Canto al fin del mudo
CINE

Canto al fin del mudo

    ¿Una producción con intertítulos y en blanco y negro en pleno nuevo milenio? The artist (2011) no es la excepción, ni la primera vez que una película volvía a quedarse muda después de muchos años de cine sonoro. Pero el director francés Michel Hazanavicius fue un poco más allá con su cuarto largometraje al abrazar las formas del cine originario (en blanco y negro y sin diálogos sincronizados) [1] para tratar precisamente el paso del mudo al sonoro a finales de la década de 1920. El resultado fue un homenaje al Hollywood de esa coyuntura determinante en la evolución del séptimo arte, a la vez que una fábula visual que sorprendió y fue muy aclamada por el público y la crítica, consiguiendo numerosos premios y reconocimientos.

 

    You and I belong to another era, George. The world is talking now. People want new faces, talking faces. I wish it wasn't like this, but the public wants fresh meat, and the public is never wrong.


Tú y yo somos de otra época, George. Ahora el mundo habla. La gente quiere caras nuevas, caras que hablen. Ojalá no fuera así, pero el público quiere carne fresca y el público nunca se equivoca.


 (Hazanavicius 2011)

 

 

     George Valentin es una estrella de las películas de cine mudo de Hollywood, que en 1927 se encuentra en el apogeo de su carrera y disfruta de una vida de ensueño en una mansión espectacular, con una bella esposa, criados, chófer, una compañía cinematográfica (Kinograph) que le mima e incluso un perro obediente y sorprendentemente inteligente que le acompaña a todas partes. El hecho de ser una personalidad admirada y asediada por fotógrafos y fans da pie al inicio del desarrollo narrativo, a la salida del exitoso estreno de un film protagonizado por él. En la puerta del cine una bella admiradora choca accidentalmente con él, provocando un lapsus de incertidumbre, pero el incidente tiene como consecuencia unos instantes de gloria para esta chica anónima, que tiene su momento de fama al salir retratada por los fotógrafos con la gran estrella del cine. La sensación que causa esta repentina aparición en las portadas de los periódicos anima a la desconocida Peppy Miller (que así se llama la afortunada admiradora) a acercarse a los estudios Kinograph e intentar enrolarse en el mundo del espectáculo. De nuevo la casualidad rige su destino, pues un simple papel de extra como bailarina le lleva a toparse otra vez con Valentin. Éste comienza a sufrir un «flechazo», un amor a primera vista que ambos parecen profesarse recíprocamente, pero el actor debe controlar sus sentimientos y se limita a dar consejos y ánimos profesionales a la chica, que parece comprender también la situación sentimental de la estrella. Peppy comienza una carrera meteórica y pronto se convertirá en toda una estrella, pero ya estamos en 1929, y los tiempos están cambiando repentinamente en la creación cinematográfica. Así lo comprueba por sí mismo Valentin, que asiste perplejo a la decisión tajante de su compañía de abandonar definitivamente un cine mudo que el público ya no acepta como antes, para embarcarse por completo en la producción de cintas sonoras. Su desprecio por el cine hablado provoca su repentina y desafiante salida de la compañía para centrar sus esfuerzos en un proyecto personal silente que demuestre que esa técnica no ha muerto aún, pero Valentin debe hacer frente a una coyuntura muy difícil: su vida conyugal fracasa definitivamente, debe dilapidar su fortuna en un proyecto que tiene pocas esperanzas de cosechar éxito de taquilla y su rechazo al sonoro le causa algún encontronazo.

