La fragilidad intrínseca del ser humano
Un drama acerca de lo vulnerables que somos, la desesperación, el paso del tiempo, la frustración, la decepción de uno mismo; e incluso la pérdida de la razón. En el nuevo trabajo de Gipi nos adentramos en una reflexión profunda y desgarradora sobre la existencia.
Gipi (Gian Alfonso Pacinotti, Pisa, 1963) llevaba unos dos años sin tocar un lápiz, estaba centrado en experimentar con el cine. Por fin ha vuelto al mundo del cómic con una obra sorprendente.
Unastoria es el drama de dos personajes, Silvano Landi, un escritor de éxito de cincuenta años, y su bisabuelo; Mauro Landi. Ambas historias conectadas por las cartas que Mauro mandaba a su mujer mientras él estaba en el frente durante la Gran Guerra (1914-1918). Las cartas que su bisabuelo escribió en medio del infierno es algo que ha fascinado a Silvano durante toda su vida.
El autor siempre ha sentido una atracción por los temas bélicos, y al mismo tiempo por querer contarlos de una forma diferente. En Apuntes para una historia de guerra (2004) ya se pudo ver cómo se obligó a sí mismo a no incluir ninguna escena de batalla. El resultado es una tensión constante, de algo que está ocurriendo pero que no se ve de forma explícita, un recurso muy ingenioso que también lo podemos encontrar en El fotógrafo (2003) de Emmanuel Guibert y Didier Lefèvre. Sin embargo, en Unastoria Gipi ha querido ir más allá, no valerse sólo de un recurso de supresión, sino de algo más profundo en términos humanos. No es sólo una historia bélica, sino una reflexión sobre la fragilidad humana.
La inestabilidad mental de Silvano nos es revelada desde las primeras páginas del libro, se encuentra en un hospital psiquiátrico. Él no ha vivido las cosas que experimentó su bisabuelo en la guerra, su vida ha transcurrido en paz. Sin embargo, no ha sido suficiente para que su vida no se desmorone. Esta idea de conectar ambas historias en contextos tan distintos y con personajes que aún así viven un infierno; nos desvela una reflexión perturbadora: La fragilidad intrínseca del ser humano.
No es necesario estar en las trincheras para ver el horror, el hombre sufre igualmente, su vida se puede caer a pedazos y suponer una decepción incluso para los que más quiere; sin necesidad de estar o haber estado en medio de una batalla. Basta con que sean personas que no han tenido suerte, a quienes el golpe les vino en el momento menos oportuno, sin nada en lo que apoyarse. O puede ser que directamente nacieron con esa disposición. El drama se les hace evidente cuando de pronto se despiertan un día en el psiquiátrico, aislados de la sociedad.
«Eso demuestra que, para que te consideren razonable, nada mejor que tener una cara muy dura. Cuando tienes la cara bien dura, es bastante, entonces casi todo te está permitido, absolutamente todo, tienes a la mayoría de tu parte y la mayoría es quien decreta lo que es locura y lo que no lo es» (Céline, 2007).
Ya sea porque estando dentro de la trinchera no tienes medios para escapar del horror, o porque siendo incapaz de pensar con lucidez no tienes la oportunidad de salir de la oscuridad; la realidad es que se sufre igualmente. Sueños que se frustraron, relaciones que se rompieron, y el no poder aceptar que ya no se tiene dieciocho años.
Si Gipi no hubiera colocado ambos contextos juntos, para compararlos; el relato habría sido más convencional y menos sugerente. El hecho de poder reflexionar sobre ambos testimonios y ejercer la conexión entre los dos nos muestra la magia trascendente de este gran autor.
«La plasticidad del cómic se complementa muy bien con lo que cuenta. La línea temblorosa y fina de Gipi revela esa fragilidad de los personajes, ayuda a verlos como seres que tiemblan y que son vulnerables a los acontecimientos».
La plasticidad del cómic se complementa muy bien con lo que cuenta. La línea temblorosa y fina de Gipi revela esa fragilidad de los personajes, ayuda a verlos como seres que tiemblan y que son vulnerables a los acontecimientos. Al mismo tiempo, la acuarela consigue una atmósfera que logra transportarnos con éxito a épocas y lugares del pasado. La maestría del autor con esta técnica resulta muy atrapante, trazos sueltos de color que irradian la energía de una explosión, el ruido de la batalla, la frialdad del hospital, las luces de la noche, etc. Al mismo tiempo, cuando le interesa centrarse en el aspecto puramente narrativo, deja las páginas en blanco y negro, para que lo que se cuenta se lea con mayor atención aún.
Uno de los recursos narrativos dignos de mencionar es el que se ve en la última imagen. En medio de la batalla Mauro recuerda a su mujer, su cuello blanco y suave, en la siguiente viñeta se ve que empieza a girar la cabeza y cómo él se estaba acercando. Un recuerdo que contrasta totalmente con el espanto que está viviendo en la trinchera. Entonces Mauro, que ha conocido esa felicidad, no puede hacer más que gritar de impotencia, miedo, frustración y desesperación.
No perdáis la oportunidad de leer esta gran novela gráfica.
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Pies de foto:
[Todas las imágenes] Gipi (2013) Unastoria.
Bibliografía:
GIPI (2013). Unastoria. Bologna: Cocoino press.
CELINE, L. F. (2001) Viaje al fin de la noche. Barcelona; Edhasa.