Una vela a Dios y otra a la República
HISTORIA

Una vela a Dios y otra a la República

    La II República fue para España como el rayo de luz que se cuela entre las nubes de un día gris. Fugaz, pero esperanzador para la cultura, los derechos y las libertades. Un destello que pronto apagarían las sombras de la guerra.

 


    Cuando el 12 de abril de 1931 se proclamó la nueva República española, el país rompía con el absolutismo militar y monárquico de su pasado reciente. Primo de Rivera hacía un año que había abandonado el poder; desilusionado y desengañado, murió días más tarde en París. Su sustituto, Dámaso Berenguer, arreció los ánimos republicanos dilatando la convocatoria de elecciones a las Cortes constituyentes y reprimiendo con crudeza los levantamientos. Esto le valió la dimisión y obligó al nuevo jefe de gobierno, Juan Bautista Aznar, a convocar elecciones municipales. Comicios que dieron victoria absoluta a la República.

 

 

 

 

    «Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que hoy no tengo el amor de mi pueblo. (...) Espero conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos»[1]. Eran las palabras de Alfonso XIII en el ABC, admitiendo la derrota, legitimaba así el poder del pueblo. La República ya era un hecho. Recibida con entusiasmo, sólo cabía esperar la regeneración y modernización del país.

 

 

 

 

    Nueve meses después, España pare la Constitución del 31, democrática, progresista y de amplio carácter social. Las reformas ocupaban casi todos los ámbitos. Pero el gran logro republicano fue el regeneracionismo educativo. Se potenció la enseñanza pública, creando cerca de diez mil escuelas, mejorando tanto la formación, como el sueldo de los maestros y se crearon Misiones Pedagógicas para acercar la educación a las zonas rurales. Esto y la concesión de libertades, dieron lugar a que nuestro país viviera una eclosión cultural.

 

 

 

 

    El arte, la literatura y la filosofía florecían en cada esquina, en calles y tertulias de cafés. La emergencia de una nueva prensa ilustrada y los avances técnicos favorecieron el desarrollo de la fotografía, que se impregna ahora de las nuevas inquietudes artísticas. Influenciada por el cartelismo y la publicidad, ya no sólo busca la información veraz, sino que deja paso a la estética, a la búsqueda de la belleza y se fusiona con amplias ramas del arte. Josep Renau, Salvador Dalí y Picasso coquetean, aman y rompen las normas de la fotografía tradicional. Juegan con la luz, las formas y la psique. Descubren el fotomontaje y vierten el mundo de las vanguardias en el de la imagen. Al mismo tiempo, la profesión de reportero gráfico se potencia. La prensa está en auge y a los ya grandes nombres del fotoperiodismo como Alfonso, Campúa y Díaz Casariego, se unen Santos Yubero, los hermanos Mayo, Marín y Agustí Centelles, entre otros. Ellos crean los primeros documentos de la fotografía social y asisten a la efervescente vida política y cultural de la época. Capturan los mítines de Azaña, las tertulias de intelectuales en el Ateneo, la desenfadada vida en la capital, la proclamación del Estado Catalán, la Revolución de Asturias, las primeras mujeres votantes, el horror de Casas-Viejas, la quema de conventos y la expulsión de los Jesuitas. Kilómetros de fotogramas que muestran la realidad de una época convulsa y exaltada; que aboga por el progreso, la democracia y el laicismo, pero vive inmersa aún en sus tradiciones. Una España que se debate entre lo viejo y lo nuevo. Como la fotografía misma.


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Pies de foto:


[Imagen principal] Alfonso (1931) Proclamación de la II República.


[Segunda imagen] Consejo de Ministros del 12 de mayo de 1936, el último presidido por Manuel Azaña.


[Tercera imagen] Santos Yubero (1933) Celia Gamez en el teatro Pavón.


[Cuarta imagen] Josep Renau. Fotomontaje por el derecho al aborto.

 

 

Bibliografía:


[1] Alfonso XII, Diario ABC. 17 de abril de 1931.

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Sara Deluis
Nací un día del verano andaluz. Exploro y escribo.
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