 

    Por si fuera poco, el anuncio del crac del 29 confirma su bancarrota, por lo que debe adaptarse a una vida mucho más modesta en un pequeño apartamento, acompañado de su inseparable perro y su fiel chófer, que le hace las veces de mayordomo a pesar de no recibir ningún sueldo por ello. La otrora exitosa y opulenta estrella del celuloide se encuentra al límite y sin muchas alternativas de recuperarse en una industria cinematográfica plenamente sonora y en un presente en el que el público ha dado la espalda al cine mudo. Los espectadores quieren ahora ver y oír caras y voces nuevas, como las de Peppy Miller, esa chica que, por casualidades de la vida y con los consejos iniciales del propio George Valentin, consiguió hacerse un hueco en Hollywood y convertirse en una estrella del nuevo cine.


        «La película nos traslada al proceso de creación de los filmes de la década de 1920, desde los castings a los rodajes, llegando hasta los estrenos y el impacto mediático del star system del momento».


    Hazanavicius se sumergía en ese subgénero tan interesante del «cine dentro del cine», aunque en este caso sería mejor decir «el cine dentro del cine mudo» o, siendo más concretos aún, «el cine dentro de la transición del cine mudo al sonoro». En esta ocasión, la película nos traslada al proceso de creación de los filmes de la década de 1920, desde los castings a los rodajes, llegando hasta los estrenos y el impacto mediático del star system del momento. Pero también es un acercamiento a una etapa clave de la historia del cine y a uno de los primeros momentos de esplendor de Hollywood. Aunque quizá sería más correcto decir Hollywoodland, tal y como puede apreciarse en las míticas letras gigantes que se reproducen en la película [2]. De este modo, el guión, también firmado por Hazanavicius, adopta tintes melodramáticos a la antigua usanza para acercarse a esos años dorados del Hollywood silente y a su transición y definitiva adaptación al cine sonoro, una época que repercutió de forma decisiva en el desarrollo técnico y artístico del cine por sus revolucionarios cambios, aunque también para muchos se convertiría en un auténtico calvario por las dificultades de adaptación a las nuevas formas de trabajo, uno de los hechos en los que más hincapié hace la película. Pero el planteamiento de la cinta resultaba muy original respecto a lo acostumbrado en el cine del nuevo milenio, abandonando los típicos derroches de colorido y la profusión de soluciones técnicas digitales para desarrollarse como una producción muda y en blanco y negro. Se superaba así la  mera recreación con los medios actuales del Hollywood de esa época lejana para imitar también la forma de hacer cine de por entonces.

 

 

    El film está planteado de una manera muy inteligente, con su rodaje mudo apoyado por unos escasísimos intertítulos que permiten disfrutar por completo de la puesta en escena. Además, la gran banda sonora firmada por Ludovic Bource casa perfectamente con el desarrollo narrativo, aunque en la cinta no sólo hay acompañamiento musical, sino que también existen esporádicos efectos sonoros que apoyan puntualmente la acción de una forma muy original.  Precisamente la banda sonora causaría cierta polémica cuando la actriz Kim Novak denunció una «violación» por haber tomado un tema del compositor Bernard Herrmann que aparecía en Vértigo. De entre los muertos (Vertigo, Alfred Hitchcock, 1958), un hecho que el propio Hazanavicius tuvo que desmentir aclarando que se pagaron los derechos para su uso.

 

    Su sobresaliente puesta en escena se sirve de una ambientación con enorme cuidado en los detalles, tanto en localizaciones como en arquitectura, mobiliario, maquillaje o vestuario. A ello hay que añadir el apoyo decisivo y muy positivo del inteligente planteamiento visual ofrecido por la fotografía de Guillaume Schiffman, que se permite realizar homenajes directos al estilo de directores tan famosos e influyentes como Fritz Lang, Alfred Hitchcock u Orson Welles (entre otros), algo que puede comprobarse en aspectos como algunos movimientos de cámara, el interesante uso de los reflejos o diversos planos con atrevidos picados. Y eso sin olvidar la referencia continua al cine mudo por medio de algunos planos corales que bien pueden recordar a clásicos como Y el mundo marcha (The crowd, King Vidor, 1928), mientras que algunas de las películas recreadas a lo largo de la narración hacen referencia a cintas mudas protagonizadas por el conocido actor Douglas Fairbanks [3], como La marca del Zorro (The mark of Zorro, Fred Niblo & Theodore Reed, 1920), El ladrón de Bagdad (The thief of Bagdad, Raoul Walsh, 1924) o El pirata negro (The black pirate, Albert Parker, 1926).


