El deseo y el artista: la manipulación del sexo, el amor y la esperanza
LITERATURA

El deseo y el artista: la manipulación del sexo, el amor y la esperanza

    ¿Dónde nacen las pasiones?¿Qué convierte a una persona en escritor o artista? ¿Qué hace que devenga en amante? ¿Cómo dirigimos nuestra vida? 

 

 

    «El cuerpo es un dispositivo para calcular

la astronomía del espíritu,
mira a través de ese astrolabio
y deviene oceánico...».

Jeludin Balkhi.

 

    «Para llegar a lo que no sabes

debes ir por un camino, que es

el de la ignorancia».

T.S.Eliot. «Cuartetos».


    Las preconcepciones y expectativas que ponemos en vivir, tienden a falsificar la percepción y observación directa de nosotros mismos como sujeto, lo cual nos lleva, irremediablemente, a la distorsión del amor y la esperanza puestos a disposición de cualquiera de nuestras pasiones.

 

    Esta falsificación tiene una sólida estructura en nuestros miedos, defensas y deseos cotidianos, que se complementan, y que haciendo uso de dicha asiduidad, impiden que emerjan la creatividad, lo nuevo, lo limpio, en nuestro trabajo y en nuestra vida; somos nosotros haciendo uso de antiguas pautas, quienes nos impedimos conocer, avanzar y enriquecer lo que hacemos y vivimos.

 

    Es interesante preguntarse qué hace que dediquemos tanto tiempo de nuestras vidas a pasiones que no están sino modificadas en su estructura esencial por nuestras identificaciones, subjetividades y anhelos, que nos crean ilusiones lejanas, como no puede ser de otra manera, a la realidad, que nunca alcanzamos.


        «Las preconcepciones y expectativas que ponemos en vivir, tienden a falsificar la percepción y observación directa de nosotros mismos como sujeto, lo cual nos lleva, irremediablemente, a la distorsión del amor y la esperanza puestos a disposición de cualquiera de nuestras pasiones».


    La pregunta sobre el deseo nos conduce a una cuestión de estilo y modo de ser y estar en la vida, como diría San Bernardo, en su Libro sobre el amor, se trata de «un modo sin modo».

 

    Cada uno de nosotros tiene una forma de desear, un estilo propio acorde a la forma de ser y a la capacidad de búsqueda y pago del precio pertinente que todo proceso de conocimiento conlleva.

 

    Acaso las pasiones modifican nuestra forma de estar en el mundo, así, pues, ¿podríamos identificar deseo y estilo?, o ¿es que el estilo, y su prostitución cultural y familiar es en sí mismo la manifestación de nuestro más profundo deseo?

 

    Como sujeto y como objeto, en nuestro espacio creador y vital está la sensibilidad, la carne, la sexualidad, la angustia, la esperanza, la ambición, las ansias y las ansiedades, las emociones, los conocimientos y desconocimientos, lo que soñamos y deseamos, lo que es y no lo es, está todo, pero no tenemos nada. Es por eso que, cuando creamos-deseamos, todo tiene una causa que está detrás y delante de lo deseado y que es lo que nos sostiene, profundamente, a la vida, lo que nos relaciona con ella.

 

    El hombre, el artista, el escritor, el amante… todos nuestros yoes giran en torno a una libertad de vida, no de intereses, para lo que es necesario mantener la memoria de lo vivido, se trata de registrar de manera visual algo percibido con la propia mirada. Quizá es que es insuficiente la memoria, o es que se trata de  fijar para otros o para uno mismo algo más allá del mero episodio vital. La búsqueda de la belleza a través de nuestras pasiones no es sino una manera de perpetuar lo excesivo, pero también puede considerarse la posibilidad de que nuestro comportamiento vaya dirigido a quitar del medio la intensidad de lo vivido hacia algo exterior, desplazándolo o transfigurándolo en una imagen, un objeto o una persona.

 

    ¿Queremos dar testimonio de lo bello y lo sublime en nuestra vida o disipar las dudas de si somos capaces de alcanzarlo?

 

    El arte en todas sus expresiones es tratado por los propios artistas como un proceso de desviación de la energía, o del conflicto, o de la angustia sexual, para lanzarla a nuevas metas más ligadas a valores culturalmente más aceptados, por lo tanto, menos arriesgados, menos pasionales.


        «La búsqueda de la belleza a través de nuestras pasiones no es sino una manera de perpetuar lo excesivo, pero también puede considerarse la posibilidad de que nuestro comportamiento vaya dirigido a quitar del medio la intensidad de lo vivido hacia algo exterior».


    Si lo bello tiene que ver con un placer ligado a algo agradable, mensurable y finito, lo sublime, aquello que muchos pretenden alcanzar a costa de sí mismos, es capaz de provocar una emoción tan intensa que remite a la experiencia misma de la incompletud, algo solo visible en las sensaciones que uno tiene frente a la tormenta, frente a la hondura de la noche, frente a una sinfonía, frente a la muerte, frente al sexo, frente a alguien.

 

    Lo que para los griegos era el «apeirón», lo que no tiene límites, lo emparentamos con «lo que subyace al límite». El arte no tiene que ver con una socialización del instinto, ni con una desnaturalización de las pulsiones, pero sin duda el arte no es desinteresado con respecto a la pulsión sexual, con respecto al sujeto, aunque no es una respuesta al qué hacer con esa pulsión, sino más bien un quehacer de la pulsión, una energía que hace con ella misma, un juego de reciprocidad entre la pulsión y el sujeto.

 

    Así pues, el deseo de hacer arte y el deseo de ser artista asumen el privilegio de poder dedicar tu vida a eso, que no es sino otra cosa que tu propio deseo, cuestionarlo, advertirlo, estar atento a él, pillarse los dedos con aquello que se desea, darle espacio, tiempo, posibilidad de realización a todo lo que supone ser un ser vivo y sujeto en relación a otros.

 

    ¿Es este el privilegio social y el precio mismo de dedicar tu vida al deseo?


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Pies de foto


[Imagen principal] Elvira Ramos (2014). 


[Segunda imagen] Elvira Ramos (2014).

 


 

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Elvira Ramos
Creadora, humanista y nada teórica. Enamorada de Antonin Artaud y de Alejandra Pizarnik. Escribe mentiras para hacerlas realidad, o eso dice.
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