demuestra cierta afinidad con los sentimientos de ambos, puesto que Charlotte se insinúa de forma no demasiado inocente a Bob con «Brass in pocket» de The Pretenders [8] y poco después le pone en cierto aprieto al pasarle el micrófono para cantar «More than this» de Roxy Music [9]. El tema del grupo británico The Jesus & Mary Chain “Just like honey” pone el broche final como fondo de la (gran) escena final. Sin ánimo de incurrir en spoilers con el final de la cinta, para no incordiar a quienes no la hayan visto aún mientras lean estas líneas, sí queda bastante claro que la letra de este tema tiene relación con la forma en la que Sofia Coppola cierra este viaje de seres solitarios por una de las ciudades más superpobladas del planeta [10]. Por cierto, hay que hacer caso al título (cuyo significado literal en español es “perdido en la traducción”) y ver la película en versión original para no perder nada que el doblaje pueda dejar escapar, además de poder apreciar así esta importancia de las letras de algunas canciones en el desarrollo narrativo.

 

    En esencia, una película muy fresca, muy cercana y muy realista, con una excelente fotografía y un guión ciertamente merecedor del Oscar. Una estupenda manera de visitar con nuestros ojos la ciudad de Tokio y de reflexionar sobre la soledad y la necesidad de estar bien consigo mismo. Y si encima la película viene sazonada con grandes interpretaciones y buena música, el resultado en conjunto es mucho más atractivo si cabe.


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Pies de foto:


    [Imagen principal] Captura de imagen. Sofia Coppola (2003) Lost in translation.


   
 [Segunda imagen] Captura de imagen. Sofia Coppola (2003) Lost in translation.


    [Tercera imagen] Captura de imagen. Sofia Coppola (2003) Lost in translation.


    [Cuarta imagen] Captura de imagen. Sofia Coppola (2003) Lost in translation.

 

 

Notas al pie:

 

    [1] E incluso algunas críticas feroces, como las provocadas de forma casi unánime por su papel de Mary Corleone en El Padrino, parte III (The Godfather: part III, Francis Ford Coppola, 1990).

 

    [2] La inversión fue de unos modestos 4 millones de dólares, que se traducirían en un éxito arrollador con casi 120 millones de recaudación en las pantallas de todo el mundo.

 

    [3] De hecho, Sofia Coppola escribió el papel de Bob pensando en Murray y, de no haberle tenido disponible, probablemente no habría hecho la película.

 

    [4] El ejemplo más notable es la heterogénea banda sonora de María Antonieta (Marie Antoinette, 2006), que mezcla temas de música clásica con otros de pop, rock o música electrónica de las últimas décadas, provenientes de grupos y artistas como The Cure, Adam Ant, New Order, Siouxsie and the Banshees, The Radio Dept. o Air. El resultado, a pesar de su eclecticismo, es tan sorprendente como atractivo.

 

    [5] Jonze es uno de los directores de videoclips más reputados de las décadas de 1990 y 2000, habiendo trabajado para multitud de grupos y artistas de calidad y fama mundial como Sonic Youth, The Breeders, Teenage Fanclub, Beastie Boys, Weezer, Dinosaur Jr, R.E.M., Björk, Daft Punk, Pavement, Fatboy Slim, Beck, Arcade Fire… Y así hasta un largo etcétera, aparte de los citados The Chemical Brothers.

 

    [6] En este mismo magazine cultural se puede consultar una entrada sobre Her (2013) el cuarto largometraje de Jonze: «¿La tecnología nos hace más solitarios?».

 

    [7] Este mítico grupo irlandés de shoegaze también aporta su tema “Sometimes”, extraído de uno de los grandes e influyentes discos de las últimas décadas, Loveless (1991).

 

    [8] Este tema de su álbum Pretenders (1979) muestra algunas líneas bastante expresivas respecto al citado flirteo de Charlotte, como: «No one like me. / I'm special, so special. / I got to have some of your attention, give it to me!»

 

    [9] Extraída de Avalon (1982), el último álbum de Roxy Music, esta canción es considerada en la película como “difícil” en cuanto Bob coge el micrófono, y no parece que sea sólo por la dificultad de emular la gran voz de Bryan Ferry, sino también por algunos versos bastante ambiguos en cuanto a relaciones sentimentales, como: «More than this, there is nothing / More than this, tell me one thing».

 

    [10] «Walking back to you / Is the hardest thing that / I can do / That I can do for you / For you”.

 

 

Filmografía y enlaces de interés:

 

    COPPOLA, S. (directora) (2003) Lost in translation (Largometraje, 97 min.) Estados Unidos/Japón: Focus Features, Tohokashinsha Film Company Ltd., American Zoetrope, Elemental Films


    Ficha técnica en IMDb: http://www.imdb.com/title/tt0335266/

 

    Ficha técnica en FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film587836.html

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Comentarios
[02 feb 2015 10:49] Luiki Alonso escribió:
Que bueno es que se encuentren cuando más perdidos están. Gran artículo "Miguelpedia".
[03 feb 2015 21:26] Valentín Rodríguez Cámara <http://thechurchofhorrors.com/sitios/bellam/> escribió:
Después de leerlo me he tenido que poner la escena del viaje en taxi hasta el hotel con "Sometimes" de fondo que termina cuando Bob lleva a Charlotte en brazos a su habitación... Como siempre, gran análisis y completísimo artículo Miguel. Lo celebro mucho (palmas)
[03 feb 2015 21:50] Miguel Dávila escribió:
Gracias, Luiki y Valen.
"El encuentro de dos solitarios en una ciudad superpoblada" podría haber sido otro título, pero era demasiado largo...
Hay un porcentaje nada despreciable de público que ve las películas de la Coppola como aburridas, como planas, como vacías. Pero yo, más allá de que no esté de acuerdo, es que no entiendo cómo esa perfecta conjunción música-cine que destilan sus pelis pueden dejar indiferente al respetable. Ya sea la coronación de Luis XVI en "Marie Antoinette" mientras suena The Cure, o esa escena del karaoke, o la del taxi que comentas con My Bloody Valentine. La Coppola sabe bien cómo engarzar su cine con la música.