Rizoma
No puedo encontrar mis raíces buscando un lugar, edificio o territorio. Reconozco mi infancia en el recuerdo peregrino de aquellas personas a las que a veces me cuesta poner cara y en las sensaciones que emanaban de colores, olores, sabores o simplemente momentos.
Recuerdo el cabezón rubio de mi primer amigo, a mi chiquitilla primera amiga Priscila en Teror, los días de campo con mis padres (los mejores padres), el olor añejo en la casa de mis abuelos en Úbeda y el olor de los cipreses del parque que había justo en frente, recuerdo el olor a comida en casa de mi abuela Maruca en Las Palmas y las tardes de juegos con ella y mis primos, las vacaciones en el hotel Quijote para ver a mis primos de Madrid y a los amigos que allí hice jugando al Street Fighter en la recreativa del self service, los domingos de paella y paseo hasta la capilla del Salvador en la Úbeda imperial, también una dulcería antiquísima en Baeza a la que íbamos alguna vez y que no hubiera cambiado ni por ir a Disneyland y, como no, los eternos veranos en la casa de Valleseco con ya más de 200 años y en la que todos en mi familia han pasado parte de sus primeros años en la vida, jugando, corriendo, ensuciándonos, explorando, descubriendo...
Mis raíces, como las de un árbol tropical, forman un entramado complejo que crece no tanto profundamente sino más bien de forma radial. Mi vida no la siento seccionada, compartimentada, ordenada por épocas, eras o etapas sino como un continuum en el que sigo creciendo. Siento Andalucía como mi tierra, siento Canarias como mi tierra y si voy a Madrid, Toledo o Corcubión, me seguiría sintiendo en casa. Gracias a no tener arraigo a un solo lugar siempre he tenido que llevar mis recuerdos en la maleta y, en el corazón, a todas las personas que conocí en el camino. Nunca he perdido la esencia, esa que hace que los que son mis cimientos sean también los pies que me hacen andar día a día. Por ello, como decía al inicio, no puedo volver a mis raíces ya que nunca han dejado de crecer conmigo.
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Pies de foto:
[Imagen principal] Jorge Molero (2014). Rizomas del cielo.
Por Marta Eulalia Martín, 30 nov 2014, en Literatura.
Por Antonio Ortega, 28 nov 2014, en Historia.
Gracias por recordarnos que hay que salirse del tiesto.