        «Se trata de la película francesa más premiada de la historia del cine, un hecho refrendado a nivel mundial por su provechosa cosecha en la ceremonia de los Oscar de 2012».


 

    La referencia a estas películas de Fairbanks no es gratuita, porque el primer hecho que destaca en el terreno interpretativo de The Artist es el evidente correlato entre este gran actor y el protagonista ficticio, George Valentin. Uno de los grandes atractivos de este personaje es la gran interpretación del actor francés Jean Dujardin [4], que une su notable parecido físico con Fairbanks [5] a una perfecta adaptación a las peculiares características gestuales del cine mudo. Junto a él destaca también la muy convincente (y perfectamente «muda» en sus gestos) interpretación de Peppy Miller por la franco-argentina Bérénice Bejo [6], cuya caracterización tamizada por el estilismo de la época convierte su sencillez en una auténtica belleza del celuloide silente. Tampoco hay que olvidar el escueto papel como el director-productor Al Zimmer de John Goodman, que también realiza un trabajo encomiable en cuanto a gestualidad. No nos olvidamos de Uggie… Pero, ¿quién es Uggie? Se trata del inteligente perro que acompaña a Valentin/Dujardin en la película, cuyo entrañable papel merece un especial reconocimiento a sus adiestradores (y a los otros dos perros que completaron sus escenas).

 

    El resultado final es un excelente homenaje al cine mudo partiendo de distintos puntos de vista, desde el visual al argumental, pasando por el interpretativo. Su cuidada factura y su peculiaridad parecen ser razones suficientes para que la cinta obtuviera un enorme reconocimiento internacional, traducido en multitud de premios en Cannes, San Sebastián, los César franceses, los Globos de Oro o los BAFTA británicos. No en vano, se trata de la película francesa más premiada de la historia del cine, un hecho refrendado a nivel mundial por su provechosa «cosecha» en la ceremonia de los Oscar de 2012. Nominada a diez estatuillas doradas, empataría en número de galardones (cinco) con La invención de Hugo (Hugo, Martin Scorsese, 2011), pero sería la ganadora virtual de esa edición al recibir algunos de los premios principales: Mejor Película, Mejor Director (Michel Hazanavicius) y Mejor Actor (Jean Dujardin), además de Mejor Banda Sonora (Ludovic Bource) y Mejor Diseño de Vestuario (Mark Bridges). Quién se lo iba a decir a Hazanavicius, teniendo en cuenta que The Artist es la excepción exitosa (y mucho) en una carrera con películas sin demasiado tirón, al menos fuera de Francia.

 

 

    El carácter novedoso de The Artist por volver a una factura más propia de los inicios del cine quizá pueda sonar demasiado exagerado a quienes tengan en cuenta excepciones similares de cine mudo anacrónico, como la divertida La última locura (Silent movie, 1976) de Mel Brooks. Pero en este caso Hazanavicius fue capaz de superar la concepción de simple homenaje para realizar una película redonda, un producto que todo el público puede apreciar sin importar si le gustan o no las interioridades del mundo del cine, o si se es aficionado o no al cine mudo o a los inicios del sonoro. Tomando como referencia recientes «renacimientos» de géneros cinematográficos por influencia de películas puntuales [7] se podría pensar que este film puede suponer el preludio de otros mudos en el nuevo milenio [8]. Pero los aficionados al cine deben darse por satisfechos al poder disfrutar una película bien hecha, bien planteada y muy entretenida. Si después de verla el público ve estimulada su curiosidad por el cine mudo sería todo un triunfo, puesto que, por muy lejano que nos quede, esta etapa cuenta con títulos geniales que derrochan calidad (sin importar la falta de diálogos sincronizados) y sigue siendo el origen de todo, la influyente y necesaria base sobre la que la industria y el arte cinematográficos se han ido desarrollando desde entonces hasta nuestros días.

