La quimérica excelencia
El crecimiento personal es una línea temporal por la que caminan diferentes versiones de uno mismo que interactúan y aspiran a ser mejores que la anterior.
La mayoría de nosotros tenemos un planteamiento erróneo ante la vida; vivimos con miedo a cometer los errores que nos hacen ser quienes somos realmente, que nos hacen mejorar nuestra versión anterior; nos obcecamos en esquivar las piedras que se nos ponen delante, cuando lo más humano y efectivo es toparse con ellas y pegarse la hostia, es lo único que nos conducirá a nuestra utópica perfección, inalcanzable e irreal.
Todos sabemos que la perfección es la mayor falacia que se nos ha contado, que es algo que sólo existe definida en los diccionarios; yo personalmente no la conozco de manera corpórea, sí que la he encontrado en alguna canción, en alguna foto, en algún fotograma o en alguna frase, pero nunca he conocido a nadie perfecto.
¿Qué nos queda cuando sabemos que jamás la alcanzaremos como individuos?, la respuesta es fácil, nos queda la absoluta tranquilidad y felicidad que dan dejar de luchar por una batalla que está perdida desde el principio.
Siempre trato de buscarle el lado positivo a las cosas, por eso pienso que en esos innumerables combates que cada uno de nosotros libra a diario por alcanzar su quimérica excelencia hay un aspecto vital, que nos remueve, que es motor de todo lo que pasa a nuestro alrededor, que es pulmón de nuestra existencia, y sentido de nuestros sentidos, la superación.
No importa la meta que nos pongamos, ninguna es más alta o mejor que otra, una meta es una meta y es suficiente motivo para luchar, soñar y hacer que la magia surja, porque la perfección no la conozco, pero la magia si la he visto en la gente y en sus logros personales y emocionales y, no nos equivoquemos, tampoco hay mejores logros que otros, un logro es un logro, una proeza por pequeña que parezca siempre será una proeza si mejora nuestra versión anterior.
«La perfección es la mayor falacia que se nos ha contado».
De las mil frases que me ha regalado el cine, que han marcado mi vida y me acompañan desde entonces, hay una que me emocionó especialmente en su momento, que me arrojó mucha luz, se la decía Jack Nicholson a Helen Hunt en Mejor imposible (James L. Brooks, 1997) «TÚ HACES QUE QUIERA SER MEJOR PERSONA», ¿acaso no es uno de los más supremos ejemplos de lo que es el afán de superación?
Otra frase que me ha marcado, más bien reflexión, fue una que un día hizo mi madre y compartió conmigo, fue algo así: «la superación llega el día que dejas de intentar superarte, el día que paras de correr, te sientas y contemplas lo que has conseguido sin importarte lo que ha conseguido el de al lado». Quizás, algún día, llegue a verme en ese acto de contemplación en el que me siente, me cruce de brazos y por fin conozca la perfección, quizás pueda hasta tocarla.
Hablando de recorridos, caminos vitales y objetivos, en la carrera hacia los Oscar, que este año han fijado su meta el 22 de Febrero, hay dos peliculones sobre la superación y el crecimiento personal muy del gusto de la Academia y del mío. Una relata un crecimiento de magnitudes inmensas, por lo ambicioso del proyecto, y la otra uno de magnitudes astronómicas, astrofísicas y, parafraseando al gran Santi Balmés de Love of Lesbian, «astrománticas».
«Boyhood» (2014).
Richard Linklater es más que un cineasta, es un experimentador temporal. Le encanta filmar y reflejar el paso del tiempo en sus personajes, ver cómo les marca, les cambia, les influye y les convierte, haciéndonos partícipes de sus vidas casi en directo, y en definitiva de las nuestras mismas como hizo en su llamada trilogía Before, compuesta por Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (20014) y Antes del anochecer (2013), en la que nos contaba el amanecer, el atardecer y el anochecer de una relación muy veraz.
Este 2014 Linklater presentaba su experimento temporal y cinematográfico más ambicioso, «Boyhood» una pieza maestra que se filmó durante 12 años reales, en diferentes momentos, que se concentraron en 39 días de rodaje que son un prodigio del montaje, por lo que ha cosechado unas críticas excelentes y un puñado de almas, la mía entre ellas.
El director tejano es un mago de la naturalidad que sabe como pocos hacer fiel reflejo de la realidad por medio del retrato intimista de una familia «desestructuradamente» unida y su crecimiento físico y emocional, en un ejercicio que sería algo así como un «Cuéntame» yanki lleno de verdad y de ternura. Con una suerte de Carlitos, que aquí se llama Mason (Ellar Coltrane), una Merche que es Patricia Arquette haciendo de madre coraje (Oscar a actriz secundaria al canto), una Inés que aquí se llama Sam (la muy carismática Lorelai Linklater) y un Antonio (Ethan Hawke), que es ese tipo de padre que crece y madura a la vez que sus hijos.
«El director tejano es un mago de la naturalidad que sabe como pocos hacer fiel reflejo de la realidad por medio del retrato intimista de una familia "desestructuradamente" unida, y su crecimiento físico y emocional».
Dos horas y media de puro placer cinematográfico que se pasan como un suspiro, porque es como ver pasar tu vida por delante. Con una verosimilitud aplastante en todas las situaciones que plantea, atiendes a la evolución e involución de personas que podrías conocer, que conoces, que podrían ser tú, que son el tú que has sido, y lo hace con maestría, sin buscarnos la lágrima, ni caer en la ñoñería, pero conmoviendo y mucho.
Boyhood es, además, un amplio catálogo contemporáneo cultural, musical e histórico, en el que puedes escuchar grandes éxitos de Coldplay, Vampire Weekend, Arcade Fire, Britney Spears o Kings of Leon. En el que se hace crítica a la administración de Bush o a la guerra de Irak, se alaba el comienzo del gobierno de Obama, o ves cómo los diferentes modelos de videoconsolas, teléfonos móviles o la saga de Harry Potter marcan el paso del tiempo. Es un revival fetichista apoteósico que disfrutrarán, sobre todo, los de las décadas de los 70 y los 80.
Los que ya éramos fans de la trilogía Before sabemos que el fuerte de Linklater también reside en el manejo de frases y diálogos que diseccionan todos nuestros miedos e ilusiones con una facilidad pasmosa, por eso Boyhood está repleta de hermosos parajes como las conversaciones sobre la magia de la naturaleza, sobre las redes sociales, sobre cómo hablar de sexo con tus hijos, sobre aprovechar el momento o que el momento nos aproveche. Y está repleta de situaciones más que familiares, como la del corte de pelo que hace fingir al protagonista que está enfermo para no ir al cole, que hace que nuestra empatía se entregue totalmente a la causa.
Es muchas cosas Boyhood. Sin pretensión alguna (refiriéndonos al guión, claro) abarca y aprieta tanto como la vida misma, porque es que esta película es eso, pura vida. Yo incluso pensé que estaba viendo en Mason al futuro Ethan Hawke de la maravillosa trilogía mencionada anteriormente o puede que lo que realmente quería es que Mason, Sam y demás personajes tuvieran su propia trilogía.
En un momento de la película Patricia Arquette explica a sus alumnos que la supervivencia depende de que nos enamoremos y de que se enamoren de nosotros, pues Boyhood va a sobrevivir al paso del tiempo porque ya lo ha hecho y porque va a enamorar a todos a los que no ha enamorado ya. Imprescindible y vital como el aire que respiramos.
«La teoría del todo» (2014).
A priori la cinta de James Marsh puede espantar a todo aquel que no sea muy fan del biopic, pero es fácil sentirse atraído por ese auténtico fenómeno que es en sí mismo Stephen Hawking y acercarse, sin prejuicios, a esta agridulce visión de su apasionante vida, sobre todo por la sorpresa que supone ver la actuación de Eddie Redmayne (que tiemble el Michael Keaton de «Birdman») y, sobre todo, la de la maravillosa Felicity Jones en la piel de Jane, esposa entregada y eje existencial de Hawking. No en vano, sus papeles les han valido una nominación al Oscar como actores principales este año.
«La extraordinaria historia de un hombre que intenta ponerle límites al universo mientras él no se pone ninguno».
Stephen Hawking lleva toda su vida intentando encontrar un sentido al universo, una ecuación que explique el todo. Lleva toda una vida intentando ponerle límites al tiempo, intentando saber cuándo comenzó y si algún día terminará, lleva toda una vida dándole vueltas a la teoría del todo.
La teoría del todo no es un biopic al uso, es la extraordinaria historia de un hombre que intenta ponerle límites al universo mientras él no se pone ninguno, es el relato de alguien que quiere descifrar el misterio del tiempo cuando él mismo sigue desafiándolo y además es una oda al amor incondicional y al sacrificio.
Increíblemente ambientada, de una belleza estilística arrebatadora, y con un ácido humor que se agradece, la historia nos cuenta cómo el poder de una mente infinita y una fuerza de voluntad, que va más allá de cualquier impedimento, se supera en el seno de un romance que traspasa la pantalla y en, muchas ocasiones, traspasa nuestro propio entendimiento.
Lo de Redmayne y Jones (van a llegar muy lejos estos dos) es simplemente un milagro interpretativo que te tiene con un nudo en la garganta con cada escena de esta auténtica lección de vida que nos cuenta el poder del afán de superación de un genio que, contra todo pronóstico, sigue sin ponerse topes; y es más inmensa y más valiosa la lección cuando te das cuenta que te la está dando un tipo cuyo mayor deseo es volver a coger un bolígrafo que cae al suelo.
La teoría del todo es las miradas de Felicity Jones, es la música de Johan Johansson, es su fotografía, es su dolor y es su alegría; es devastadora pero esperanzadora, es simplemente genial, extraordinaria y encantadora como Stephen, y si nos dejamos arrastrar por su narración, descubriremos que la fórmula que resolvería esa teoría del todo es más sencilla de lo que parece a simple vista, porque el todo está en nuestra mente, el todo está en el espíritu de lucha, el todo está en las ganas de vivir, el resto del universo es una mera anécdota.
___________
Pies de foto:
[Imagen principal] Luiki Alonso (2015).
Fuentes:
Filmaffinity.
Fotogramas.
Volver al número actual
Lo primero, que ya me has convencido para verlas (aún no he podido).
Y después, aunque no las haya visto, sería interesante que nos ilustraras sobre tu opinión tras los Oscar.
Gran artículo, enhorabuena.