 

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Notas al pie:

 

    [1] Evidentemente, se trata de las formas comúnmente aceptadas y generalizadas, puesto que desde los inicios del cine hay ejemplos de coloreado de la película a mano (y después también con ayuda mecánica), aunque no eran la norma ni los más extendidos; en cuanto a los diálogos sonoros sincronizados, también desde los albores del cine hubo diversos intentos previos de recrearlos en sala con actores que los reproducían en vivo.

 

    [2] El «Hollywood Sign» es el icono mundialmente famoso erigido en el Mount Lee (Hollywood Hills) en 1923. En su origen las letras gigantes formaban la palabra «Hollywoodland», hasta que en 1949 quedaron como las conocemos hoy: «Hollywood».

 

    [3] Actor, guionista, director y productor, Douglas Fairbanks (1883-1939) fue uno de los primeros grandes personajes de Hollywood, conocido sobre todo por sus papeles protagonistas en películas mudas de aventuras y acción (concretamente de espadachines), con una carrera que declinó tras la irrupción del sonoro. Fue también uno de los fundadores de la productora United Artists y de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (nacida como The Motion Picture Academy, responsable por ejemplo de los Premios Oscar), inauguró en 1927 (junto a su mujer Mary Pickford) la costumbre de marcar las huellas en cemento delante del Teatro Chino de Hollywood y ejerció como presentador de la primera ceremonia de los Oscar en 1929

 

    [4] Nacido en 1972, Dujardin posee aún una modesta y tardía carrera cinematográfica. A las órdenes de Hazanavicius ya había protagonizado las dos comedias de espías OSS 117: El Cairo, nido de espías (OSS 117: Le Caire, nid d'espions, 2006) y OSS 117: perdido en Rio... (OSS 117: Rio ne répond plus, 2009), pero su papel en The Artist ha sido de largo el más reconocido (Oscar incluido).

 

    [5] También pueden reconocerse en la interpretación de Dujardin ciertos aspectos de John Gilbert (1897-1936), otro legendario actor de películas mudas, especializado en papeles de galán; e incluso del famoso actor y bailarín Gene Kelly (1912-1996), sobre todo en las escenas en las que los pasos de baile son protagonistas.

 

    [6] Actriz francesa nacida en Buenos Aires (1976), comenzó su carrera en la década de 1990 principalmente en el cine francés. Casada con Michel Hazanavicius, ya había participado en su película OSS 117: perdido en Rio... (OSS 117: Rio ne répond plus, 2009), aunque precisamente su papel de Peppy Miller en The Artist ha sido el que le ha reportado fama mundial.

 

    [7] Uno de los más celebrados de los últimos tiempos es el impulso a las películas sobre Historia Antigua tras el enorme éxito de Gladiator (Ridley Scott, 2000).

 

    [8] El ejemplo más cercano es Blancanieves, cinta muda con intertítulos y en blanco y negro dirigida por Pablo Berger y estrenada en 2012.

 

 

Pies de foto:

 

    Capturas de Michel Hazanavicius (2011) The Artist.

 

 

Filmografía y enlaces de interés:

 

    HAZANAVICIUS, M. (director) (2011) The Artist (Largometraje, 96 min.) Francia: Studio 37, La Petite Reine, La Classe Américaine, JD Prod, France3 Cinéma, Jouror Production, uFilms


    Ficha técnica en IMDb: http://www.imdb.com/title/tt1655442/

 

    Ficha técnica en FilmAffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film207902.html

 

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Comentarios
Miguel Dávila
Disfruto el cine desde siempre. Lo investigo, escribo y charlo sobre él desde hace mucho.
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